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Caminé detrás de Heather hasta quedar paradas frente a sus padres.
Los adultos nos observaban asustados y con lágrimas en sus ojos.
—Hola, papi. —Saludó Heather.
La morocha se sentó de cuclillas frente a su padre y bajó la corbata que cubría su boca.
—Heather... Cariño... —El hombre me observó enojado. —No sé qué pasa, en qué te metió, pero no le hagas caso. Puedes parar esto.
—No se puede parar, papi. —Respondió Heather. —Ya verás.
Acarició la mejilla del hombre y se levantó.
Caminé hacia la señora y me incliné frente a ella. Al igual que Heather, quité la venda que cubría la boca de la mujer y acaricié su rostro.
—Heather, ¡por favor! ¡Heather! —Gritaba Janet asustada. Puse mi mano en su boca para que guardara silencio.
—Quédese muy quieta. —Murmuré.
Me levanté y me paré junto a Heather. Les dimos un último vistazo a sus padres, y ambas comenzamos a subir las escaleras del sótano, dejando a los adultos a la suerte del gran monstruo.
Una lágrima cayó por mi mejilla al oír los gritos de los padres, pero ya era tarde, no había nada que pudiera detenerlo.
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Entré a la piscina pública, una gran sudadera y un jean holgado decoraban mi cuerpo.
Billy al verme, bajó de su silla y corrió hacia mí.
—¿Podemos hablar? —Asentí.
Antes de que comenzara a hablar, tomé su mano y la apreté.
—Vamos a otro lugar. —Susurré.
Caminamos hacia las duchas, y al llegar, trabe la puerta para que nadie pudiera entrar
—Bel, te extraño mucho. —Murmuró cerca de mi rostro. Bajé mi vista y las comisuras de mis labios se estiraron unos milímetros.
