THE HEAT BETWEEN US (I)

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La música de las gaitas y acordeones llenaban el salón. Hombres y mujeres danzaban alegremente, cortesanos bebían como si no hubiese un mañana, doncellas coqueteaban en medio de sonrojos. Kara Danvers sonreía tensa en su trono, intentaba relajar su cuerpo lo más que podía.

Junto a ella habían dos tronos más, menos brillantes. A su izquierda estaba Lord Spencer, señor de New Castle y uno de los imbéciles bajo su mando. A su derecha estaba Lady Rhea, recta y orgullosa, sentada como si la corona real descansara sobre su cabeza. Llevaba un rojo vestido, ceñido a su cuerpo como una segunda piel, el vestido caía es una larga cola. Su relación con la mujer estaba a un suspiro de la guerra. Su padre había sido un tipo débil, quisquilloso y un consentido en el trono. Lady Rhea lo sabía bien, por eso, aprovechando su porte, convenció a su antecesor de darle peligrosos beneficios. Kara sabía que era importante siempre mantener un ojo en aquella mujer y eso era precisamente lo que intentaba hacer.

Atravesar las puertas del salón le dio más de una entrada, pues le había abierta también la boca del lobo. Muchos pasaban por alto la tensión en el aire, aunque casi podía ser palpable. La sonrisa en Lady Rhea, que al verla era ladina, se ensanchó de forma inmediata cuando su mirada cayó en su acompañante. Lena estaba a su lado, unida a ella por órdenes propias y pese a su completa inexperiencia en los conflictos entre reinos, sentía que algo iba mal. Su pista no fue que la mayoría de ojos cayeran en ella, después de toda era la acompañante de la reina, lo que susurraba peligro era la mirada de la Lady, quien llevaba tras ella a hombres y mujeres semidesnudos, con cadenas en sus tobillos, muñecas y cuello. Todos atentos a sus movimientos.

— Kara, querida, me alegra mucho verte — saludó la mujer acercándose.

Antes de contestar, Kara la repasó. Desde su cabello negro y suelto, con rubíes colgando de algunos mechones, hasta el maquillaje negro bajo sus ojos y los labios rojos e intensos. Como siempre, llevaba un látigo en su mano, uno que nunca soltaba. Acariciando sus caderas estaba un sable, brillante, largo y letal.

— Lady Rhea — Kara saludó con una leve inclinación de cabeza — Me alegra que haya podido venir.

— Preferiría yo follar en las tierras de sexo libre a tener que estar aquí — su mirada aterrizó en la pelinegra — y al parecer sucede lo mismo contigo. Pero si has encontrado a una dulzura — la mujer repasó a la más joven.

Lena se encogió bajo la hambrienta mirada de la mujer y estuvo a punto de vomitar cuando un fuerte brazo de la reina la rodeó, pegándola a su cuerpo. Rhea sonrió aún más.

— Creí que eras más de aventuras calientes, ante eso podía insistir para que tomaras a mi hijo, Mon-El — Kara dejó escapar una seca carcajada, planeaba replicar ante eso, pero la mujer se adelantó — pero veo que disfrutas mucho más de las flores inocentes — Rhea se acercó a Lena y acarició su negro cabello, la menor se paralizó — de tu dulce novia que aún no ha sido probada.

El rostro de Kara se tensó mientras que Lena bajaba la cabeza, intentando ocultar el sonrojo que escapaba hasta su cuello. A esas alturas muchos de los invitados prestaban su atención a su conversación.

— Nada de eso es de su interés, si nos disculpa — respondió la rubia.

Con esa mujer era sencillo perder los estribos y ante eso, Kara no respondía con suavidad. Sin embargo, dependía de la mujer, aunque lo odiara. Con Lena tenía ganada una ventaja, pero los soldados de Reign eran miles y bien entrenados. Rhea tenía muchos hombres que le obedecían ciegamente, Kara necesitaba eso en sus filas.

El espectáculo fue rápidamente olvidado, pues se había dado comienzo al banquete. Con una fugaz organización, en el centro del salón se extendió una amplia y larga mesa. Contaba con delicias de todo tipo. Carnes bañadas en salsas dulces, bocadillos y bizcochos, sopas con vegetales y vino, cerveza y ron. Kara tomó su lugar a la cabeza de la mesa, sobre una silla de roble, gruesa y resistente. No tuvo suerte al pedir que Lena se sentara a su derecha... o izquierda, daba igual, debía mantenerla vigilada. El olor de Lena era fuerte, magnético, se infiltraba en los sentidos fácilmente, hacía obvia su magia. Para controlar eso, necesitaba de alguien que la doblegara, que aplacara aquello que no sabe controlar y Kara era más que capaz para esa tarea.

BLACK MAGIC [SUPERCORP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora