Capítulo 5: La posada

6 0 0
                                    

La luz de Marduk le era insoportable a Laín. Tanto tiempo sin salir de su hogar que ya cualquier luz de la naturaleza le molestaba. Con suerte, se hizo de noche pronto y pudieron entrar en una posada que estaba cerca.

— ¡Buenas! - el dependiente saludó y los recibió con una sonrisa.

— Buenas noches.- saludó Henzo con una sonrisa.- Tenemos un caballo, ¿dónde podemos dejarlo?

— No te preocupes, mi empleado os ayudará. ¡Xechas, ven aquí!

Una puerta se abrió y de la habitación salió un chico medianamente joven. Su rostro era pálido y estaba decorado con una cicatriz que pasaba por un ojo perdido. Su cabello estaba recogido en una larga coleta y su rostro estaba oculto en la mitad por una máscara. Parecía totalmente intimidante.

— ¿Qué ocurre? - miró hacia los nuevos individuos y los analizó lentamente.

— Tenemos un caballo y su jefe ha dicho que podría encargarse.- respondió Laín analizando por igual al sujeto.

El llamado Xechas se dirigió hacia ellos con una energía ciertamente encantadora y abrió la puerta para ver a aquél caballo, no pudo evitar sentir un poco de ternura al ver al animal. Luego, se dirigió a los huéspedes y los señaló.

— Venís de Grimbald, ¿verdad?

— Sí señor.- respondió Henzo.

— Capto el aspecto de forasteros muy rápido.- carcajeó el trabajador.- Y sobre todo el aspecto del señor Laín Grimbald.

Pronto salió y llevó al caballo a un establo que estaba detrás de la posada, Laín miró algo incómodo al hombre y se cruzó de brazos intentando abrazarse a sí mismo. Por otra parte, Henzo se acercó al mostrador para pagar la noche. Solo tendría dinero para una habitación y para pocos aperitivos, pero el dependiente de la posada les hizo un favor y les implantó dos camas a la habitación y una cena por todo lo alto por el simple hecho de ser el guardián de la oscuridad y su fiel ayudante quienes entraron.

El dependiente fue a hablar cuando escuchó varios pasos ajetreados bajar las escaleras. Una pequeña niña rubia de unos 7 a 10 años bajó feliz acompañada de un joven también rubio de unos 20. La chica se acercó al dependiente y le dió un abrazo.

— ¡Hola Owynn! El hermano Alaistar y yo vamos a pasear.- dijo la pequeña que también fue abrazada por el hombre.

— ¿Dónde vais? - preguntó mirando al chico.

— Christel lleva días empeñada en ir a un lago que vimos a lo lejos el otro día y aprovechando que la noche está buena he decidido llevarla.- contestó para luego mirar a los nuevos dependientes y saludarlos con la cabeza.- Buenas noches.

— Hola.- saludaron Laín y Henzo al unísono.

— Venga Christel, vamos.- el mayor le tendió la mano y la niña se la dió. Ambos salieron de la posada segundos después.- Hasta luego, Owynn.

— ¡Tened cuidado! - el hombre suspiró y miró a los dos sujetos que se quedaron sentados y esperando a la habitación.- Son dos críos de Gaoth. Ahora son trotamundos y se dedican a visitar todos los reinos, pobrecillos.- negó con la cabeza y guardó el dinero que había conseguido aquél día en una caja fuerte.- Mi trabajador también es de ahí, por desgracia no logró salir ileso pero salió con vida. Son de los pocos que salieron con vida, tuvieron suerte.

— La verdad es que sí.- Laín se quedó sumido en sus pensamientos y no evitó soltar una pequeña risa.- Nada más ver el aspecto de los tres sabía que no eran de por aquí. Esas orejas puntiagudas…Solo se veían en Gaoth.

Guardianes: Original storyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora