BLACK MAGIC [SUPERCORP]

THIS BRIGHT DARKNESS

Un suspiro retumbó entre las gruesas paredes de una amplia habitación. Lena se movió con cuidado en la cama en la que descansaba. Sentía que su cuerpo pesaba mucho más de lo que alguna vez lo hizo. No había dolor alguno, pero se sentía sin fuerza. Solo quería permanecer en la cama por siempre. Sin embargo, se obligó a levantarse al sentir rayos de sol pegándole directamente en la cara. Contrario a los deseos de su cuerpo, se levantó lentamente y se sentó sobre las delicadas sábanas en las que descansaba anteriormente.

No dejó que el sentimiento de desconcierto la abrumara, ya debería acostumbrarse a despertarse en lugares completamente desconocidos. En esta ocasión no había excepciones. Se encontraba en una muy amplia habitación con sus paredes forradas de un tapiz elegante, con grabados detallados con sutiles repasadas. A su derecha había un abierto espacio que daba a un hermoso balcón, con una magnífica vista al brillante azul que pintaba el cielo. La brisa que se colaba en la habitación era caliente, no al punto de ser sofocante, pero era ciertamente incómodo.

Siguió repasando todo cuanto podía, como la estantería llena de libros que estaba a un lado de una puerta doble, que suponía debía dar a la salida. Ni siquiera pensó en ir a investigar, tarde o temprano terminaría en las manos de Kara o de alguien peor. Por eso se perdió en la constelación dibujada en el techo. Desconocía su paradero, pero mentiría si dijera que no se sentía cómoda rodeada de tanta belleza. Como las estatuas de mármol de tamaño real que estaban a un lado de la puerta, esa que empezó abrirse con cuidado, tratando de hacer de la tarea lo más silenciosa posible.

Lena se tensó evidentemente. Temió que fuese la rubia reina, pero descartó la posibilidad tan pronto llegó a su cabeza, la maldita entraría sin importar si la despertaba o no. Entonces supuso que se trataba de algún ladrón o en el peor de los casos, como solía sucederle, algún violador. Sus preguntas fueron contestadas más rápido de lo que pudo reaccionar. Lena alcanzó a deslumbrar un pelirrojo y resplandeciente cabello. Por alguna razón aquello se le hizo extrañamente conocido.

Una joven mujer entró a la habitación. Llevaba un sencillo, pero elegante traje, bordado con preciosas piedras. Todo lo cubría con una plateada capa con el estandarte Danvers. Aquella era Alexandra Danvers, hermana y casi reina regente de Camelot. Recordó verla en un par de ocasiones, cuando se burlaba de la ojiazul o cuando le dirigía una que otra mirada. En un par de ocasiones había intentado formar una conversación entre ellas, siendo detenidamente por Kara. Ahora la mujer estaba frente a ella con una amable sonrisa, sinceramente, ninguna persona de la corte de la rubia le inspiraba confianza.

— ¡Buen día, señorita Luthor! — habló ella en un tono jovial. Lena calló, observándola detenidamente, preguntándose qué era lo que quería — ¡No pongas esa cara! Vengo en son de paz.

La pelirroja caminó hasta una de las esquinas del complejo y tomó una silla donde reposaban unas telas. La llevó cerca a la cama donde la ojiverde descansaba y se dejó caer en ella.

— ¿Sabes? He pensado en que eres probablemente la persona con peor suerte en el mundo. Mira que en un par de meses te has convertido en todo un blanco de desgracias.

Unos ojos cafés escanearon a la menor frente a ella. Observó con atención el pálido rostro decorado con salteados pómulos y mejillas carcomidas. Aquellos ojos verdes cuya esclerótica era de un brillante rojo. Enormes bolsas contaban en primera mano que la joven no la había pasado muy bien.

— Maldición... — susurró — Luces como si hubieses pasado unos días de mierda, pero en eso no me equivoco mucho, ¿o sí?

— ¿Puedo ayudarle en algo, señora Danvers? — preguntó al fin Lena.

— Dejé de ser señora hace años, Lena. Llámame Alex — terminó con un guiño. Las mejillas de Lena se encendieron, sin embargo por el fastidio.

— ¿Hay alguna razón por la que esté aquí? Su Majestad no estará muy contenta.