Volverte a ver

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Inmóvil.

Es como se encontraba en aquel momento, sentada en el sofá, bajo la tenue luz de su departamento con la mirada perdida en el vacío, tratando de ignorar las notificaciones que llegaban a su celular.

No estaba lista.

Aún no.

La pantalla de su celular se encendió anunciando un nuevo mensaje, no lo había utilizado desde que salió del restaurante, incluso cuando pasó por el umbral de su apartamento fue incapaz de desbloquearlo para leer lo que, probablemente, la mujer que invadía todos sus pensamientos había escrito.

Ahora solo podía mirar sobre la negra mesa de centro al objeto destellante que llamaba insistentemente su atención, sus manos se movían por segundos con el impulso momentáneo de atreverse por fin a responderle pero finalmente, no podía.

Simplemente le era imposible hasta este momento procesar lo que estaba sucediendo.

Para Valentina la vida siempre fue simple, práctica, precisa y sin muchas sorpresas. Todo estaba planeado en la suya incluso desde pequeña, no creció en una familia adinerada por lo que tuvo que estudiar arduamente para ganar becas y lograr metas que se había propuesto y así fue, hoy tenía su propia agencia de modelaje, era la mejor en el mercado y todo producto de su esfuerzo, dedicación y sobretodo planificación.

Lo mismo sucedió con su vida romántica, siempre esperó conocer al hombre que la acompañara en su camino y la apoyara en cada paso de superación, pensó en tener algún día una familia como la mayoría de las personas, es lo que te enseñan en la escuela al fin y al cabo.

El humano nace, crece, se reproduce y muere...

¿No es así?

Más allá de creencias religiosas de las cuales nunca fue muy apegada, Valentina siempre tuvo claro que en la vida hay pocas oportunidades para triunfar y alcanzar las metas, no era de otra manera para ella.

Solo se vive una vez.

¡¿No era así?!

Ofuscada se puso de pie acercándose al bar que tenía instalado a unos pasos, se sirvió una copa de vino borgoña, aunque su mente le pedía algo más fuerte, era consciente que no debía perder la cordura, bueno la poca que le quedaba.

Porque esa era Valentina...

La mujer que tenía todo claro y calculado, por lo cual no entendía nada de lo que estaba sucediendo ahora, porque todo era tan raro, tan absurdo y completamente desconocido.

Esta situación tenía las características de todo aquello que no podía controlar y lo detestaba.

¿Quién se creía que era esta mujer llegando a su vida de esa manera a poner todo de cabeza?

Valentina estaba enojada.

Apenas pudo explicarle a Charles por qué quería terminar tan temprano su noche y por qué era mejor que él no se quedara con ella, esperaba que la excusa de una jaqueca haya saciado su curiosidad aunque estaba segura que su perceptivo novio le preguntaría, cuando la volviera a ver, cuál era la verdadera razón de su actitud y si tenía algo que ver con la misteriosa mujer que se acercó a su mesa.

Y por supuesto que tenía que ver todo con ella, todo el caos en su mente, en su vida y en sus emociones, no...¡emociones no!

¿Pero qué estaba pensando? Se sentía muy ridícula en ese momento, de un gran sorbo terminó la copa de vino sintiendo cómo el dulce líquido caía por su garganta.

Café con Leche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora