Han pasado dos días, taaan lentos que me han parecido una semana, desde la visita a las Bennett. Después de que nos cerrara la puerta en las narices, cosa que no pienso olvidar y prometo devolver... ¡Ay perdón! Que se me va la cabeza. ¿Qué estaba diciendo?
A sí, cierto, resulta que el ambiente entre mis queridos inmortales cambió drásticamente. Damon junto a Klaus no han parado con sus comentarios sarcásticos y de molestar a sus hermanos. Juro que a veces me daban ganas de graparles esas bocotas que tienen.
Stefan parece pensativo, cómo si quisiera decir o pedir algo, pero no se atreve. He rezado a todos los dioses posibles para que le dieran un poco más de paciencia cada día, de verdad que la necesitaba.
Y Elijah... Ha evitado a todo ser que pudiese moverse por sí mismo. Deseo hablar con ellos, que me cuenten lo que les preocupa... pero he podido notar que, todos ellos, necesitan un poco de tiempo para pensar. Y meterles presión no es una buena idea.
Creo que eso de tener que compartir alma gemela no los ha sentado nada bien. Ahora me doy cuenta que han intentado controlarse y asumirlo, pero la aparición de Klaus hizo estallar una bomba. Bueno, más bien él mismo es una bomba allí por dónde pasa. Y que su hermano crea que se ha deshecho del resto de su familia tirándola quién sabe dónde, no ayuda en nada...
¿Ahora lo entendéis? Han sido días de preocupación y angustia por todos lados. Para mantenerme ocupada y no pensar, empaqué todo lo que tenía en la mansión Salvatore y lo he ido colocando todo en la nueva casa.
Ahora me encuentro tirada boca abajo en la cama, claramente en pijama, es lo más cómo del mundo (foto, el color es del que queráis imaginaros). Una cama que es lo suficientemente grande para caber dos personas. Hay que ser gatita lista, tengo muchas personitas a las que atender.
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Me siento en ella con las piernas cruzadas para poder ver bien mi gran obra maestra que apenas he acabado hace media hora (foto, aquí los colores también son opcionales). Alguien golpea la puerta suavemente un par de veces. Oooo, veamos quien de mis vampiritos orgullosos, es el primero en venir a llorarme. Una sonrisa se dibuja en mi cara.
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Aisha: Pasaaa
La puerta se abre y deja ver ese cuerpecito hermoso. ¡Por poco y me olvido hasta del color de sus ojos! ¡Me parece no haberle visto en años! Me contengo para no salir corriendo para comérmelo entero, cual helado.
