Diferentes sonidos hacían eco en el profundo y casi lúgubre espacio, podía ver casi nada, solo siluetas, sombras y escuchar sonidos de tambores y voces, muchas voces.
Se movió hacia la derecha y no, aún no podía ver nada...
Luego se movió hacia la izquierda...y luego un poco más...
¡Bien!
Ya podía ver...al menos algo.
Se viró hacia su pequeño acompañante poniendo un dedo sobre sus propios labios, advirtiéndole a que guarde silencio, no quería que fuesen descubiertos.
- ¡Atención! - resonó una voz masculina e imponente en todo aquel espacio, de pronto las demás voces desaparecieron y el silencio efectivamente se apoderó del lugar.
Podía ver, desde donde estaba, varias cabezas que miraban en dirección a la voz del alto hombre que llevaba un pantalón de lino, una pechera de cuero y una piel gruesa que cubría su espalda desde sus hombros hasta sus pantorrillas, si tan solo pudiera acercarse un poco más, pero sería imposible sin revelar su ubicación y la de su ansioso compañero.
- ¡Miren, usen bien sus ojos! - dijo el alto hombre de cabello negro señalando su vista con dos dedos - usen bien sus manos, recuerden cómo lo hicieron nuestros padres, cómo ellos nos dejaron todo esto...- señaló levantando una antorcha hacia las paredes de la cueva, llenas de diversos dibujos.
Todas las cabezas miraron con asombro, observando detalladamente cada aspecto que se iluminaba con la luz natural de la entrada y la ayuda extra del fuego.
- Todo viene de aquí - continuó hablando el hombre arrodillándose en el suelo y tocando la tierra - y de aquí - dijo para después ponerse de pie y tocar la roca ante la atenta mirada de todos.
Luego de unos segundos volvió a agacharse entregando la antorcha a alguien más, pero esta vez levantó un pequeño recipiente de barro en el cual introdujo su mano que se tiñó de rojo ante la expectación de todos.
- Hoy empieza ese camino para todos ustedes, futuros guerreros, futuros protectores de este clan - habló colocando su mano sobre una roca dejando su huella sobre ella ante la continuación del asombro general - hoy será el día que...
Decía, pero el ruido de una roca golpeando el piso cerca a la entrada de la cueva interrumpió su discurso, en pocos segundos todas las cabezas voltearon alertas ante la intromisión.
- ¡Allá! - gritó un hombre adulto, el que sostenía la antorcha, señalando el movimiento de lo que parecía ser un pequeño animal.
Inmediatamente todos los presentes se pusieron de pie tomando sus lanzas, listos para el ataque pero fueron detenidos.
- ¡Paren! - gritó el hombre que manejaba la reunión deteniendo al grupo y caminando entre ellos hasta llegar al final de la cueva - ¡Salgan ya, criaturas salvajes, o serán cazados sin piedad! - ordenó en voz alta ante el ceño fruncido de algunos y el temor de otros.
De repente un pequeño lobo de pelaje gris saltó a la vista, muy alegre moviendo la cola al reconocerlo ante la queja de una suave voz que provenía de la oscuridad.
- Y usted otra criatura... - dijo él - muéstrese.
Lentamente una pequeña cabeza con cabellos negros como la noche se asomó apenas por encima de la maciza piedra, grandes ojos cafés lo observaban con temor.
El alto hombre suspiró sonriendo.
- Hola Quinatzin...- dijo ante el gruñido del lobito que demandaba su atención - y tú Juliana, sal de allí también.
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Café con Leche
RomanceElla dijo "No me gusta que toquen mi rostro" y fue todo lo que necesité para saber que era real.