IV

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Pronto se comenzó a escuchar otro gran estruendo, aunque luego de unos segundos descubrí que eran pasos de personas, casi como si fuera una gran e inmensa marcha.

Sentí una presión en mi abdomen, como si alguien estuviera doblegando y jugueteando con los músculos de esa zona. Respiré profundamente, el ruido parecía venir del este, probablemente había caído parte de la muralla del este. Apreté la flauta en mi mano, como si empuñarla me fuese de ayuda.

¿Era una invasión? ¿Un fallo con explosivos? Esperaba de todo corazón que se tratase de lo segundo, aún más cuando comencé a oír gritos y sonidos de armas chocando entre ellas.

Oía estruendos metálicos a distancia, gritos agudos y escalofriantes de terror, así como alaridos intensos y estridentes, de guerra. Probablemente el grito que se ahogaba en mi garganta pertenecía al grupo de los primeros.

Papá no estaba en el castillo, no lo teníamos a él, a nuestro guía.

Sentí como palidecía, a falta de mi padre, probablemente Kali o el mismísimo rey comandarían la defensa. Pero Kali debía permanecer cerca de Ciro, ya era suficiente el tiempo que pasaba alejada de sus obligaciones por mi causa.

Solté un grito ahogado, el entumecimiento se había adueñado de mi cuerpo, pero pensar en Ciro me hizo desear ir a su encuentro.

Empuñé la ligera flauta como si de una espada se tratase y, aun sabiendo lo imprudente que era, salí de mi habitación.

El pasillo estaba oscuro, y por un momento me sentí aliviada por practicar con solo la luz de la luna, aunque al oír gritos todo rastro de alivio se esfumó de mi cuerpo.

Sentí cada extremidad, un peso en el pecho y en mis brazos, pero aun así seguí caminando por el pasillo. Por la distancia de los gritos asumí que aún se encontraban en la muralla. 

¿Cómo la habían destrozado? Si fuera gracias a una catapulta no podía entender por qué no la usaban nuevamente. 

A menos que el enfrentamiento fuera alguna clase de distracción.

Y otro estruendo confirmó mi sospecha, esta vez pude localizarlo cerca del norte.

Otra sensación de angustia se apoderó de mí, pues nuestros tan útiles y amados invernaderos se encontraban próximos a la zona norte de la muralla.

Vi una sombra doblando una esquina, aunque su armadura brillaba ante la poca luz de luna que se filtraba por las ventanas.

Llevaba su espada en mano, y la forma y detalles de su armadura me confirmaron que no era un guardia del castillo.

Busqué algún punto débil, controlando mi respiración y algún otro sonido que pudiera salir de mí. Todas mis posibilidades de salir viva de esta se resumían en si lograba golpearle tras la rodilla con la suficiente fuerza como para desestabilizarlo.

Y lo hice, lo golpeé con todas mis fuerzas, pero lo único que logré fue que doblara un poco la pierna y delatar mi posición.

Ahogué un chillido, el hombre se volteó a mí y parecía dispuesto a someterme.

Sin pensarlo mucho hice el movimiento con mi pie del cual Arturo se burlaba, confiando en que si fui capaz de derribar a mi padre también era capaz de derribar a ese soldado.

Y lo logré, el sonido de su armadura chocando contra el suelo pareció alertar a otros, ya que pronto oí pasos acercarse, y, presa del pánico, golpeé el rostro del hombre con mi flauta y cambié el poco preciado instrumento por su espada.

Corrí hacia el extremo del pasillo que daba al patio. Estaba en un segundo piso, por lo que me agaché cuando tan solo había barandas reemplazando las paredes del pasillo.

Lᴏ ϙᴜᴇ ʜᴀʏ ϙᴜᴇ ʜᴀᴄᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora