▪️⚜Capítulo 11 [1/2]

353 26 31
                                    

Pasado
5 de septiembre del año 2003 (Sexto Primaria)

—POV Alanna —

¿Por qué las matemáticas son tan aburridas? ¿Para qué sirven las matemáticas? Creo que para nada.

Observo al maestro explicando y desarrollando el ejercicio. Mientras tanto, yo estoy garabateando en mi cuaderno.

Por favor, que caiga un meteorito justo ahora para que se acabe la clase.

Espero unos segundos, pensando que hay una minúscula probabilidad de que pase. Pero no, vuelvo a la realidad.

— Pst. Asher —susurro, volteándolo a ver.

— ¿Qué pasa Ann? —pregunta, sin separar su mirada del pizarrón.

— ¿No te has aburrido? —indago, deteniendo mis garabatos.

— Sabes muy bien de que sí. Pero no podemos hacer nada —responde, volteándome a ver por unos segundos, antes de volver a enfocarse de nuevo en el pizarrón.

— ¿Quién dice que no se puede hacer nada? —pregunto con picardía.

Para todo hay solución en esta vida.

— No me gusta ese tono en tu voz —murmura, mirándome de soslayo.

— Pero si no tengo ningún tono distinto, así es mi voz —me justifico, y se me dibuja una sonrisa maliciosa.

— Ya sé que estás maquinando un plan en tu cabecita —comenta, girándose hacia mí y me señala con su lápiz. —y de una vez te digo, no cuentas conmigo —

— Asheeeeeer —digo con un puchero en los labios.

— Ann, no podemos salirnos de la clase —objeta.

Puede que a veces sea un poco aburrido. Pero obviamente, para eso me tiene a mí.

— Lo que está explicando el profesor ya lo sabemos de memoria. No necesitamos escucharlo tanto —justifico con rapidez, tratando de convencerlo.

Es ahora o nunca. Si no lo convenzo, no voy a poder salir de este aburrimiento.

— ¿Y cómo piensas salir de aquí? ¿teletransportándonos? —pregunta con sarcasmo, dejando el lápiz sobre su cuaderno. Se gira hacia mí con los brazos cruzados.

Lo importante es que ya capté su atención.

— Eso déjamelo a mí —contesto, guiñándole un ojo. —solo sígueme la corriente —agrego y me levanto.

Hora del show.

Empiezo a avanzar con paso decaído, y trato de fingir una cara de enferma.

Llego al escritorio del profesor. Me mira por el rabillo del ojo y detiene su mano sobre el pizarrón.

— ¿Qué sucede señorita Holt? —se gira en mi dirección y empieza a acercarse.

— No me siento bien, profesor Oswald —contesto y hago el ademan como si fuera a vomitar. Me llevo la mano a la boca.

— Vaya a la enfermería enseguida —ordena, dándome autorización.

Gracias, gracias. Este Óscar lo he conseguido con mi máximo esfuerzo.

— También me siento débil, no creo poder mantenerme en pie —confieso, mientras me tambaleo un poco para hacerlo más creíble. Enseguida su rostro cambia a preocupado.

Él nunca hubiera esperado que le mintiera. Sabe que soy una de sus mejores alumnas y que nunca le he mentido.

Por eso, trato de entregarle las tareas antes de tiempo, para no sentirme tan culpable.

La verdad en él ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora