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   Alrededor de seis horas después, fui dada de alta. Según los médicos, mi desmayo fue causado por la situación y el dolor de mi espalda no era nada grave, solo a causa del golpe que no había llevado a consecuencias más serias.
Mi abuela no se había separado más que para ir al baño o para bajar a buscar algo de comer a la cafetería del hospital. Estaba inquieta, y yo sabía que era por mi hermana. No podía imaginar cómo se sentía, después de todo había vivido durante toda su vida con ella, y perderla tan repentinamente era un gran golpe para cualquier persona.

Cuando estábamos saliendo, veía a la mujer mirando hacia todos lados, como si estuviera buscando a alguien. Cuando cruzamos la puerta de salida el aire frío azotó mi cuerpo, haciendo que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo. Ella rió a mi lado al notarlo.
Paré en seco cuando vi el coche de policía aparcado en la puerta, y caminé hacia él después de que mi abuela me diera un ligero tirón para que comenzara a avanzar. Mi corazón latía desbocado dentro de mi pecho ante la simple posibilidad que cierto ruso estuviera sentado en el asiento del piloto, esperando por mí. Mis pasos se volvieron rápidos e inestables, queriendo llegar al coche lo antes posible.

Abrí la puerta del acompañante con más fuerza y rapidez de la que me hubiera gustado, me agaché levemente para encontrarme con el rostro sonriente de Greco. Sentí una presión en el pecho, y que poco a poco me quitaban el aire de mis pulmones, sintiéndome como una tonta. Claro que él no iba a estar ahí, ¿Quién lo haría después de todo lo que le dije por la mañana?
Le dediqué una muy pequeña sonrisa cordial y me senté en el asiento de copiloto.

-  Lys, sé que no soy Volkov, pero por lo menos podrías disimular - yo aguardé en silencio por mi abuela, a la cual parecían haberle interesado repentinamente las flores de los maceteros exteriores del hospital. El hombre carraspeó incómodo - Sé que lo hicimos mal, todos lo sabemos. Espero que en algún momento puedas perdonarnos. Te extrañamos mucho estos dos años. Pero creo que sabes quién te extrañó más de nosotros.

Las lágrimas se acumularon con una elevada velocidad en mis ojos, los cuales seguían fijos en la ya anciana mujer que olía las coloridas flores. Mi cabeza trabajaba rápido para encontrar qué responderle, pero todo parecía estar cubierto por una bruma blanca que no me dejaba pensar correctamente.

- ¿Por qué los borrabas? Los mensajes - quise saber, él guardó silencio y esperé su respuesta sin mirarle aún.

- El antiguo superintendente dijo que sería mejor no contactarnos contigo, porque estábamos tratando con una mafia que requería toda nuestra concentración y que sería capaz de irte a buscar a ti a Francia para extorsionarnos - respondió en un susurro, casi como si fuera un secreto que me estuviera contando mientras nos rodeaban miles de personas - Nunca quisimos dejarte a un lado, pero lo hicimos para protegerte. Aunque, bueno, sabía que te volverías loca sin saber absolutamente nada de nosotros, por eso te escribía y luego borraba los mensajes. No podía arriesgarme a que Darwell encontrara los mensajes.

Giré mi cabeza bruscamente hacia él, con las lágrimas ya en mis mejillas. Sonreí levemente y le abracé con fuerza. Él me rodeó igualmente con sus brazos y se rió.

- ¿El viejo revisaba sus mensajes? - Greco se limitó a asentir aún sin separarse y yo rodé los ojos - Nunca me cayó bien.

- Era un buen jefe, estricto pero eso lo hacía bueno - se alejó de mí, y yo volví a mi asiento - Falleció hace medio año en un tiroteo con esa mafia. Conway asumió su puesto y desde entonces estamos intentando cazarlos, pero es muy complicado.

De un momento a otro, la verdad cayó sobre mí como un balde de agua fría y sentí un gran peso sobre mis hombros. ¿Viktor se había alejado para protegerme? Y si así hubiera sido, me odiaba a mí misma por decirle todas esas mierdas por la mañana sin dejar que se explicase. Joder.
El barbudo pareció darse cuenta de lo que pasaba por mente, probablemente por la cara que había puesto, y colocó su mano en mi hombro.

- Para Volkov fue muy difícil. En un principio quería escribirte a cada rato, pero no podía porque Darwell estaba con un ojo encima de él siempre para vigilar que no te contactara - él suspiró y miró hacia delante por la ventanilla, deshaciendo el contacto - Lo he escuchado llorar hasta en los baños de comisaría, aunque se mostrara fuerte para el resto. Lys, no sabes lo duro que fue para todos.

Comencé a sollozar ante la simple idea de pasar por la situación que habían pasado ellos.
Los pensamientos criticándome no tardaron en llegar a mi mente, era una mierda de persona. No les había dado la oportunidad de explicar, porque yo ya estaba juzgándoles y alejándolos de mí.

La puerta trasera se abrió y olí la fragancia tan característica que siempre portaba mi abuela. Sentí su mirada clavarse en mi nuca, seguida de un sonoro suspiro por su parte. Por el rabillo del ojo vi a Greco voltearse para dedicarle una significativa mirada a la mayor.

- Pues a comisaría entonces, ¿no?

Habló ella, segundos antes de que el motor se encendiera y el coche comenzara a moverse. Quería hablar con ellos, decirles que lo sentía y que quería, no, que deseaba volver a lo que éramos antes.
Pero tampoco quería cagarla, los había tratado como si no hubieran valido nada para mí y sabía que existía la posibilidad de que ellos no me lo perdonaran.

Supongo que esto era lo de arriesgarse, que según Louise hacía de la vida más interesante.

Sin esperarlo, el coche paró frente a la comisaría antes de lo que pensaba. Entramos los tres y nos paramos en recepción, mientras yo miraba todo. Las cosas sí que cambiaron.

- La oficina de Volkov es…

- Quiero hablar con Conway primero, Greco - le interrumpí. Él asintió confundido pero me guió hasta allí - Gracias.

Golpeé ligeramente la puerta con mis nudillos, para escuchar un suave gruñido del otro lado. Parece que sigue siendo el mismo cascarrabias, pero ahora con dos años más.

- ¡Adelante!

- Hola - saludé tímidamente. No quería molestarle, pero esto era urgente - Lamento interrumpir, Conway. Me gustaría hablar contigo.

Me indicó con su mano que me sentara en la silla que estaba frente a su escritorio y yo le hice caso. Él parecía estar algo descolocado con mi repentina llegada.

- Greco me ha comentado lo que Darwell os obligó a hacer, bueno a ti no, pero me entiendes - aguardé por su respuesta, pero al ver que no tenía la intención de darla, continué - Querría saber si tú les has impuesto lo mismo a los chicos. Porque si así fuera me alejaría y dejaría que hicieran su trabajo.

- Lys, me encantaría hacerlo, pero no puedo - fruncí el ceño ligeramente - He escuchado a mis agentes quejarse día y noche de lo estúpida que les parecía esa regla. También los he visto y oído lamentándose por los rincones sobre la distancia contigo - suspiró fuertemente y se reclinó en su gran silla empresarial. Temblé levemente al fijarme en el parecido que tenía con el que solía ser mi jefe - Escucha, si tú quieres esto, por mi parte tienes vía libre. Antes de ser el superintendente, fui su compañero, y déjame decirte que nunca los había visto rendir tan mal como los primeros meses después de tu partida.

Ambos reímos y me levanté del asiento para salir de la sala. Su carraspeo me detuvo antes de tocar el manillar de la puerta, volteé a verlo.

- Lamento lo que dije esa noche en el bar. Realmente pensé que solo era un encaprichamiento de Volkov, pero es claro que no lo es.

- No te preocupes, Conway. Yo tampoco creí que lo nuestro llegaría tan lejos en un principio, por razones obvias - ambos reímos y le dediqué una sonrisa amable.

- Haremos todo lo que podamos para encontrar a tu hermana.

Mi sonrisa se desestabilizó un poco, pero aún así asentí con mi cabeza levemente. Me retiré de la sala y suspiré con alegría.

Joder, ¡sí!

Ataraxia - Viktor VolkovDonde viven las historias. Descúbrelo ahora