Canción del capítulo: Dame una oportunidad - Gloría Estefan ( YouTube no me dejó ponerla en la cabecera).
[contenido sensible]
Armando pasó toda la noche contemplando y velando el sueño de su Betty, por alguna razón decidió que lo mejor era esperar a que amaneciera, además su estado de aturdimiento por los tragos lo había dejado bastante preocupado. Sabía que era una reacción a penas coherente, sin embargo, era algo que jamás había experimentado con ella.
Las horas transcurrían lentamente y el pasatiempo preferido de Armando mientras esperaba que Beatriz despertara fue tomar muchas tazas de café. No fue sino hasta las diez de la mañana que la muchacha comenzó a sentirse mal, razón por la que comenzó a dar vueltas en la cama. Armando se percató de aquello y decidió acercarse a ella junto a su taza de café; cuando comenzó a abrir los ojos pronunció:
—Armando, ¿Qué haces levantado? ¿Acaso no te dormiste? —su voz era ronca y seca. — ¿Cómo esperas que me haya dormido?, me dejaste preocupado. Estuve velando tu descanso por si se te asomaban los gajes de la resaca durante la madrugada. —Hablando de eso, siento como si se me partiera la cabeza… hoy no quiero saber de ningún mojito.—Interrumpió. —No y tampoco creo que quieras saber lo que hiciste anoche, te desconozco Beatriz. — de pronto el olor a tostadas que se despedía desde la cocina caló hondo en ella. — ¿No crees que se está duaj — el asco que la invadía no le permitió terminar la frase. Armando fue rápidamente tras ella para socorrerla, no sin antes poner los ojos en blanco. Le acomodó el cabello hacia atrás y ella procedió a devolver el estómago.
—Armando, ¿Puedes dejarme sola, por favor? — suplicó. —¿Estás segura? —Sí, por favor.—respondió.
Armando salió y ella se quedó en el baño pensando en todo lo que había pasado anoche; él estaba lo bastante enojado y Beatriz comenzaba a entender porqué, los recuerdos se agolparon en su mente como flashes. Razón más que suficiente para no querer volver a salir de ahí en mucho tiempo. Situación que obviamente preocupó a Armando, quién se asomó a la puerta para preguntarle si todo estaba bien. La vergüenza la invadía, no se sentía capaz de mirarlo a la cara.
—Estoy bien, solo necesito estar sola. Por favor. —respondió.
Pasada media hora más Beatriz decidió salir de allí y enfrentarse a la mirada del doctor. —Al fin sales, llevabas más de una hora metida allí dentro, ¿Qué sucede? — ¿Qué fue lo que hice anoche que te molestó? — dijo cubriéndose la cara con sus manos. — Aparte de haber devuelto el estómago sobre mis Tanino Crisci, pues… Le pediste espermas a Michel. Pero lo de los zapatos no importa, tú misma dijiste que yo ganaba tan bien que era capaz de comprar tres de esos.Cuando escuché lo que me decía no podía conmigo, no podía creer que me hubiese descontrolado de esa manera, no podía creer que le haya hecho y dicho eso a Michel, ¡qué vergüenza! ¿Cómo lo miraré a la cara de ahora en adelante? — Pobre, Michel. Tengo que llamarlo para disculparme. — dije.
Cuando Armando me oyó decir eso se puso fúrico y comenzó a alzar la voz. — ¿¡Pobre Michel!?, ¡Pobre Michel! ¿Y yo que, ah, yo qué? Es que yo ya no sé qué más quieres de mí, ya no sé cómo más agradarte a veces me dan ganas de… — tiró la taza vacía de café que estaba tomando y está se quebró en varias partes. No podía quedarme callada, me había prometido que jamás nadie me haría daño, y por supuesto que tampoco me haría sentir menos. De pronto sentí temor, pero ese mismo temor me entregó el valor necesario para enfrentarlo. Me acerqué a él y lo tomé por la camisa — ¿Capaz de qué, a ver…? ¿De acriminarte contra mí o contra Michel? Sabes… –soltando su camisa me di la media vuelta y continué hablando– no volveré a molestarte con esto de los hijos de nuevo, está claro que tus intereses son muy distintos a los míos. Y si cada vez que yo haga algo que te incomode o moleste reaccionarás de esta manera tan troglodita esto se acabó. Es más, ya no quiero verte, sal de aquí. Sal del apartamento y no vuelvas. Quiero estar sola.
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Cartagena, tú y yo
Fiksi PenggemarBeatriz por fin se independiza del yugo familiar, emprende una vida junto a su entrañable amigo: Nicolás Mora. Juntos comparten un departamento en el centro de Bogotá, que pudieron comprar gracias a su arduo trabajo en Ecomoda. Una mañana Betty, mi...