Capítulo 04

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Capítulo 04: Bong Nara.


Cuando Grecia dijo que sería una noche movida le creímos porque rara vez se equivoca, cuando dice cosas como esa es porque su sentido de deducción se lo avisa.

Pero no fue así, inesperadamente.

No hubo gritos, ni malas noticias, desapariciones o algún tipo de acto sospechoso. Todo continuó como normalmente haría, nadie murió, nadie desapareció. Nadie actuó extraño... Ni siquiera los escoltas más cercanos a los reyes. Hicimos caso a nuestro improvisado y simple plan, hice un seguimiento de los pasos de Grecia desde mi celular a través de ese dispositivo que aparentaba ser solo un lápiz labial cereza. No conforme con eso, me arriesgué y me conecté con mi equipo personal de espionaje —los cuales siempre están atentos a alguna señal mía por si necesito información del exterior— a través de correos electrónicos con códigos lunares que nadie que sea humano sabría leer. Me respondieron de inmediato con enlaces a los que me conecté para revisar las cámaras de seguridad dentro del palacio sur. Todo ocurría con normalidad, las grabaciones no habían sido intervenidas o distorsionadas a conveniencia, eran grabaciones en tiempo real, y bastante precisas.

La descendiente celestial mayor, y estoy hablando de la reina, tomó su cena y se la pasó con su hijo David mientras firmaba algunos papeles. El doctor se fue veinte minutos después de su muy rápida revisión y el rey después se metió en su habitación. Los escoltas hacían su trabajo, vigilar. Aunque la actitud de los escoltas personales de los príncipes me ha dejado pensando pues según leí en sus contratos —Sí, tengo copias—, los cuidan las veinticuatro horas del día, sin embargo, tienen permitido dormir. Obviamente para cumplir con la primera parte sus habitaciones se encuentran justo al lado del heredero al que tienen que cuidar. Lo que me pareció raro, es que ninguno de ellos entró a su habitación.

Se quedaron toda la noche custodiando las puertas correspondientes a las habitaciones de los hermanos Nayak. Y estoy segura de que al tener los empleados una hora específica para ir a dormir, ni Grecia, ni Gao ni Valentine se han dado cuenta de este detalle.
Voy a tener que retomar esto de monitorear yo misma el palacio sur, porque mi equipo solo se encarga de revisar más no de sacar conclusiones o hacerse preguntas sobre cada cosa. Y los chicos cumplen con un horario más complicado y pesado que el mío.

El punto es, que a excepción del extraño hecho de que Ikaika Abengoa, Naresh Baskerville y Leo Danrah no durmieron en toda la noche, no pasó nada raro. Bueno sí, el doctor Smith estaba un poco tenso pero de averiguar me encargo yo. No recibí imágenes de Grecia, tampoco esa señal que usamos siempre para indicarnos que algo sucede. Me desvelé anoche, pero no pasó nada en realidad. Y no sé si eso es realmente bueno o malo. Tanta tranquilidad asusta, me confunde.

Nos confunde a todos.

¿Por qué si todo estaba tan tranquilo como parecía, los escoltas estaban tan disimuladamente alarmados?
Hay algo aquí, algo pasa... Algo saben ellos que nosotros no y eso me carcomió durante todo lo que quedaba de noche. Lo bueno es que nosotros tenemos un horario de llegada a nuestra zona de trabajo pero no una para levantarnos. Por lo que apenas el sol salió, le di las gracias por iluminar un nuevo día y me levanté de mi cama. Borré y me deshice de todo rastro de correos o cualquier tipo de evidencia que pueda delatarme, obviamente me cuidé de no soltar algún comentario para mí misma que el micrófono en el espejo haya logrado captar.

Me coloqué una falda, camisa de vestir con mangas abullonadas, tacones bajos y demás, como me gusta. Acomodé mi cabello y salí apresurada mientras terminaba de colocarme un pendiente en mi oreja, vi la hora en mi delgado reloj, son las cinco de la mañana. Comienzo a trabajar a las ocho, tengo tiempo.

No hay problema alguno con que salga del palacio y vaya a la ciudad, por lo que bajo el montón de pisos por esas anchas escaleras hasta salir por una de las tantas puertas, no sin antes pasar por el estudio de costura por algo que me servirá. Obviamente recibí miradas por estar por allí tan temprano, mi paso es apresurado, entonces percibo una presencia muy familiar cerca de mí. No tengo que verlo para saber de quién se trata, al igual que un perro guardo los aromas en mi memoria y mi cerebro las reconoce tan rápido cuando las reencuentra que incluso a mí a veces me sorprende.

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