uno ; diary.

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los pequeños ojos del niño se cierran, todo esta oscuro de repente, no hay nada, está vacío, childe no puede imaginarse una vida sin poder ver nada, debe ser triste, pero ¡oh! ¿qué es eso? aquello que escucha soplar, aquello que escucha crujir, aq...

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los pequeños ojos del niño se cierran, todo esta oscuro de repente, no hay nada, está vacío, childe no puede imaginarse una vida sin poder ver nada, debe ser triste, pero ¡oh! ¿qué es eso? aquello que escucha soplar, aquello que escucha crujir, aquello que escucha hacer "¡bloop!" sonríe y aprieta su agarre a la caña de pescar, sus mejillas sonrosadas por el frío se iluminan un poco más. no hay nada, ¡pero entonces hay sonidos! entonces, quizá no sea tan triste no poder ver, porque quizá prestas más atención a aquello que escuchas con pereza. a childe le gusta ver, pero quizá le gusta un poco más escuchar.

el pequeño pelirrojo empieza a cerrar sus ojos por ratos de vez en cuando, cuando sus hermanos están jugando en la nieve o cuando su madre cocina, las voces y el sonido de la nieve impactar o tal vez el sonido del fuego o el choque metálico de los cubiertos hacen que el corazón de childe lata con felicidad, pero entonces ¿qué pasaría si cada uno de esos sonidos siguiera un patrón?

el mayor de la familia observa a uno de los menores llevar muchos objetos variados a su habitación y lo sigue hasta pegar uno de sus oídos a la puerta, escucha algunos sonidos repetirse y sonríe, al pequeño le comienza a gustar la música.

el niño cierra sus ojos una vez más a la par que sus oídos se inundan con el sonido de una orquesta reproduciéndose en una grabadora, su padre está a su lado en silencio, observando las expresiones del más pequeño. cuando termina, el infante abre sus ojos y exclama.—¡quiero ser músico!

childe siempre ha creído que amando algo puede ser muy feliz, pero entonces ¿por qué algo que ama puede estar haciéndole tanto daño? quizá nunca tuvo tiempo suficiente para pensarlo, mucho menos ahora, no cuando aquello que ama está desmoronándose en sus brazos.

una niña de unos cinco años se escabullía por entre las mesas del sofisticado lugar, el sitio estaba inundado de sonidos de voces murmullando, de copas chocar entre ellas y de cubiertos caer sobre platos de fina porcelana. pero había un sonido en específico que lograba despertar el hambre curiosa de la infante, uno que resonaba en su cabeza, aquel que se escuchaba suave y delicado, casi como su xilófono de juguete, pero un poco... diferente.

voltea hacia atrás y logra ver a lo lejos a su hermano jalando el largo vestido de su madre que, supone, trata de ir tras ella, ríe con malicia y retoma su camino, entonces es ahí cuando lo ve. el enorme instrumento del que tanto le ha hablado su padre, está frente a ella, y aunque no logra verlo completo, se queda anonada en su sitio por un rato.

cuando sale de su trance trata de subirse al taburete hasta que lo logra, sus pequeñas manos se estiran hasta las teclas, las acaricia con tanta delicadeza como si temiera lastimarlas y mientras ahoga un gritito eufórico pasea su manita derecha por las teclas de inicio a fin emitiendo el sonido de las notas de estas llamando la atención de todos los presentes e, incluso, de sus padres.

después, en el auto rumbo a casa, presiona sus manos sobre sus mejillas adoloridas y sonríe orgullosa, porque el dolor en sus mofletes -por los constantes jalones que su madre le ha pegado en ellos- será temporal, pero la sensación de estar tocando un piano se quedará en la punta de sus dedos eternamente.

o hasta que se vuelva a repetir y a repetir.

¿quien podría decirle a esa niña que aquel instrumento del cual se enamoró, estará consumiendo su energía vital cuando sea mayor?

sus largos y finos dedos se pasean por las hojas de papel de su diario, escribiendo y tachando palabras con un bolígrafo mientras observa con atención las audiciones de cada participante que llega a la academia. hace unos cuantos meses atrás había sido escogido como maestro para dirigir una orquesta que él mismo se encargaría de preparar, pero no era nada fácil.

peina sus cabellos anaranjados hacia atrás cuando una chica morena y con mechas rojas acaba con su audición y se retira con la promesa de "ser contactada después" algo que, lastimosamente, no ocurriría. se recargó sobre el mueble de madera y bebió de su taza de café, el día estaba siendo largo, y aunque ya había escogido a algunas personas de las audiciones, aún le faltaba un pianista y quizá algunos violinistas.

yoimiya se adentró al lugar con dos rubios casi idénticos siguiéndole los pasos hasta acercarse lo suficiente al escritorio del maestro y dejar unos papeles sobre este. cuando yoimiya salió de ahí, childe tomó los papeles entre sus manos y leyó los nombres de los participantes en voz alta.— lumine y aether, ¿cierto?—los chicos, notablemente nerviosos, asintieron.—bien, entonces pueden comenzar.—los gemelos tomaron sus lugares en el piano y el violín.

cuando ambos hermanos empezaron a tocar, childe se sentía capturado por la melodía, sus sentidos se nublaron y de repente todo estaba oscuro, solo el sonido del piano y el violín estaban ahí, haciendo eco en lo profundo de su mente, de sus pensamientos. y entonces supo que no iba a librarse de la particular elegancia con la que la chica tocaba el piano, mucho menos de la vista al rostro sereno de esta mientras lo hacía.

con los ojos aún cerrados y su dedo índice yendo de un lado a otro la presentación finalizó y el corazón del maestro se sintió un poco vacío. abrió sus ojos y se acercó a ellos tomando sus manos en un gesto, quizá, no tan ético.—los llamaremos pronto.

y esa fue la promesa más honesta que había hecho en todo el día.

¿opiniones generales?

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¿opiniones generales?

te amo diary, m sacaste de las dr0gas

the pianist ; chilumiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora