En lo alto del cielo las aves revoloteaban, los árboles se erguían en el camino, tan imponentes y macizos, alojando en su verdor criaturas que observaban a la distancia, curiosas de la pareja errante que pasaba.
- ¿Cómo crees que sea vivir en un árbol? - dijo Valentina mirando a una ardilla treparse hacia lo más alto.
- Creo que podría ser muy divertido - respondió Juliana - despertar y tener una manzana creciendo a tu lado, o a un ave mirándote medio raro por algo que decías mientras dormías - agregó haciendo reír a la ojiazul - además también está la vista desde ahí arriba, a ti te vendría bien.
- ¿A mí?
- Claro, no creas que he olvidado ese talento tuyo de trepar árboles, cosa que por cierto nunca me enseñaste...- le recordó la morena a medio reproche mientras le lanzaba una rama a Yooko.
- Es que no es mi culpa que a la pequeña tormenta la hayan castigado y no haya podido salir conmigo el resto de la tarde el día que nos conocimos - le devolvió Valentina mientras veía al lobo regresar con la rama en su hocico.
- Ah...mi madre me castigaba hasta por existir - se lamentó Juliana - todo porque no quería aprender todo lo que ella quería enseñarme.
- Siempre admiré eso de ti - comentó la castaña recibiendo la rama de Yooko.
- ¿El qué? - preguntó Juliana levantando una ceja al ver que su amigo tenía preferencia por cierta ojiazul.
- Que hayas sabido lo que querías desde tan pequeña...fue una de las razones por las cuales nunca te olvidé - confesó Valentina con un sonrojo empezando a formarse en sus mejillas.
De repente el pecho de Juliana se sintió invadido de una sensación que le costaba describir.
Hacía algún tiempo, en un viaje donde su padre le enseñaba a sobrevivir en el exterior, atravesaron un campo del cual inmediatamente muchas mariposas salieron ante su presencia, volando sobre ellos, algunas posándose sobre sus cabezas y decidió que así se sentía dentro de ella.
Todas aquellas mariposas revoloteando en su interior, amenazando con elevarla hasta el cielo por tantas que sentía y no deseaba que se detuvieran.
Volvió su vista hasta la ojiazul y al notar el sonrojo en ella sonrió enternecida.
- ¿Qué? - preguntó Valentina al sentir que Juliana la miraba con una amplia sonrisa en su rostro.
- ¿Tenías otras razones para no olvidarme? - comentó con el mismo gesto.
- No...digo sí - respondió la castaña pestañeando varias veces.
Juliana rió ante su reacción.
- ¡Ay, no te dire más! - le dijo la ojiazul caminando hacia adelante y pasándola de largo.
- ¡No espera! - la detuvo Juliana tomando su muñeca y parándose frente a ella, pensando al instante en lo adorable que lucía Valentina con sus bellos labios fruncidos - Val...yo también tuve muchas razones por las cuales nunca te olvidé - le dijo acariciando su mejilla.
El arrebato de la castaña se disminuyó al sentir su suave piel tocándola de esa manera.
- ¿Cuáles? - casi suspiró Valentina, evitando cerrar los ojos al sentir su delicado contacto.
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Café con Leche
RomanceElla dijo "No me gusta que toquen mi rostro" y fue todo lo que necesité para saber que era real.