Confesión 5

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Confesión 5:

Me gusta ser el centro de atención.


Nunca me he enamorado, y estoy siendo totalmente sincera. Crecer con cuatro hermanos mayores que tú no es fácil, menos cuando eres una chica bonita y ellos no creen que nadie sea suficiente para ti. Eso no me impidió salir con chicos, pero no duraba con ninguno porque mis hermanos me descubrían y asustaban al pobre tonto de turno hasta que lo hacían desaparecer. En esos momentos me habría gustado que papá estuviera vivo, no porque él fuera mejor que ellos, sino porque a papá podía manipularlo.

Sí, desde que era una niña aprendí el arte de la manipulación. Yo se lo achaco a que fui la menor de todos mis hermanos y era la única mujer entre ese mar de testosterona, sin contar a mamá.

Regresando al asunto del amor, creo que ha sido lo mejor no haberlo sentido por nadie que no fueran mis amigos y mi familia. Llegué a sentir cariño y mucha –recalco en que fue MUCHA– pasión por uno que otro, pero el afecto nunca pasó a algo más. Y me siento afortunada, de haberme enamorado de algún pelele, estaría en otro lugar, tal vez viviendo del puro amor y sin dinero.

No puedo regresar a esa etapa, lo lamento por los chicos de bajos recursos, pero este corazón no está disponible para ustedes.

Todo esto se me pasa por la cabeza mientras respondo los mensajes que Cristian me acaba de enviar. Quería que fuéramos a cenar a un restaurante que un amigo suyo acaba de abrir y solo me puedo imaginar qué tipo de lugar será. Por supuesto, no estará nunca a la altura de este lujoso yate.

Le digo que salí con Jean por algo de trabajo y le aseguro que podemos ir el próximo fin de semana a lo de sus amigos.

Cristian me gusta, no voy a negarlo. No habría aguantado tanto tiempo sus delirios de un futuro juntos si no me gustara lo suficiente, pero sé que él no es mi destino.

Mientras que encuentro al amor de mi vida, uno que estará forrado en dinero, voy a disfrutar del viaje.

Hay un golpe en la puerta del baño y me apresuro a guardar mi móvil y salir. Una castaña alta y tan flaca como un palo me espera del otro lado. A penas me ve cuando salgo, está muy concentrada en su móvil como para prestarme atención.

La he visto entre la gente está noche y me he preguntado varias veces si es la esposa de Andrew, hace un rato la vi colgada de su brazo mientras reía con otra mujer de piel estira por el bótox.

Una vez salgo al exterior, busco a Jean entre la gente. Me prometió sacarme a bailar para llamar la atención de los presentes, pero el idiota desapareció hace un rato con un hombre al que le sonreía como si quisiera darle el mundo.

Podría ir por July, no quiero pasear sola entre estás personas, pero no creo que ella acepte hacerme compañía mientras intento llamar la atención de algunos hombres, más específicamente, del dueño del yate.

Me decido a ir por otro trago, pero no alcanzo a ver a un camarero que pasa despistado y choco contra él.

La bandeja se cae, las copas que llevaba se estrellan en el piso y el impacto casi me lanza al suelo. Por suerte, el despistado camarero me atrapa antes de que mi trasero acabe en el piso.

—¿Está bien, señorita?

Asiento, zafándome de su agarre cuando tengo estabilidad. Estoy enojada, no voy a negarlo, pero no voy a pagarla con el chico, no cuando puede que lo despidan por ello. No voy a cargar con el despido de un hombre en la conciencia, aunque lo merezca.

—Sí, gracias por atraparme —murmuro, alisándome el vestido.

—Perdón, no vi por donde iba. Permítame conseguir una bebida para usted.

Confesiones de una oportunista ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora