Charlotte Lacroix ll

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Emma Stone como Charlotte Lacroix

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Emma Stone como Charlotte Lacroix.

Cillian Murphy como Thomas Shelby

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Cillian Murphy como Thomas Shelby.

Charlotte caminaba por el enorme pasillo de su estudio rodeada de maniquíes vestidos de elegante seda, hablaba con sus modistas mientras estas tomaban notas de todas y cada una de las palabras que ella decía. Una mujer se acercó hasta aquel lugar con pasos rápidos, se detuvo detrás de Charlotte, esperando que terminara de hablar y en cuanto ella se volteo sonrió hacia la muchacha.

— Señora Lacroix, el señor Shelby esta aquí, dice que tiene una cita. — dijo algo nerviosa. — Pero no lo tengo anotado en la agenda.

Charlotte sonrió una vez más ante el nerviosismo de esta.

— Tranquila Marian, el señor Shelby siempre es bienvenido. — comentó. — ¡Bien, a trabajar! — exclamó hacia el resto.

Se encaminó con pasos seguros hacia la oficina, Thomas esperaba por ella allí, la habitación espaciosa permitía la vista de todo el lugar mediante los enormes ventanales que daban hacia todo el taller.

Charlotte entró a la oficina con una enorme sonrisa, Thomas se puso de pie en cuanto la oyó abrir la puerta, la saludo con galantería mientras esta se adentraba más al lugar.

— Thomas, mon cheri. ¿Fue un buen viaje? — cuestionó sentándose en su enorme poltrona detrás de su escritorio.

— Por supuesto. — asintió. — Espero no haberla importunado.

— Para nada, no tengo mucho tiempo libre en estos meses, la nueva colección esta en marcha y son pocos los momentos tranquilos en estos días. — se encogio de hombros mientras rebuscaba entre los papeles del escritorio su cigarrera.

Encendió uno bajo la atenta mirada de Thomas, él hizo lo mismo a medida que Charlotte comenzaba a hablar, el tema era sencillo, una simple reunión de negocios. Ella comentaba sobre las ganancias del último mes, dejó entrever la necesidad de un nuevo ajuste en las comisiones. La charla era amena, ella coqueteaba y Thomas recibía cada uno con una sonrisa encantadora. Su conversación se vio interrumpida por el sonido estruendoso del teléfono.

— Lacroix. — dijo con voz segura.

Thomas estaba hechizado por aquel acento francés de la mujer.

— ¡Merde! — escupió molesta. — Arrête là. Je suis en route.* — mascullo molesta.

Apoyó la bocina con demasiada fuerza, formó una sonrisa algo fingida en su rostro y miro a Shelby.

— ¿Le gustaría acompañarme a los muelles? Tengo un asunto que resolver. — explicó.

Thomas solo asintió poniéndose de pie, por sus palabras sabía que eran problemas. Vio a la mujer abrir uno de sus cajones y sacar de el una pistola que escondió dentro del entallado saco de vestir. Tomó el abrigo de ella y ofreció ponérselo con cortesía, ella deslizó sus brazos por las mangas agradeciendo su gesto.

— ¡Marian! — exclamó en voz alta.

La muchacha tardó solo unos segundos en entrar por la puerta.

— Cancela mis citas, debo atender un asunto en los muelles, problemas con la seda traída de China. — comentó molesta en un especie de código que la muchacha comprendió se inmediato. — Réservez une table pour deux à Wiltons pour ce soir, qu’une voiture vienne nous chercher chez moi.

— Si señora. — asintió la muchacha.

Thomas sonrió comprendiendo las palabras dichas en Francés, Charlotte volteo a mirarlo y con seguridad en su rostro le pidió acompañarla.

En cuanto salieron del estudio, subieron a un lujoso Rolls Royce color beige que los condujo por las calles de Londres hasta los muelles cercanos a Camden town. Thomas supuso que compartía lugar con Solomons, aunque no estaba seguro en realidad a quien pertenecían los depósitos.

Un hombre corpulento los recibió en la entrada, Charlotte se veía aún más pequeña junto a él, Thomas camino junto a ella con las manos en los bolsillos observando con precisión cada paso de la mujer, así podría reconocer mejor con quien estaba haciendo negocios. En Birmingham había conocido su lado natural, en su taller de costura conoció a la famosa diseñadora, ahora estaba en presencia la fría y controladora mujer de negocios de la que tanto oyó hablar. Su rostro había cambiado, estaba seria, preparada para cualquier problema que se le presente.
Los hombres iban y venían por el lugar con cajas repletas de rollos de las más hermosas telas, algunas abiertas y otras cerradas por completo. Giraron en una esquina mientras el hombre le comentaba sobre la situación, Charlotte asentía en silencio, como si estuviera procesando cada una de sus palabras.

Llegaron a un galpón abierto, varias cajas con rollos de tela se apreciaban por los lados, algunos panes de opio se asomaban por entre las telas al fondo del lugar. Algunos hombres jugaban cartas sobre una mesa a un lado, otros levantaban cajas llevándolas de un lado al otro y en el medio del lugar dos hombres sostenían a un tercero quien se removía intentando soltarse.

Charlotte camino hacia los hombres haciendo resonar sus tacones en el silencio que se había formado en el galpón en cuanto ella entró, Shelby se detuvo algunos metros atrás, encendió un cigarrillo y observó como ella contorneaba sus caderas hasta detenerse justo frente al tipo que intentaba soltarse. Les hizo una seña a los otros dos para que lo dejaran, el hombre se soltó con brusquedad mientras acomodaba su ropa de a tirones y miro a Charlotte con molestia.

— Entonces, señor Reynolds, he recibido cierta información y me gustaría que me aclarara algunas cosas. — comentó ella en voz alta. — Hay un pub en Camden Town, el Black cat, ¿Lo conoce, señor Reynolds?

— No frecuento pubs. — escupió.

— Que extraño. — soltó con una sonrisa falsa hacia él. — Hay una mujer rubia, Annette creo.

Ella volteo hacia el resto de los hombres, caminando alrededor de Reynolds, como si estuviera acechando a su presa.

— Annette suele beber de más, le gusta el whisky. — exclamó con gracia. — Ella le comentó a su amiga Liz sobre cierto hombre que le provee opio del mejor. Liz, por casualidad, trabaja en el taller como costurera. A ella no le gusta el whisky pero si el dinero y su trabajo. — frunció su ceño de manera graciosa. — Usted es el capataz de esta gente ¿No sabe acaso quien es ese hombre?

— Trabaje más de diez años para el señor Lacroix. — exclamó el hombre alzando la mirada. — Luego él murió y usted tomó el puesto. — escupió casi con asco.

Charlotte detuvo su andar al escuchar sus palabras llenas de resentimiento, volteó hacia el con su rostro divertido mientras elevaba una ceja.

— ¿Usted esta diciendo que me robó por que no le gusta recibir ordenes de una mujer? — soltó entre risas. — ¡Mon Dieu! ¿Tan frágil es su hombría?

El tipo dio un paso frente, como si estuviera decidido a atacar a la mujer pero se detuvo de manera repentina al notar como algunos hombres a su alrededor le apuntaron de inmediato con armas.

— No, chicos, eso no es necesario. — exclamó con una sonrisa Charlotte.

— ¡Solo te respetan por el dinero, jamás serás su líder! — gritó lleno de asco. — Eres una zorra. Una…

La frase se vio interrumpida por el sonido de un disparo, el ruido ensordecedor duro solo unos segundos que fueron seguidos por el grito de aquel hombre. Cayó al suelo sosteniendo la herida en su rodilla derecha, la sangre manchaba sus manos y los alaridos eran casi atronadores.

— Ahora, señor Reynolds, visto y considerando que no puede recibir órdenes de una simple mujer y que tampoco puedo volver a confiar en usted, tendré que prescindir de sus servicios. — explicó en voz alta para que todos oyeran.

Se agachó junto al hombre quien se quejaba de dolor y lo tomó del cabello obligándolo a mirarla a la cara.

— Voy a tener en cuenta los diez años de servicio leal a mi amado esposo y tendré piedad de usted. — con su mano libre le apretó las mejillas con tanta fuerza que enterraba sus uñas el la piel de ellas. — Pero no quiero volver a ver tu asqueroso rostro por este lugar. — exclamó entre dientes. — Si vuelvo a enterarme que vendes mi producto en algún otro lugar, morirás, ¿Lo entiendes?

Él hombre contestó con un simple quejido.

— ¿¡Lo entiendes!? — gritó una vez más cerca de su rostro.

— Si. — dijo con claridad.

— ¿Si que? — cuestionó con sorna.

— Si, señora Lacroix. — siseo.

Ella lo soltó casi con asco, dejándolo caer al suelo, le hizo una seña a los hombres alrededor de ella y estos los arrastraron por el suelo hacia la salida sin un poco de delicadeza. Thomas la observaba casi con admiración, ese lado salvaje lo había dejado perplejo, podría decirse que hasta excitado.

— Ahora, ¿Alguien más tiene problemas de masculinidad? — pregunto en voz alta. — ¿Alguno tiene dificultades para recibir órdenes de una mujer? Puede irse ahora si lo desea, sin consecuencias. — comentó al pasar.

Los hombres a su alrededor guardaron silencio, algunos ni siquiera podían mirarla a la cara.

— Bien, entonces conozcan a la señorita Marcia, ella será la nueva capataz. — exclamó mientras señalaba hacia la entrada que daba al canal.

Por ella entró una mujer de cabello negro y ojos avellana, los hombres voltearon con sorpresa hacia allí, Marcia entró al lugar con su rostro en alto y una sonrisa sobradora.

— Le tendrán el mismo respeto que le tenían a Reynolds, o tal vez más. — explicó. — Cualquiera que se atreva a faltarle el respeto no tendrá tanta suerte como su antiguo capataz. ¿Queda claro? — pregunto en voz alta para que todos pudiera escucharla.

— Si, señora Lacroix. — cantaron al unísono.

— Me alegro que nos entendamos. — sonrió en general. — Bienvenida Marcia. — extendió su mano que fue recibida en un apretón firme. — Espero que estos muchachos no le den muchos problemas.

— Muchas gracias por la oportunidad, no la voy a defraudar. — dijo la mujer con agradecimiento.

Charlotte volteo hacia Thomas con una agradable sonrisa en el rostro, él solo pudo sonreír de vuelta, estaba hechizado por completo. El poder que emanaba de aquella mujer era impresionante, su postura, su fragancia que inundaba aquel desgarbado galpón, su hermosa sonrisa iluminándole el rostro, estaba completamente encandilado por ella.

— Vamos a comer algo, señor Shelby. — comentó caminando hacia él como si nada hubiera pasado en ese lugar. — Le pedí a mi asistente que reservara una mesa para nosotros…

— En el Wiltons, lo se. — la corto Shelby con una media sonrisa.

Ella sonrió viéndose descubierta por completo.

— Así es. — asintió.

Thomas le extendió su brazo como todo un caballero, ella envolvió el suyo con la delicadeza de un felino y ambos caminaron hacia la salida.

— El Wiltons es uno de los restaurantes más añejos de Londres, le gustara. — comentó.

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