VIII

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—Debemos quedarnos hasta celebrar el solsticio de invierno.

Los presentes en la habitación observamos con incredulidad a Arturo, pues apenas nos preparábamos para partir en nuestro segundo día de viaje.

Recordé dicha celebración, que consistía en banquetes llenos de comida y bebida para compartir en familia y celebrar el fin de trabajos en el campo.

Bufé sonoramente, pues eran, al menos, seis días perdidos.

—Eso no es todo, Nisha, la reina quiere que lo celebremos según su tradición.

—¿Y en qué consiste su celebración?

—Bueno, además de celebrar un día entero su cumpleaños, durante doce días debemos realizar banquetes, bailes y hogueras, y la noche del solsticio debemos quemar un tronco especial, creo —dijo, un poco abatido.

—¿Entonces no podemos celebrarlo a nuestra manera? —preguntó Ciro, con una gran molestia en su voz.

—No, los soldados también participarán, ya se instalaron en algunos poblados con su familia.

Apreté las mandíbulas, estaba molesta, pero no quería que este momento se volviera un impedimento para nuestro objetivo.

Me recosté en la recién tendida cama, aún no amanecía, y, valorando el nuevo panorama, me quedé profundamente dormida.

Pasaron algunos días, con un par de nevadas y lluvias.

Habíamos disfrutado de varios banquetes que se dieron en un salón del poblado, así como de distintos bailes y pláticas alrededor de fogatas.

No era el ambiente que creía, no se percibía hostil ni amenazante, pues los soldados se veían bastante felices con sus familias.

No pudimos convivir con ellos, pues Kali y Arturo aún eran reconocibles, pero tenía un plan en mente.

Y con ese plan desarrollándose me levanté el penúltimo día de celebración.

—Voy a ver a Arpi —anuncié y salí de la habitación.

Durante las festividades logré hacer una amiga, Arpi, toda su vida había estado en ese pueblo y no se había enterado del ajetreo de la capital, tan solo sabía del deceso de los reyes.

Me encontré con ella en la plaza, vestía humildemente, pero rebosaba alegría y esperanza.

Caminé hacia ella, mientras me hundía en mi capa al sentir una fuerte corriente de viento.

—¡Lúa! Me alegra verte, tengo que contarte algo sobre Joseph... —Sonrió, yo le sonreí de vuelta.

Joseph era uno de los soldados de Cauce que no estaban casados, pero que convivía con sus padres en el pueblo.

Me habló sobre sus coqueteos y pláticas informales, yo asentía cortésmente, aunque en mi interior sentía mucha molestia por los soldados enemigos.

—Pero no sé si intentar algo, aún me siento atraída por tu amigo... —murmuró, yo abrí los ojos con sorpresa, pues desconocía esa información.

—¿Mi amigo? ¿Te refieres a Dante? —dije, con precaución, pues a veces olvidaba usar los nombres en clave.

—No, no... Se ve que él ya está en una relación con tu amiga. —Negó con la cabeza, era cierto que Arturo y Kali se veían más unidos que nunca, pero no podía asegurar que estuvieran en una relación—. Me refiero al pelirrojo, Basil.

Me levanté por un impulso, nos habíamos sentado en una banca, pero volví a sentarme rápidamente, nerviosa.

—Ci- ¡Cielos! —Corregí rápidamente, aún nerviosa—. No esperaba eso... Aún así, Basil... Es una gran persona, sí, pero, ya sabes... Pronto nos iremos y...

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⏰ Última actualización: Apr 13 ⏰

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Lᴏ ϙᴜᴇ ʜᴀʏ ϙᴜᴇ ʜᴀᴄᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora