Ya no soy la misma...

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[Parte dos de «Rumba de tres»]

Nota importante:  LES CUENTO, este capítulo contiene una playlist pues no me bastó nada más con la que permite Wattpad en el encabezado (que por cierto es hermosa, escúchenla, por fis. Tiene mucho que ver con el contenido del capítulo y con Betty con relación a Armando en general).  La playlist se llama «FIC CARTAGENA»  en Spotify
OJO: Se incluye un personaje especial, cualquier coincidencia no tiene nada que ver con la realidad.

Qué vergüenza, nunca me he sacado fotos por gusto, a excepción de las veces que eran para currículum o en ocasiones puntuales. Me pide que sonría para él. Quiere llevar siempre una foto mía ¡Tan divino! Al principio cuesta soltarme, siento mis mejillas encendidas, me tientan las ganas de reír, esa risa nerviosa que viene a mí en los momentos que no me siento del todo cómoda. Él me ve con su carita tan ilusionada y feliz, busca distintos ángulos para sacar la fotografía y yo intento relajarme.
—Bueno, ya basta de fotografías, Armando. Vaya a cambiarse — le dije. Luego él fue a ponerse divino, si es que puede ponerse más divino de lo que ya es…

No he llamado a mis papás hoy, bueno… lo hago después, no creo que lleguemos tan tarde.
No quise quedarme por mucho tiempo en la sala así que me dirigí al baño a ver cómo iba con su arreglo, me quedé observándolo desde fuera: Se colocó una camisa color lila fuerte, sus pantalones de vestir negros y unos mocasines muy perfectamente lustrados, que complementaban perfectamente su look. Fue inevitable resistir y me adentré en la habitación.  Armando me vio entrando y me dijo:
—Sólo me falta el perfume y estoy listo para irnos. — Ay ese perfume, ese delicioso y embriagador néctar que tanto amo… es tan sublime. Me es imposible describirlo con palabras.

Tiempo después Michel llega por nosotros, nos anuncia el conserje del edificio, así que procedemos a bajar. Siento un poco de temor por lo que pueda suceder, así que creo pertinente advertirle a Armando que no vaya a dejarse llevar por sus impulsos. No quiero que vaya a cometer alguna locura:
—Armando por favor, prométame que no va a cometer ninguna locura, vamos a divertirnos, a pasarla bien…Que sus impulsos no puedan más que su cordura. 
—No veo porqué habría de cometer una, ¿qué a caso se trata de una premonición de su parte, Betty? — inquirió en tono coqueto. Finalmente Armando la miró y rio. Beatriz se prendió de su brazo izquierdo y fueron escaleras abajo para el encuentro con el francés.
—Buenas noches, Betty, Armando. Que elegancia, por favor. —dijo dándole una detenida mirada a sus atuendos.
—Buenas, Michel. — respondió Armando.  Deseaba que no se notara su incomodidad, jamás había visto a ese tipo, notaba cómo miraba a Betty, a su Betty. Pero había prometido comportarse como un ser civilizado. Le respondió al apretón de manos que le ofrecía.
—Betty, permítame decirle que se ve muy bella, ¿No es así, Armando? — inquirió afablemente.
—Claro, mi Betticita se ve divina. — Armando notó cómo fue que a Betty se le encendieron las mejillas y al percibirlo la acercó aún más  hacia él, que la tenía  tomada  del brazo, pasando los nudillos de su mano libre por el rostro de ella. Beatriz miraba hacia abajo avergonzada, la verdad en esas situaciones que poco a poco iba viendo y descubriendo sensaciones que jamás pensó que provocaría en terceras personas… Mucho menos en personas tan apuestas como lo eran ellos dos.

Los tres habían decidido que lo mejor sería ir a disfrutar en taxi para así evitar cualquier accidente, pues también se tomarían sus traguitos. El lugar del cual Michel les había hablado llevaba por nombre «The clock
Pub» era un excelente lugar para compartir un rato agradable y ameno; se trataba de un bar bastante céntrico pues quedaba a pasos del gran monumento de reloj de la ciudad, que por supuesto era uno de los grandes atractivos del turismo.
Una vez dentro del taxi, Michel le dio las indicaciones al chofer. Él decidió ir de copiloto, pues fue quién sugirió el lugar. —Usted, señor, ¿Tiene servicio de nocturno? Quisiéramos devolvernos en taxi a nuestros departamentos, y si gusta, podemos llamarle a usted, claro que si la tarifa aumenta lo entenderemos perfecto.
—Claro que sí, señor. Le doy mi tarjeta en cuanto detenga el carro. 
La verdad a Michel el taxista le había parecido una persona muy amable, razón por la cual pensó en contactarlo nuevamente.  Minutos después se encontraban ya en la plaza de los coches, lugar donde se ubica este bar.
Bajaron del vehículo, Michel pagó la carrera, se despidieron y posteriormente entraron al lugar.

Cartagena, tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora