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| Parte inicial ; Ella. |
Mi nombre es Victoria Echeverría, tengo 17 años y creo tener bien claro que es lo que quiero para mí. Me forzaron a madurar a muy corta edad, que yo recuerde nunca jugué a ser enfermera con heridas falsas, si no que curaba heridas de verdad.
Tengo un hermanito llamado Lautaro, mi Lauti tiene 1 año recién cumplido… O más bien "tenía" porque un día el señor que se hace llamar mi "padre" se canso de el y se lo arrebato de las manos a mi madre para luego salir por la puerta y volver en la noche sin el.
Ahora el debe de estar por cumplir los 2 años, supongo que el debe de estar con otra familia o en cualquier lugar donde ojalá y dios me escuche, el este bien.
Recuerdo que el día que mi papá se lo llevó fue porque según el se canso de tener que escucharlo llorar, tener que trabajar por una boca más que alimentar y que viviríamos mejor sin él.
Sacudo mi cabeza con intención e intento alejar los recuerdos y pensamientos de mi mente, suelto un soplido con cansancio y alejo mis cuadernos de mis piernas para luego levantarme de mi cama con frustración. Tenía que estudiar para un examen de Lengua y literatura, pero el libro que nos habían dado para leer trataba sobre un bebé que fue a parar a manos de alguien que no lo merecía. Eso me recordaba a Lautaro y realmente me hacía muy mal, así que mejor estudiaría más rato o buscaría otra forma de aprobar sin tener que leer ese libro.
Me acerco a la ventana en mi habitación, la abro y apoyó mi cuerpo en el marco de ésta para tomar un poco de aire. Mientras lo hago escucho algunas risas provenientes de la calle, seguido a eso escucho unas zapatillas raspar la calle en significado que alguien intentaba frenar la bici y no tenía frenos.
Veo la bicicleta frenar en la vereda frente a mi ventana, en mi rostro se forma una sonrisa al notar a Dylan, quien veia sus zapatillas ya gastadas y luego volteaba a verme con su sonrisa tan característica de el.
—Te ví desde lejos y pase a verte un ratito aunque sea —dijo dylan dejando la bici tirada en el cordón de la vereda y después corriendo hasta mi ventana.
—¿Que onda, dy? ¿Todo bien en casa? —le pregunté y el hizo un cara de "más o menos"
—Por ahí andamos y na' mi casa nunca está bien —dijo Dylan mientras tocaba su pelo. —¿Vos qué onda, Tori?
—También, por ahí andamos —le respondí de la misma forma y el me miró entendiendo.
Con dylan eramos amigos, yendo a mejores amigos. Nos conocimos en el primer año del secundario, ambos éramos los callados del salón y pegamos amistad después de varios trabajos que nos dictaban los profesores. Dylan era bastante social, pero el problema es la gente que no aceptan a un chico tan bueno cómo él.
Realmente no lo entiendo.
—¿Puedo pasar? —pregunto Dylan y yo negué con tristeza.
—Mi papá debe de estar por llegar, es mejor que estés afuera y que te vea en la ventana a qué te vea en mi pieza —le explique y el asíntio, el ya conocía mis problemas.
—No pasa nada, ¿Que hacias? —me pregunto chusmeando mi pieza con la mirada.
—Trataba de estudiar para el examen del lunes, pero no puedo leer el libro —dije y Dylan soltó un suspiro cansado.
—Sabía que te iba a pasar eso, pero mira, tengo la solución y esa es que hagamos el exámen juntos ese día y yo me ocupo de la parte del libro —me dijo Dylan y yo rei
—La profesora no deja que hagamos grupo en los exámenes —dije y el negó.
—La profesora nunca se va a enterar que lo vamos a hacer juntos —dijo Dylan mientras me miraba a la cara con sus lindos ojos azules —deja, mamita, yo me encargo.
Dylan paso la mitad de su cuerpo por el marco de la ventana y me dió un beso en la mejilla, después de eso me sonrió y salió corriendo a su bicicleta. Voltee a ver a la esquina de la cuadra y ví a mi papá empujar el auto junto con ayuda de otros dos tipos más.
El iba tan distraído en sus puteadas al auto que lo acompaña desde que yo naci, que no se dió cuenta de Dylan y su escapé fugaz de la cuadra.
Después de que dejara el auto en la vereda y hablé algo con los dos tipos volteo a verme con enojó.
—Cerra ya esa ventana, victoria, porque te juro que te parto la cab-—no lo seguí escuchando ya que cerré la ventana y corrí a buscar mis libros.
Sentí el portazo de la puerta principal y después el de la puerta de mi pieza, lo ví mirarme con enojó mientras cruzaba sus brazos.
—¿Que hacias en la ventana, eh? —pregunto en un tono retador.
—Termine de estudiar, me dolía la cabeza y la abrí para respirar un poco de aire nomás —le dije y el abrió sus brazos con sarcasmo en su mirada.
—Aaah, "para tomar aire" bajate de esa nube, imbécil —me dijo y yo frunci mi ceño.
—¿Qué decís? Si hubiera salido a respirar fuera de la casa la historia sería diferente, no se que problema tenes de que abra la ventana —dije y mi "papá" se acerco para darme una cachetada en la cara.
—No me contestes, pendeja —dijo en un tono alto, estoy segura que hasta afuera se escucha su voz.
—Bueno, perdón —le dije mientras trataba de no soltar lágrimas, ya que sabía que si lloraba sería boleto a otra cachetada.
—No me hables en todo el día. Ahora levántate y ayuda a tu mamá a preparar la comida —dijo en mi cara y yo asenti mientras me levantaba, y caminaba hasta la puerta para salir corriendo a la cocina.
Al llegar mi mamá no me miró ni un segundo, siempre que pasa algo así me ignora, por algo será.
—Quiero polenta con tuco, vuelvo en un rato, Andrea —dijo mi "papá" hablándole a mi mamá.
Ella asíntio. Vi como mi papá salía y se alejaba de la casa. Hice un gesto no tan agradable y voltee a agarrar una cebolla para comenzar a cocinar.
—Es un idiota, lo odio tanto —dije y mire a mi mamá, quien cada acción que hacía lo hacía con lentitud.
—Es tu padre, tenés que respetarlo y todo va a estar bien —dijo ella y yo negué.
—Si, va a estar bien directo mi pasaje al cementerio de tantas palizas que nos da —le dije mientras le mostraba mi cara dónde me había pegado con anterioridad.
—Bueno, Victoria, cerra la boca y cocina si no querés otra paliza —dijo mi mamá amenazándome, pff si no era el era ella.
Solté un suspiro cansado y seguí con la cebolla, cortandola con enojó y apretando con furia el cuchillo en mis manos.
