Confesión 1

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Confesión 1:

No me avergüenza lo que soy ni lo que hago.


—No necesitas una liposucción, Fabiana. Te ves preciosa así como estás.

Pongo los en blanco, aprovechando que el idiota no me está viendo a la cara. Claro, él me ve bien justo como estoy porque soy joven y estoy muy por encima de lo que se merece, pero eso no quiere decir que no necesito la operación.

Cada mañana, cuando me pongo frente al espejo, soy testigo de los rollitos que se me hacen en las caderas. No son tan evidentes como para volverme loca, pero ahí están, y me niego a estar menos que perfecta.

—Baby, comer hamburguesas todas las semanas me está pasando factura, y no quiero perder tiempo en el gym. Sabes que pierdo la membresía porque no voy ni aunque quiera.

Hago un puchero pronunciado y él suelta un suspiro. Sonrío, sabiendo que lo he convencido.

Es fácil hacer esto, él no me lo deja difícil.

—Bien, llama a tu cirujano y haz una cita con él.

Aplaudo, acercándome a él antes dejarle un beso en la mejilla.

—Eres el mejor, Fran.

Francisco Herrera, mejor conocido como Fran, es un productor de música que tiene su propia disquera. Trabaja con un montón de famosos latinos y tiene mucho dinero. También tiene una familia hermosa, tres hijos crecidos con carreras universitarias en proceso y una esposa devota.

Y una fila de amantes, de las cuales yo soy la primera.

Lo conocí hace seis meses en una fiesta. No tenía idea de que ir ese día a beber en la playa me traería la fortuna de conocer buenos prospectos de hombres a los que podía hacer sugar daddy, pero agradezco que mis amigos me obligaran a ir.

Esa noche, en realidad, estaba dispuesta a irme con el primer tipo adinerado que se me apareciera, pero Jean, mi mejor amigo en el mundo, me convenció de esperar. Hice bien en seguir su consejo, una hora después de haber llegado al lugar, tenía una lista larga de números de posibles prospectos.

Fran ganó, por supuesto. Fue el último en acercarse a mí y hablar con él no fue tan repulsivo como con los demás. Fue un caballero y desde el principio dejó en evidencia sus intenciones. Otros querían engatusarme, haciéndome creer que eran hombres libres, sin ataduras.

¡Vamos, que no soy tonta!

Al final de la noche, le pedí a Fran que me llevara junto a mis amigos a mi apartamento y una semana después estábamos teniendo nuestra primera cita.

Ha sido difícil esconderme de su esposa, la mujer es un pitbull que se huele las mentiras, pero Fran lo ha sabido llevar.

Y antes de que te detengas a lanzar en mi contra insultos o regaños sobre cómo las mujeres tenemos que apoyarnos entre nosotras, quiero que sepas que esos comentarios no me detendrán. Tengo clara mi meta, lo que quiero en esta vida, y ni siquiera la simpatía femenina hará que cambie de opinión.

Sé lo que hago, no soy una estúpida deslumbrada por el dinero. Cada uno de mis pasos están calculados y el dolor que pueda causarle a otros no me quita el sueño. Solo me importa mi felicidad, nada más.

—Eres el mejor, baby. —Regreso a mi asiento y bebo un sorbo de mi café—. Esta misma tarde me pasaré por la clínica y pediré una cita con mi doctor.

—¿Por qué no lo haces con una llamada?

—Porque quiero que la atención sea inmediata, no que me pongan en lista de espera.

Confesiones de una oportunista ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora