En Llamas (parte 2)

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Confundida era la palabra que Juliana había elegido para resumir cómo se sentía en ese momento.

Completamente confundida y si alguien le habría preguntado los motivos empezaría a enumerarlos como lo haría a continuación mientras salía de la sala principal del Palacio, a través del mismo largo pasillo por el cual había ingresado hace solo unos minutos.

Iniciando el análisis determinó que antes que nada estaba confundida con sus propias acciones, no lograba concebir el haber cancelado a último segundo el plan de asesinar a Nerón con sus propias manos, como lo había jurado hacer desde la injusta muerte de su padre.

Después se encontró aún más confundida con la mujer que acababa de conocer y de la cual había visto tantos matices en tan poco tiempo, de la amabilidad, hasta una sonrisa, de la ternura hasta la preocupación y de la sorpresa hasta la ira, mucha ira.

Y por último confundida con la situación en la que apenas se había envuelto, según las últimas indicaciones del vil emperador, Juliana tendría que ser la sombra de la emperatriz, estaba claro que Nerón lo hacía para vigilar y controlar a su esposa, desde la empatía podía entender el enojo de la bella mujer.

¿Cuál se suponía que sería el siguiente paso ahora?

Mientras caminaba, la daga que debió haber estado incrustada en el pecho de Nerón, le pesaba más de lo que debería. Podría haber llevado a cabo su plan, el dictador estaría desangrándose en el piso en este momento - y ella probablemente acompañándolo también - de no haber cambiado de decisión en el último instante.

Y lo peor de todo había sido el motivo que la detuvo, el cual ni ella misma lograba entender completamente.

Había saboteado sus propios planes por una mujer que apenas conocía y quien claramente ahora la odiaba, sintió un escalofrío al recordar esos ojos azules pasar de cálidos a gélidos en cuestión de segundos.

Pero no tuvo otra opción, era haber aceptado el ofrecimiento de Nerón o haber asesinado al vil hombre en frente de la emperatriz quedando como una asesina ante sus ojos.

- ¿Por qué no pude hacerlo frente a ti? - se preguntó en voz baja.

Definitivamente conocerla de antemano y haber intercambiado palabras con ella había dejado en Juliana una impresión de que esta mujer no era igual a su malévolo esposo, aún era muy pronto para decidirlo lo sabía, pero de alguna manera extraña estaba convencida de que Valentina era otro tipo de persona.

Cerró los ojos por un momento, tratando de entender el sinsentido de sus pensamientos, pero una voz llamó su nombre interrumpiéndole.

- ¿Juliana, ya te vas tan pronto? - le dijo Séneca.

- Claro que no amigo, apenas ando conociendo mi nuevo lugar de trabajo - respondió con una sonrisa.

- Ah, la hazaña, no dudé que fueras a quedarte de alguna manera.

- Gracias a ti por la intervención- le dijo la morena.

- De nada...aunque no quiero aguar la fiesta ni nada pero...

- ¿Pero? - preguntó Juliana levantando una ceja.

- No pretendo asustarte, pero creo que tu nuevo trabajo está algo complicado, no lo tomes a mal la emperatriz es muy buena persona, pero...en fin ya la conocerás mejor - dijo Séneca formando una línea con sus labios.

Juliana frunció el ceño.

¿Estaban hablando de la misma mujer, -pensó Juliana- de la dulce y tranquila dama que desinteresadamente la había ayudado a bajar al gato de aquel árbol?

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