Venezuela y tu recuerdo

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Nota antes de la lectura:

Canción del OS «Let her go» de Passenger, en español «La dejaste ir»;  creo que describe el sentir de Armando en este instante. Es más actual la canción (2015, creo) pero se las recomiendo escuchar. Me hace mucho sentido para lo que están viviendo ambos ahora.

«Solo sabes que estabas bien cuando te sientes mal
Solo odias el camino cuando estás extrañando casa
Solo sabes que la amas cuando la dejaste ir

Y la dejaste ir»

*

Armando llevaba un poco más de siete meses en Venezuela. Alejandra lo había invitado incansablemente a que siguiera conociendo Caracas junto a ella y además, para que también conociera las nuevas sucursales de Ecomoda que llevaban algo de tiempo funcionando en aquella ciudad.
Ahora Alejandra y él se encontraban en un café desayunando:
–Armando, te encantarán las nuevas sucursales. Debemos ir a conocerlas. Me alegra bastante que hayas venido, recuerda que hoy se lanza la colección de Ecomoda acá. Tenemos que venir, ¿qué dices? -inquirió Alejandra.
Armando tenía su mente en Colombia, aún pensaba que Betty estaba allí, en Bogotá presidiendo Ecomoda. Pero algo dentro de él, una inquietud inexplicable intentaba advertirle que las cosas habían cambiado; sin embargo no quiso prestarle más atención a eso. A pesar de esos meses en Caracas no podía dejar de pensar en ella, en Betty… su Betty.
Lo cierto que hace un par de meses ha estado intentándolo con Ale, la invitaba a salir, le trataba coquetamente y ella claramente estaba de lo más ilusionada, porque Armando le aclaró que las cosas con Beatriz no serían posibles ni ahora ni en un futuro cercano.
–¿Armando?, ¿Estás bien? Estás como ido… ¿Me escuchaste? – lo movió para sacarlo de sus pensamientos.
–Ah, sí, sí, claro, Alejandra. Vamos a lo que tú quieras, linda. – contestó con poco convencimiento. Ella le dio un beso corto en los labios. Armando a penas le respondió.
A pesar de que lo estuviese intentando por más de un semestre con esta bella empresaria venezolana sentía a Betty muy dentro de él. Y su comunicación no verbal no podía mentir…
Ese día sería bastante ajetreado para ellos pues irían a recorrer las diferentes sucursales de Ecomoda presentes en Caracas y más tarde asistirían al lanzamiento de la colección 2002 de invierno en un salón de eventos.
Eso de cierto modo le permitiría estar más distraído; no sabía porqué, pero últimamente Beatriz se le había clavado en sus pensamientos, como si de la nada la estuviera llamando desesperadamente con sus pensamientos, y a su vez, sentía la necesidad de comunicarse con Ecomoda y con ella para saber si todo estaba marchando bien. Temía que a ella le pasara algo, debía cerciorarse de su bienestar de alguna forma… pero, ¿cómo?, si se supone que estaba saliendo con Alejandra para olvidarse de ella, tal y como Betty se lo pidió.
–Armando, parece que hoy definitivamente estás en otro lado, es mejor que dejemos las visitas para otro día en el que te encuentres aquí, porque estás físicamente, pero tú pensamiento está en otro lado.
–No, Alejandra, cómo se te ocurre, no podemos aplazarlo, se supone que esperan nuestra visita. Lo que pasa es que se acerca el cumpleaños de mi hermana, Camila, y no la veo desde los diecinueve años. Como verás, eso me hace bastante triste. – mintió.
Aunque su mentira era a medias, Camila Mendoza estaba de cumpleaños un 18 de julio; quedaba menos de un mes para los treinta y seis de ella. Era su hermana mayor, su guía y con quién  podía contar, pero lastimosamente sus padres decidieron separarlos cuando se enteraron que ella estaba embarazada de un estudiante de quinto año que conoció en el café de la universidad; él era profesor de artes plásticas y manualidades. Se conocieron cuando él estaba a punto de salir egresado de su carrera.
A pesar de que el tipo, Javier Fuentes, era de buena familia Margarita no pudo con la vergüenza de que su primogénita se haya mezclado con alguien como él, que, ciertamente, distaba de ser alguien de su clase social.
–Verás, pasa que mi hermana está pronta a celebrar un nuevo cumpleaños y eso me tiene de bajón… nos separaron cuando yo a penas iba a entrar a la universidad, tenía diecinueve años y ella veinticuatro.
–Ay, Armando, lo siento mucho… No me habías contado. – dijo acariciándole el rostro. 
–No te preocupes, pero es mejor que nos vayamos cuánto antes. Nos esperan a las once a.m. – mencionó mirando su reloj.
Dicho eso, esperaron que el mesero trajera la cuenta del desayuno y fueron camino al vehículo de Alejandra para dirigirse a la primera tienda.
Así pasaron gran parte del día, visitando cada tienda, revisando las prendas, analizando los balances de compra y venta de cada colección. Sin duda a Ecomoda auguraba un gran futuro internacional.

Cartagena, tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora