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Jungkook estaba sentado con un pie levantado sobre la dura litera, con el codo apoyado en la rodilla mientras contemplaba los blancos muros estériles de las celdas. Había tres, cada una separada por una rejilla de alambre grueso. Jungkook apoyó el hombro contra la rejilla de su celda y exhaló lentamente.

—Por lo menos ya no nos van a disparar —dijo a SeokJin arrastrando las palabras, manteniendo el acento británico sólo porque molestaba a los agentes italianos y a la seguridad del barco, quienes todavía estaban tratando de averiguar quién demonios eran. Y porque podía, joder.

—Cierto —estuvo de acuerdo SeokJin, cambiando de postura cansadamente en la pequeña litera de la celda de al lado. Todavía parecía tenso—. Lo aclararán pronto y nos dejarán salir de aquí.

Una vez que la seguridad de la nave logró reunir todos los datos, la situación se había calmado rápidamente. Sobre todo porque todo el mundo estaba encerrado en algún lugar u otro, según los diversos y extraños visitantes que habían recibido para informarles o burlarse de ellos.

Dolce y Gabbana habían venido para gritarles por meter (tal vez) las narices americanas donde no pertenecían. Los dos matones resultaron ser realmente de la Guardia di Finanza italiana, presumiblemente asignados para encerrar a los Bianchi. Jungkook y SeokJin sólo podían asumir que Vartan Armen había tratado de dar un golpe de Estado, había suministrado a la Guardia la información que necesitaban para arrestar a la pareja italiana. Jungkook estaba bastante seguro de que estos dos no pasarían mucho tiempo en sus puestos de trabajo después de que presentaran todos los informes.

Era posible que Armen no hubiera recurrido a un intento de asesinato, pero nunca lo sabrían a ciencia cierta, ya que estaba en la morgue de la nave y no podía contarle a nadie lo que había sucedido. Mientras que Armen podía o no haber sido el culpable de los atentados contra la vida de Jungkook, los autores del incidente de buceo y la escalada no podrían ser encontrados, según el capitán.

Jungkook sospechaba de los mismos hombres que habían estado disparando y persiguiéndoles, era probable que hubieran planeado engañar a toda la red de contrabando y matarlos a todos. Tampoco hablaban, lo que dejaba mucho espacio a las conjeturas sobre quién demonios eran en realidad y que había sucedido. Habían sido encerrados en la cárcel en Tortola, y estaban detenidos por cargos de intento de asesinato. Incluso podrían enfrentarse a cargos por intentar secuestrar el crucero, si los fiscales se sentían particularmente vengativos. Jungkook pensó que habría otros cargos en el futuro, incluyendo contrabando, lavado de dinero y posesión de armas en espera de la extradición.

El capitán les había informado cortésmente que los Bianchi estaban en arresto domiciliario en su camarote hasta que Dolce y Gabbana pudieran reclamar la jurisdicción.

Jungkook se preguntó cómo diablos SeokJin y él habían quedado encerrados en esta maldita celda en vez de en su lujoso camarote con un guardia en la puerta. Cuando Jungkook había expresado esa objeción, el capitán les había informado cortésmente que se quedarían donde estaban... hasta que llegaran al puerto de Maryland.

Más les valdría ponerse cómodos.

Jungkook volvió la cabeza para mirar a SeokJin, su boca se retorcía en una sonrisa.

—McCoy me dijo específicamente que si acababa en el calabozo no le llamara — dijo con irónica diversión—. No estoy seguro de que me molesta más, el hecho de que asumiera que acabaría aquí, o que estuviera en lo cierto.

SeokJin hizo una mueca, pero todavía reía.

—Pero superamos el desafío —dijo—. Nos lo debe, a ti, eso.

—A nosotros —corrigió Jungkook. Asintió con la cabeza, mirando a SeokJin. Se movió y se giró, metiendo los dedos entre la reja y apretando la nariz contra ella—. Sé que esto no es todo diversión y juegos para ti.

PESCADO&PATATAS FRITAS || #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora