CAPÍTULO XX - MATERIAL DIDÁCTICO Y JUGUETES

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EMILIA

Salgo del edificio y Max viene a mi lado, está tan cerca de mi que puedo sentir el calor que emana su cuerpo aunque no me esté tocando, en realidad es sorprendente porque yo me muero de frío, en especial cuando el viento helado, para mí gusto, me azota el cuerpo y él está como si nada, me dan ganas de acercarme más a su cuerpo para sentir su calor, pero en lugar de hacerlo solo me aferro más a su chaqueta, cuando lo hago el me mira disimuladamente y la comisura de sus labios se levanta, yo trato de ignorarlo y hacer mi mejor esfuerzo por no tiritar y castañear los dientes,  tal vez era por los nervios  pero cuando llegué no sentía nada de frío, ahora siento que me voy a congelar, incluso mis fosas nasales arden por respirar el aire helado.

Afortunadamente le entregan inmediatamente su coche  y abre la puerta para que suba, lo hago con rapidez para refugiarme del clima,  cuando se sube al auto lo enciende e inmediatamente pone la calefacción, lo cual le agradezco mentalmente.

Su semblante es inescrutable, mantiene fija la vista en la carretera y noto como aprieta el volante hasta que sus nudillos se ponen blancos. No sé porque pero es un deleite verlo conducir a alta velocidad con una seguridad tremenda, la forma en que maniobra el volante y manipula la palanca de velocidades es de un profesional, como si el auto fuera parte de él.

En cuanto el  calor empieza a inundar el coche siento un alivio recorrer mi cuerpo, me remuevo en el asiento para tratar de capturar el calor  y dejo que la sensación de calidez me envuelva, llego a un punto en el que ya no necesito su chaqueta pero el olor a cardamomo que desprende es tan delicioso que no quiero soltarla.

Escucho un gruñido de su parte y lo miro pero el sigue con la vista clavada al frente. No sé a qué haya venido eso pero aprovecho para estudiar su perfil, sus ojos, su nariz, la forma de sus labios, su mandíbula la cual se nota que está apretando demasiado y me distraigo un poco con el subir y bajar de su manzana de Adán cuando traga saliva, dejo que mi mirada vague un poco más por su cuerpo hasta llegar a su regazo y casi me atragantó con mi propia saliva cuando veo la prominente erección que se le marca en el pantalón.

No quisiera dejar de mirar esa parte de su cuerpo pero un sonido gutural que se le escapa me saca de mi estupor.

— Me estás distrayendo, Castelar— farfulla molesto.

Arrugo el ceño, ahora que diablos le está molestando de mí.

— ¿ Disculpe? — escupo ofendida. Esto solo demuestra mi punto de que no nos soportamos.

— Bájate un poco el vestido— me mira a los ojos y luego los baja a mi regazo e inmediatamente vuelve a mirar a la carretera—ponte mi chaqueta en las piernas y deja de mirarme así, que me estás distrayendo.


Miro hacia abajo y veo que el vestido se me ha subido un poco demasiado y está descaradamente muy arriba de lo que debería estar.

Sonrío maliciosamente por lo afectado que suena en su voz.

—¿Por qué, Señor Bécquer? No me diga que es el típico hombre que pierde la cabeza por un par de piernas. — contesto en tono juguetón.

— Cuando las piernas son tuyas y casi puedo ver tu tanga, sí. — contesta.

Miro hacia la distancia y una idea maligna se me viene a la mente.

— ¿Desearía que en el siguiente alto del semáforo me inclinara en su regazo y lo ayude con su erección? — continuo con el mismo tono juguetón y sensual.

Se baja la velocidad en el semáforo en rojo que vislumbre que se aproximaba y detiene el auto. Me mira a los ojos.

— Si, hazlo — ordena demandante y con la voz ronca.

Le sonrió con picardía y me voy inclinando poco a poco dejando que mi vestido, el cual no he corregido, se suba aún más, me detengo hasta llegar a su oído. Él durante la cena me dijo lo que quería hacerme, yo ahora le diré lo que podría hacerle, solo para que se entere que también sé jugar.

Antes en la cena podría haber aceptado inmediatamente su propuesta en el segundo en el que la planteó, pero yo así no funciono, ya me demostró que le afecto tanto como él a mí y quiero ver hasta donde llega esto, quiero ver quién sede primero, quien se desmorona en el campo de batalla y llega arrastrándose hasta su oponente.

— Podría — le susurro al oído en el tono más sensual del que soy capaz — podría chuparle la polla todo el camino hasta la casa de June o hasta que se venga en mi boca, Señor Bécquer…— dejo la frase suspendida para dejar que la imagen se esboce en su mente mientras mi aliento cálido golpea, su sentido  — pero no quiero y no lo haré.

Me separo abruptamente de él y los coches atrás empiezan a pitar, pues el semáforo ya cambio a verde, me mira furioso y arranca reanudando el trayecto. Me doy el lujo de mirarle el pantalón nuevamente y me doy cuenta como su erección está aún más remarcada.

— Me las vas a pagar, Castelar — amenaza. Una sonrisa triunfal dibujándose en mi rostro.

— Esa ya lo veremos, señor Bécquer.

Se detiene  en seco en la acera, aunque no he visto bien el entorno sé que hemos llegado, me mira y sus pupilas están completamente dilatadas solo un pequeño aro azul cerúleo rodeándolas.

— En la primera oportunidad que tenga te voy a follar la boca y te haré tragar algo más que tus palabras. — decreta.

— Solo si yo quiero — soy insolente con mi respuesta.

— Créeme Kätzchen, lo vas a querer. — se inclina hacia mi y me toma del cabello en la parte posterior de la nuca, el agarre es firme, pero no me lastima y su aliento a menta y vino llega tan cerca de mis labios que incluso puedo saborearlo. — disfrutaré tanto cuando por fin te tenga de rodillas haciéndome una mamada.

Es la segunda vez que me llama de esa forma y el tono y acento con el que lo dice hace que mi sexo se vuelva aún más húmedo de lo que ya estaba desde que lo vi llegar a la cena y empezó a llenar mi cabeza con escenarios morbosa y deliciosamente placenteros.

Doy un breve vistazo  sus labios y saco la lengua para acariciar los míos.

— Tal vez sea yo la que esté de rodillas — mi voz es apenas un susurro — pero créame Señor Bécquer, será usted quien esté a mis pies.

Se abalanza sobre mis labios para reclamarlos, su agarre no me permite alejarme, me besa con aún más intensidad que la primera vez que lo hizo, tratando nuevamente de conquistar mi boca con su lengua pero otra vez no se lo permito y le niego el acceso, se conforma con pasarla sobre mis labios y chuparlos yo también lo hago, le chupo el labio inferior con si fuera un caramelo envinado, dulce y carnoso, siento la necesidad de recorrer su cuerpo, explorarlo y apretarle la polla que promete estar gorda y grande pero me detengo, aún no es el momento ni el lugar, cuando siento que las ganas me superan le doy una fuerte mordida en el labio inferior lo que lo hace soltarme, se separa con una sonrisa sombría chupando en el lugar que acabo de atacar, su es respiración desigual, después de chupar se pasa su pulgar izquierdo por el labio.

— Entre más me lo niegues, más ganas me dan de tomarlo y cuando lo haga…

No termina la frase solo recorre su intensa mirada por mi cuerpo, el cual siento que hierve a tal grado que siento gotas de sudor recorrer mi espalda y mis pezones aprisionarse contra mi sujetador.

— Recuérdalo señor Bécquer, solo si yo accedo, y aun no digo que si.—hago una pausa— Gracias por traerme.

Abro la puerta y salgo del auto tratando de que no se note que mis piernas se sienten como de gelatina.

El frío me recibe y yo me aferro a su chaqueta apresurándome a entrar al edificio sin mirar atrás.

Entro al departamento de June con la llave que me dio y las encuentro a ambas acostadas en el sillón frente a la televisión de plasma viendo una serie.

— Hola chicas — saludo entrando al departamento.

— Nene llegaste— ambas se incorporan como un resorte ansiosas porque les cuente todo poniendo en pausa Orange ls The New Black.


— Emi, dinos quién era el hombre X —pide una Sara ansiosa desde su lugar junto a June. — Oh por Dios, te dio  su chaqueta. — chilla cuando ve la prenda que traigo en los hombros.

Camino hasta sentarme en el sillón contiguo al de ellas y me quito los tacones para que descansen mis pies un poco.

— Creo que la cagué— anunció alternando la mirada entre ambas.

— ¿Por qué? — Inquieren ceñudas  al unísono.


— ¿ Qué fue lo que pasó? — pregunta June un poco alarmada.

