Disyuntiva entre el amor y el dolor

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¿Qué le hicieron a mi Betticita aquí en Cartagena? Porqué me propone esto... Le he dicho incansablemente que la amo, que la adoro, que la deseo, que quiero estar con ella para toda la vida; pero aún así no logro hacerla cambiar de parecer. Es como si algo en ella se hubiera apagado. Me odio, nos odio a Calderón y a mí por haber propiciado este comportamiento en ella. Pero no desistiré.
-Claro que me encanta estar con usted, Betty. Yo la adoro ¿Pero amancebados? ¿No le parece demasiado? Yo me aventuraba a creer que usted siempre había querido casarse...
Claro que así era, yo siempre he querido casarme, tener mi propia familia, una linda y numerosa familia, tener un trabajo en lo que a mí oficio se refiere pero no quiero atar a Armando, no de esta manera. Sobre todo porque la ilusión de ser madre es mía, no quiero ser egoísta y obligarlo a vivir una realidad que él no quiere.
-Don Armando, ya está poniendo más trabas de las necesarias. La propuesta es simple. A mí me encanta estar con usted y quiero tener un bebé, si usted no quiere ser el padre, lo entiendo. No tiene para qué dar tantas evasivas al asunto.
Luego de emitir la última palabra preferí levantarme de la cama e ir a la ducha a limpiarme los restos de crema.
Él me siguió al baño tratando de continuar la conversación pero yo le dije que mejor habláramos más adelante al respecto, tampoco me sentía con el ánimo de presionarlo.

Si tan solo tuviera el consejo de alguien más, yo amo a Betty, soy capaz de todo con hacerla feliz, pero... ¿Un bebé? Me parece que son palabras mayores, maldita sea, Calderón. Usted es un imbécil a veces, pero en otras ocasiones, como en este caso, sabría perfectamente qué decir.

Mendoza trató de que el tema de los hijos se le olvidara mediante cariñitos y besos que Beatriz aceptó gustosa, pero que aún así la mantenían en un celoso silencio.
Mediante ese sordo silencio Armando comprendió que no iba a sacar nada provechoso de su parte así que optó por dejarla en paz y a solas.
Así fue transcurriendo el día, Beatriz no quería resultar cansona ni caprichosa, por lo que prefirió ignorar por completo el tema de los hijos y optó por hablar con él sobre otros temas de interés por más que fueran triviales o cotidianos.
La muchacha no podía ignorar que el tema la dejó un poco de bajón, con tristeza, no creía que Armando fuera tan exagerado con eso de las formalidades, sobre todo porque ella lo conocía en todas sus facetas, incluso últimamente en la factura de gran amante. Debido a su historial, Beatriz ingenuamente creyó que no habría problema en pedirle su semilla para aquel hijo que deseaba tener. Pero una cosa estaba clara: si no era él sería con el aporte de una inseminación artificial. Estaba más que convencida de ello.
Al parecer el día pintaba más aburrido de lo que se esperaba. Almorzaron algo sencillo que Beatriz preparó, cuando eran ya casi las tres y media de la tarde. Posterior a ello, decidió ir a su habitación y escribir en el diario, tenía tanto qué contarle...

«19 de julio 2001

Hace días que no escribo este diario. Han pasado tantas cosas, entre ellas, Armando vino a buscarme, según él, para pedirme perdón por todo el daño que me ha causado, también por haber sido tan impulsivo con aquello del mensaje de texto. Es un idiota, pero un idiota tan divino. Juro que me derrito por dentro cada vez que me dice "Betticita" lo pronuncia tan bonito... él es tan, tan, varonil, amo cada parte de su cuerpo y lo que me hace sentir cada vez que estamos juntos.

Se ve tan enamorado, pero me da miedo, porque esas palabras ya las oí en el pasado, pero no fueron más que una ilusión. Yo lo amo, lo amo con toda el alma, pero prefiero mantener una relación amancebada, no quiero que llegue el día en que se aburra de la rutina que conlleva vivir una vida marital, que me transforme en la esposa llena de colopatía, que esté controlándolo al nivel que no lo deje vivir. No me quiero convertir en nada parecido a lo que fue su exnovia. No quiero dejar de disfrutar lo que hemos vivido en tan poco tiempo; esto ha sido lo más maravilloso que me ha pasado en el último tiempo. Yo, Beatriz Pinzón, jamás creí que fuera capaz de atreverme a tanto.

Si esta felicidad vuelve a ser efímera, prefiero que me quede el permanente recuerdo de él reflejado en un bebé de ambos, aunque veo que está reticente a la idea. De todos modos es algo que he venido pensando por varias semanas por lo que con o sin él, cumpliré este sueño.

No puedo negar que él me ha hecho descubrir facetas que yo creía nulas en mi, facetas que aló disfrutar juntos. También es el causante de mi felicidad, tampoco lo negaré, pero, ¿Qué pasa si le digo que sí a todas sus ofertas?, A ese castillo de posibilidades que me construye... no quiero que al momento de la media noche este se derrumbe... ».

De pronto a Armando le preocupó que Beatriz llevará tanto tiempo en la alcoba, por lo que fue a ver qué ocurría. Por un momento creyó que estaba molesta y esa era una forma de ignorarlo. Pero cuando entró, tratando de no hacer ruido para no ponerla en alerta la vio escribiendo un particular cuaderno de flores de colores. Ella estaba tan ensimismada en su escritura que no se percató de la presencia de él allí.
Sin pronunciar un solo fonema se sentó delicadamente sobre la cama, se recostó y quedó prácticamente cara a cara con la muchacha. Ella al percatarse cerró torpemente su diario y se aproximó a guardarlo en la mesita de noche lo más rápido que su nerviosismo le permitió «¡Qué terror que hubiese alcanzado a leer algo!» -pensó.
-¿Qué hace Beatriz, está enojada conmigo? - ¿Por qué los hombres tienen ese egocéntrico pensamiento de que todo tiene que ver con ellos? Que hartera... -No, doctor. Simplemente vine a desahogarme en mi diario. -respondí. No tenía porqué ocultarlo, pero literalmente toda mi vida está allí. Me muero si algún día alguien llegara a leerlo. -¿Entonces por qué no me da un besito?- me pidió mientras estiraba la trompa como pato, ¡Cómo podría resistirme a esa carita tan divina! Lo hice, lo besé y él me envolvió con sus fuertes brazos, me colocó bajo él y se dedicó un largo momento a contemplar mis facciones. Sin pronunciar palabras, solo mirándonos. Puedo ver en sus ojitos un brillo que nunca antes había percibido en él. Es como si al mirarme viera algo que le da mucha felicidad, mucha paz, ¿Estoy soñando o realmente me está mirando a mí?-La amo mucho, más de lo que puede imaginar. No lo olvide. - me susurró al oído. Eso provocó en mí una cosquilla que recorrió todo mi cuerpo. Y lo que me dice hace que muera lentamente de amor ¡Tan divino! Posteriormente a ello comenzó a besar mi cuello a empaparse de su aroma, luego hizo lo propio con mi escote.
La temperatura iba subiendo cada vez más, desconozco a este Armando tan sediento de mí, actualmente no necesita de ningún «embellecedor». Cuando comenzó a bajar mi vestido sonó el timbre de mi apartamento ¡Qué visita más inoportuna!

NOTA: Capítulo cortito para que no tengan que esperar tanto por una próxima actualización. Espero que empaticen con esta Betty picarona pero aún con las cicatrices visibles de su pasado.
Al fin de cuentas, ella sigue siendo tierna, cariñosa pero trata de proteger su corazoncito con una coraza de tortuga 😿🤍

Cartagena, tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora