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Madelaine Petsch como Annabeth.
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Cillian Murphy como Thomas Shelby.
Chester la mantenía atrapada del brazo con fuerza, Annabeth estaba cansada de los maltratos constantes de ese tipo, pero no podía huir y abandonar a su pobre hermana.
Ambas habían sido vendidas por su padre a un gitano cuando su madre murió de tuberculosis. El hombre la obligaba a hacerse pasar por bruja, vender hechizos de amor y leer la suerte en las tazas de té de incautos que encontraban en el camino.
No se quedaban por mucho tiempo en los pueblos y ciudades que visitaban, cuando descubrían el engaño, debían huir con rapidez del lugar. Pasearon por varios países, en todos ella intentó escapar junto con su hermana pero siempre le fue impedido.
Llegaron a la olorosa Birmingham una madrugada, el cielo apenas se teñía de gris con las primeras luces del alba, bajo de la barcaza sosteniendo la mano de su pequeña hermana y con la otra la bolsa gastada por el tiempo donde guardaba las pocas prendas de ambas. Su hermana alzó la mirada con tristeza, sabiendo que otro día de trabajo arduo le tocaba. Annabeth debía engañar y robar, la pequeña Sophie debía lavar la ropa de todos y cocinar. Esa era la rutina, no había días de descanso, ni de juego, solo trabajo y más trabajo.
— Vamos, caminen. No tengo todo el maldito día. — exclamó Chester empujando a las hermanas.
Caminaron con rapidez por la orilla del río, el pasto verde bajo sus pies les acariciaba los tobillos. Annabeth miraba al tipo frente a ella analizando las opciones que tenía, podía correr lejos y escapar pero sabía que no sería factible, Sophie no corría con rapidez. Tal vez si lo golpeaba por detrás tendrían más tiempo, pero sabía que si eso no funcionaba se ganarían una golpiza.
Llegaron a una caravana donde algunos gitanos iban y venían con simpleza, Annabeth se apretó el abrigo contra el cuerpo apaleado un poco el frío de la mañana, abrazó a Sophie y la guio hacia la entrada de una carpa harapienta.
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Había pasado el día recorriendo las calles de Small Heath, allí donde aquel desagradable hombre la había dejado para que hiciera su trabajo. El lugar parecía pobre en todo aspecto, los trabajadores recorrían los callejones repletos de fábricas, algunos niños jugaban en el barro, no había mucho que robar en ese triste lugar.
