Capitulo 5

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Ostia, lo siento mucho - se disculpó un chico de cabellos largos, tenía un acento gallego que me resultaba familiar. Recogió mi móvil del suelo y me lo entregó - Por suerte no le ha ocurrido nada - y ahí fue cuando nuestros ojos conectaron, no podía creer lo que estaba viendo.

- Segis? - pregunté indeciso.

Estaba desayunando cuando apareció Horacio en la cocina

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Estaba desayunando cuando apareció Horacio en la cocina

- Buenas, Perla. Que tal te encuentras? - se sentó a mi lado, tomo uno de los platos y empezó a comer

- Mejor, Horacio, con insomnio, pero bien - le respondí dando otro sorbo a mi jugo - tome prestada algo de tu ropa y ... Pronto volveré a casa - me miro amenazante

- De eso nada, tu te quedas aquí conmigo, no te vas a ir a tu edificio, solo, ni hablar - alzó la voz

- Horacio, no es algo que vamos a discutir, ya tenemos una edad, tú necesitas tu espacio y yo también, no me voy a quedar en tu casa, además me puedo cuidar todo. Estoy bien - le tome de las manos, se le notaba inseguro

- Vale.. pero.. iré a verte y te llamaré todos los días, vale? - yo solo asentí para terminar de desayunar

Horacio se había ido le tocaba turno de tarde. Yo me había quedado a descansar un rato más. Tome mi cartera y miré mi dinero, no había mucho, pero tenía lo suficiente como para comprar comida y lo necesario para curar mi herida.

Tome mi móvil y le envíe un mensaje a Horacio avisándole que me iba a mi piso. Luego tome mis pertenencias, la ropa y las pastillas, y salí del apartamento de mi hermano. Empezé a caminar por las calles en busca de una farmacia o un badulaque. Los cuales encontré con facilidad y compré todo lo necesario para poder subsistir durante la semana.

Me dirigí a mi piso, el cual estaba en una zona un poco más humilde que la de Horacio, había que decir que el edificio estaba un poco deteriorado, por el paso de los años, supongo, pero era mi hogar. Ahí nadie me molestaba.

Entre con cuidado dejando las bolsas encima de la encimera de la cocina, colocando los alimentos en su lugar. Por suerte me habían ayudado a limpiar el departamento antes, sino de verdad que parecería un chiquero. Fui a mi habitación y me tumbe en la cama.

Saque el móvil del ancho bolsillo del pantalón, encendiendolo casi al instante para distraerme. Los números rojos sobre el icono de WhatsApp anunciaban los mensajes que no había visto, ni respondido, algunos de hace meses.

Abrí la app de mensajería, la mayoría de los mensajes eran inservibles, pues casi todos mis contactos se habían ido de la ciudad o la habían palmado o simplemente estaban en la cárcel, con los cuales me encontré en el tiempo de prisión.

Fragmentado (Gustabo García)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora