Sol y niebla

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Un ruido poco común trajo de vuelta a Garnet, quien por primera vez en varios días había podido sucumbir al sueño. Al parecer quedarse socializando de temas que la hacían feliz la había ayudado a borrar los restos de pesadillas que solía tener todas las noches.

Pudo escuchar el retumbar de unos sonoros pasos por la escalinata principal y se apuró a tomar su bata y cubrirse. Temiendo la entrada de un intruso agarró entre sus dedos la jofaina de cerámica para sostenerla como arma de ataque. Podía sentir el palpitar de su corazón en los oídos y el miedo le erizó la piel.

Cuando estuvo lista para saltar ante el sujeto que entraba descaradamente a su habitación, tuvo que retroceder varios pasos para atrás y no dañar a Laurie, quien ingresó de golpe y casi cayó sobre ella.

La adolescente cayó a un costado y ella alcanzó a trastabillar para terminar sentada violentamente en su cama destendida.

-¡Sorpresa!-vociferó la pelinegra riendo en el suelo con todas las capas de su densa falda alrededor. Garnet estaba perpleja mirando toda la escena e intentando que el pulso se le calmara lo suficiente para poder hablar.

Desde el borde de la puerta pudo ver a James jadeando y asomándose, dándose cuenta que no había logrado alcanzar a su escurridiza cuñada. El rubio la observó y se disculpó por la indiscreta intromisión, volteándose ya que ella aún permanecía en camisón.

-Lo siento, yo sólo quise frenarla pero creo que los años no me ayudaron...-dijo avergonzado y se fue, dejando que Fancy entrara cargando un...una...bola de tela.

-¡Por Dios! ¡Ha nacido ya!-esta vez la ruidosa voz de Garnet hizo eco en toda la habitación y se abrió paso entre su hermana menor para ver a su sobrino entre los brazos de su feliz madre. La tierna criaturita era tan rosada que contrastaba con el lino que lo envolvía y podía notar los cabellos color castaño surgiendo de su pequeña cabecita.

-Queríamos que conocieras a Phillipe, por lo que vinimos sin avisar para evitar que viajaras y te pusieras en un aprieto con la biblioteca-susurró Fancy, que observaba la cara de admiración de ella.

-¡Es el sobrino más hermoso del mundo!-afirmó Laurie levantándose torpemente del piso-Se la pasa riendo y jugando con Humo. Garnet la miró con desaprobación.

-La próxima vez voy a golpearte con esa jofaina, a ver si de una vez por todas aprendes a entrar como un ser humano normal y educado-la criticó y esta se burló torciendo los ojos.

Fancy miró a Garnet con ojo crítico y le sonrió-Laurie, vamos a dejar que tu hermana pueda prepararse. Hemos llegado sin avisar y merece al menos un momento para poder cambiarse.

Así ambas hermanas se fueron, cerrando la puerta a su paso para brindarle más intimidad. Garnet no podía culparlas, después de todo, nunca habían estado acostumbradas a la intimidad ya que debían compartir absolutamente todo en la casa Flipsen. Además, Garnet estaba viviendo gratuitamente en la propiedad de James, y por lo tanto no podría negarles la entrada por más estrepitosa que fuera.

Por alguna razón, la llegada de Phillipe la llenó de un anhelo poco descriptible. Ver la rozagante carita de su nuevo sobrino la hacía sentir como si se hubiera abierto una puerta desconocida para ella: la maternidad. Era raro, ya que no era la primera vez que veía a un bebé, teniendo en cuenta que su prima Danielle tenía ya dos y a uno de ellos casi había visto nacer, de no ser porque casi se desmaya de la impresión.

La duda flotaba entre las paredes celestes del cuarto, emitiendo un sin fin de interrogantes complejas para ella. Durante todos sus años, el interés de tener hijos por parte de todas las féminas de Londres le resultaba algo poco entendible. Eran criaturas llorosas, ruidosas y significaban una vida de sufrimiento, dolor y soledad, ya que lo único que conocía era el rostro de su madre llorando porque el padre de sus hijas las echaba de su casa, dejándolas a su suerte.

Encuentro de un geranioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora