María 2:2-1:

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"Aquel que es dueño de su propio corazón será tildado como un necio, pero solo los sabios son necios."—Proverbios 17:17

Lucifer me ve cruzado de brazos y yo relamo mis labios, infiriendo todos los improperios que aquel que se autoproclamó mi novio ha de estar dirigiéndome. No bajo la mirada, sé que no está contento, pero es mi vida la que está en riesgo, no me disculparé por tomar decisiones que directamente me incuben. En lugar de dejarlo hablar, me acerco a la caja de primeros auxilios que azotó contra la mesa. Él toma mi muñeca con delicadeza, a pesar de la tensión en su mandíbula.

—¿Podrías quedarte en la silla donde te deje?—no es una solicitud, es un orden camuflada—. Necesito vendarte la herida antes de que sangres en toda la alfombra.

Entrecierro los ojos, mira quien habla, él es quien tiene varias manchas carmesí en su camisa, algunas son mías, otros de los hombres de Saint, pero la grande en su hombro es suya. Mi mano tiene el corte que me hice con la daga, está inflamada y sangrando. Pero, su herida no la puedo ver y me desespera su indiferencia hacia su seguridad y su sobreocupación por la mía.

—Pues yo necesito ver la tuya—su mirada acorrala la mía y ninguno pretende acceder a darle el control al otro. Es él quien abandona nuestra batalla de control y me toma de la cintura, me carga sin problema hacia el sofá para subirme en su regazo.

Sus movimientos dejan de ser calculados y me deja recibir sus toques llenos de frustración. Aguanto la necesidad de soltar varios suspiros.

Él se extiende aún conmigo en su regazo y toma la caja. Antes de que pueda replicar él me la entrega. Mientras la abro para analizar lo que necesito, él se deshace de su camisa. Me cuesta concentrarme en mi rabia, en su torso y en su herida al mismo tiempo. 

—¿Qué esperas? No es esto lo que quieras.... Joder—interrumpo su palabreo, su tono me recuerda a los viejos tiempos, por lo que disfruto escucharlo maldecir mientras me remuevo para acomodar todo lo que necesito. Siempre se ha sentido como una victoria lograr causarle este tipo de reacciones.

No me sorprende que removerme le haya removido más maldiciones que el limpiar su herida con agua y remover los residuos de suciedad con una gasa. El único indicio de dolor que muestra recae en como sus manos se aferran a mi cintura. Termino tranquila mi trabajo al asegurarme que, tal como me aseguró camino a su oficina, la bala solo lo rasguñó.

—Mi turno—toma mi muñeca y a diferencia de él no puedo evitar moverme ante sus cuidados—. Quieta, Angelito. No estoy de humor para corregirte de buena manera.

No debería obedecerlo, debería gritarle qué quien se cree, pero no hago nada de eso. Lo insulto en mi cabeza mientras hundo mi cabeza en su cuello, él se tensa, pero no cuestiona mi decisión. No reacciono hasta el final, cuando puedo sentirlo guardando todo, incapaz de avisarme que todo está listo, yo decido que ya lo está.

En efecto, mi mano está vendada cubriendo el corte, Lucifer no me ve mientras termina de guardar la caja.

—Tú estabas ahí. Ellos quieren llevarme a quien sabe dónde para hacerme el supremo sabe qué. Necesito tener las herramientas para protegerme. Por mucho que quieras estar ahí para todo, no puedes salvarme todo el tiempo y tampoco quiero que lo hagas—lleno el silencio.

Él suspira ante mis palabras, sabe que tengo razón, pero es incapaz de admitirlo en voz alta.

—Pudiste haberte hecho más daño. Lilith te lanzó una navaja que casi te deja sin mano y tu inmediata respuesta fue darle las gracias. Honestamente, no sé qué estamos haciendo.

Parte de mí se encoge ante su tono final. Aparto esos pensamientos, no tengo tiempo para sentirme como una carga, no ahora. Aparto su despeinada melena de su frente y delineo su barba. Esto es algo que hago desde que él mismo lo sugirió para distraerme de mis pesadillas, cuando despertaba más de diez veces en la madrugada. Lucifer no me detiene, sus ojos están fruncidos y no sé si es por enojo o porque se niega a relajarse.

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⏰ Última actualización: Mar 17, 2023 ⏰

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