Confesión 3:
Conseguir un reemplazo no es fácil.
—Fabiana, estaba esperando tu llamada.
Ese tono circunspecto es preocupante.
—Perdón, baby, estaba cansada y dormí toda la tarde.
—¿Cansada de qué?
¿No odian cuando la gente menosprecia sus sentimientos? Porque a mí me pone de un humor asesino. ¡Maldito idiota, por supuesto que me canso! ¡No eres quien para decir si estoy cansada o no!
—Oh, no lo sé, tal vez de saltar de balcón a otro.
—No parecías cansada mientras estabas besando a ese tipo.
Tomo una respiración lenta, clamando por calma.
—¿Llamaste para hacerme un reclamo? Porque te recuerdo que tu esposa estaba buscándome, besé a ese tipo sin pensar, pero fue para que ella no sospechara de mí.
Suelta un suspiro cansado.
—No, no llamo por el beso, pero sí por mi esposa.
Me tenso, intuyendo por donde va esto.
—Te escucho.
Lo escucho respirar por unos segundos sin decir una palabras. Parece que le cuesta hablar, otra razón para preocuparme.
—No puedo seguir con esto, ella amenazó con el divorcio y sabes que eso está fuera de discusión.
Si cree que estoy esperando que se separe de su mujer para formar una familia con él está muy perdido y no ha logrado conocerme en todo el tiempo que llevamos conociéndonos. Se lo podría atribuir a mis dotes de actriz, pero no soy tan buena como creo la mayoría del tiempo.
—¿Esto es una petición de espacio o estás terminando conmigo?
Si es lo último, que es lo más probable, voy a tener un serio problema de ego maltratado.
—Debemos acabar con esto, al menos por un tiempo.
—No puedo esperar por ti, Fran, lo sabes.
Gime, un sonido lastimero.
—Lo sé, y no te estoy pidiendo que lo hagas. —Se aclara la garganta—. Si en el momento en que las aguas se calmen todavía estás sola, podemos retomarlo. Pero no quieres que esperes por mí.
No iba a hacerlo, imbécil.
—Ya veremos —exhalo.
—Me habría gustado despedirme de una forma diferente, pero...
—No te preocupes por ello —lo corto—, te entiendo.
Y me niego a que me toques de nuevo si no vas a pagar por ello.
Dicho así, sueno como una prostituta.
Bueno, ¿qué más da? No es como si otras personas no me consideren lo mismo.
—Pagué tu alquiler por los próximos tres meses para que no te estreses pensando en ello. —Si no fuese un maldito infiel sería buena persona—. Espero verte por ahí, feliz.
—Gracias, me haces un inmenso favor. Y espero que tú también seas feliz.
Mis dientes están apretados mientras hablo. Estoy enojada, no porque no vaya a verlo de nuevo, es porque me estoy quedando sin fuente de ingresos.
—Cuídate.
—Tú también, baby. No permitas que esa bruja te consuma.
Suelta una carcajada y susurra un 'adiós' antes de colgar.
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Confesiones de una oportunista ©
RomanceNos han enseñado que el amor al dinero es malo, que desear tener más de lo que ya posees es avaricia, un pecado. Pero a mí el amor al dinero no me quita el sueño, al contrario, me impulsa a conseguir lo que quiero. Sin embargo, no lo hago de la form...