— ¿Quién es el hombre X? — insiste Sara. —Cuenta, cuenta — me insta Sara con un ademán para hacer énfasis en su petición.


— El hombre X es Max— les suelto y su cara es un cuadro digno para tomar una foto.

— ¿Qué? — gritan las dos al mismo tiempo.


— Pero cómo y por qué. — exige June.

— El cómo, no lo sé, el porque, si me lo dijo.


— ¿Y por qué lo hizo? No era más fácil pedírtelo de frente — pregunta Sara.

Ninguna de las dos saben de los acercamientos que hemos tenido y por supuesto tampoco del beso que nos dimos en la gala, si no se los dije no fue por falta de confianza, fue porque muy en el fondo sé que para él las mujeres son un juego y no quiero que alguien más me lo diga aunque yo ya lo sepa de sobra.

— Dijo que no me lo había pedido porque sabía que me iba a negar. Y por la misma razón decidió que todo fuera anónimo.

— Pero ¿Qué te dijo? ¿qué quería? — me insta Sara.

Tomo una bocanada de aire para agarrar valor y decirles lo que pasó en la gala.

— June, ¿recuerdas en la gala cuando me encontraste en los jardines e iba un poco agitada?

Ella me mira ceñuda pero asiente.

— Esa noche mientras tú hablabas con Sara él y yo bailamos una canción.

Procura seducirme muy despacio.

Por favor, no es el momento.

Esa molesta vocecilla hace un gesto de colocarse  un cierre en los labios y pone cara de niña regañada.

— Durante el baile — continuo explicando— hubo mucho roce de nuestros cuerpos y la temperatura subió unos grados, el punto es que salí a tomar aire al lago y el me siguió y bajo el amparo de la oscuridad que ofrecía un roble él me besó, y yo le devolví el beso.

Una vez terminada la explicación las  miro alternamente, ambas tienen los ojos entornados del tamaño de naranjas y la mandíbula desencajada.

— No. Lo. Puedo. Creer. — es Sara la primera que habla.

— Sabía que había tensión cuando estaban juntos, pero no me imaginé que ya lo habías probado, Nene. — habla June pero aún sigue pasmada. Sabe delicioso, pero es algo que no les digo y me lo reservo solo para mí — ¿Por qué no nos habías dicho nada? — va saliendo poco a poco de su estupor.

— Si no dije nada no fue por falta de confianza —me sincero — fue porque en el fondo sé que eso estuvo mal, y para él este tipo de cosas es prácticamente un juego y no quería que me confirmaran que soy una  tonta por caer en el. — bajo la mirada a mis manos las cuales estoy jugueteando en mi regazo.

— Nene— habla June en tono suave, se levanta de su lugar y se sienta junto a mi. — nosotras jamás te juzgaríamos por nada, menos  por algo así. — Sara apoya las palabras de June con asentimientos de cabeza.

— Pero eso no es todo, el motivo por el cual quería cenar conmigo era para proponerme algo.

— ¿Qué cosa? — pregunta Sara, su voz apenas un susurro, tiene las puntas de los dedos en los labios y sus ojos abiertos de par en par.

— Me pidió en pocas palabras, que  tengamos sexo por una noche, y en esa noche quiere que yo lo obedezca en todo.

Si antes tenían los ojos muy abiertos ahora siento que en cualquier momento se les saldrán de las cuencas.

— Me va a dar algo — chilla Sara abanicándose con las manos.

— Creo que se me bajó la presión —informa June, tiene una mano puesta dramáticamente en el lado izquierdo de su pecho— o me va a dar un infarto.

— Que le contestaste, Emi.

— Le dije que no.

Me parece ver un atisbo de decepción en sus facciones.

Aunque por dentro nos moríamos por decirle que si.

Que poco te duró el cierre en la boca.

— Y él ¿cómo reaccionó, Nene?

— Siguió insistiendo y acordé que lo pensaría pero no le prometí nada.


— Estoy anonadada, —June empieza a levantar los dedos uno por uno para enumerar sus puntos— Máximo Bécquer pagando una fortuna para tener una oportunidad de cenar con alguien. Máximo Bécquer convenciendo a alguien  para tener sexo. Y la cereza del pastel Máximo Bécquer insistiendo para tener sexo con ese alguien. Segura que era Máximo Bécquer .

PUDE HABER SIDO YO [+18] COMPLETA ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora