Viajes al pasado.

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Hablando de saltos en el tiempo...

Ken llevaba tantos años sin sentir la piel de una mujer, ni un beso siquiera quiso probar después de la muerte de Emma, pero esa misma soledad y Kimi lo volvían loco en muchos sentidos.

Ese loco deseo nació aproximadamente un año atrás, aquella mañana en que Kimi despertó junto a él en una posición que nunca se esperó. Sin contar las veces en que él debía disimular su excitación cuando por la noche, a solas en la oscuridad veían películas y ella ponía sus piernas desnudas sobre el sofá, con una camiseta-pijama que le llegaba hasta la mitad de los muslos. Ni hablar de cuando ella se ponía de pie para ir a buscar alguna golosina y sin querer dejaba ver sus bragas. Él solo se limitaba a mirar, respirar, pensar en Mikey y en la idea de que a él también le gustaba ella y dirigir su mente a otros pensamientos. Pero aquella vez que ella fue a meterse a su cama después de un problema que tuvieron entre ellos, se durmieron y despertaron abrazados; ella tenía una de sus piernas justo sobre la parte delantera del bóxer de su amigo más alto, él despertó, como cualquier hombre lleno de energía, con una erección que le hacía sentir incómodo. Como era verano y el calor era casi insoportable, estaban dormidos sin taparse, y él podía ver la pierna completa de Kimi sobre su cuerpo, además de su calzón. Se fijó obsesivamente en una figura tribal que se parecía mucho a la cola del dragón que tenía él tatuado en su cabeza. Tragó en seco y cerró los ojos rogando porque ella no fuera a moverse y despertara sintiendo su miembro así de vivo en su pierna. Se quedó quieto, casi sin respirar, pensando en qué pasaría si solo se dejaba llevar, pero se le pasó por la cabeza el día en que Mikey llegó por primera vez con ella, de la mano, entusiasmado y feliz.

Cuatro años antes de aquel despertar turbulento...

—¡Kenchin! ¡Desde hoy tenemos compañera de apartamento! —anunció Manjiro, presentándosela. Kimi hizo una pequeña reverencia y sonrió de modo parecido al pequeño hombre. Más tarde, mientras ella ordenaba su cuarto y ellos se entretenían con videojuegos, Ken preguntó a Mikey quién era ella y por qué la había llevado a vivir ahí.

—¡No preguntes, Kenchin! Juega, te estoy ganando.

—¿Eh? Es en serio, Mikey, ni siquiera me preguntaste si yo estaba de acuerdo con que ella viviera con nosotros. —Manjiro rio maliciosamente apuntando a la pantalla.

—¡Gané! 

—¿Me estás escuchando? —interrogó Ken fastidiado. Mikey lo miró sonriendo ahora con su ternura habitual, dejó de lado el joystick y se sentó con el cuerpo dirigido a su amigo.

—La traje porque me gusta cuando hay una chica cerca, porque es linda y porque ella necesitaba un lugar para vivir. —volvió a tomar el control y comenzar una nueva partida.

—¿De dónde la sacaste? —preguntó él achicando los ojos en un gesto de desconfianza.

—No seas aburrido, Kenchin... juega de una vez, vas a perder de nuevo. —De alguna forma Ken sabía que Manjiro no le quería decir de donde era aquella chica y conociéndolo mejor, no lo haría, por lo que con el paso del tiempo dejó de darle importancia.

La joven ayudaba en todo lo que podía en la casa, después de un tiempo el mismo manjiro le consiguió un empleo a través de un amigo, en una tiendita de comidas express.

Ya llevando casi tres años en la tiendita y siendo Draken dueño de un taller de motocicletas en el centro de la ciudad, él la pasaba a buscar cada vez que podía. En caso de no poder, iba Manjiro, pero rara vez la dejaban irse sola. Una de esas noches, Draken llamó por teléfono a Kimi antes de que saliera de la tienda, para decirle que no podría pasar por ella.—¿Vendrá Manji? —consultó la joven para saber si se iba en autobús o taxi.

Taiju Shiba - Donde mis ojos te veanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora