𝐍 𝐔 𝐄 𝐕 𝐄

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TRES MESES ANTES
GANGNAM, COREA DEL SUR

Changbin subía de nuevo aquellas escaleras de caracol de esa gran casa en la que vivían. Llevaba entre sus manos un rosario. El sacerdote el cual había contratado le pidió cerrar todas las puertas y ventanas para sacar el demonio que poseyó a su hermano y acabar con él.

Cuando llegó a la habitación donde tenían a Jeongin atado de pies y manos sobre la cama, el sacerdote estaba leyendo en voz alta un epígrafe en latín y el menor se retorcía en la cama. Estaba sudoroso, pálido y sus ojos eran azules brillantes. La mandíbula apretada mientras gruñía y gritaba. Ese no era Jeongin, no era su hermano pequeño.

Changbin se agachó en un rincón hundiendo la cabeza entre sus rodillas, no pudiendo mirar aquella escena. Se arrepentirá todos los días de su vida de haberle llamado cobarde y miedoso. Lo hacía para molestarlo, no pretendía ofenderlo realmente. No pensó que ese tablero de ouija, uno igual a la película que vieron y que acabó con Jeongin llorando del miedo, pudiera causar todo esto.

Poco después, los gritos del eclesiástico y de su hermano cesaron y la habitación quedó en silencio.

— ¿Ha... ha terminado? —preguntó Changbin, levantándose con la cara llena de lágrimas.

Jeongin yacía dormido, o eso parecía.

— No, todavía no. El demonio está débil.

— ¿Y Jeongin?

— Necesito que me cuentes cómo fue el proceso —le pidió aquel hombre.

Changbin tomó aire.

— Le regalé un tablero de ouija que encontré en un rastro. No pensé que... —suspiró—. El caso es que a los dos días me dijo que jugó solo y que ya no era ningún cobarde. Yo solo me reí de él —sorbió su nariz—. Empezó con lo que creíamos que eran problemas de sonambulismo. Se levantaba por la noche, hacía cosas extrañas, incluso salía de casa y no sabíamos dónde iba.

Recuerda esas noches en las que no dormía para vigilar a Jeongin. En las que tenía que evitar que hiciera cosas que atentaran contra su vida, como tirarse por la ventana, agarrar algo filoso de la cocina, romper la vajilla...

Su padre, transportista, no sabe nada de lo que está pasando. Se marchó cuando empezaron los episodios de sonambulismo y no ha regresado desde entonces.

— A la semana enfermó, tenía mucha fiebre, no quería comer. Vomitaba mucho, incluso si no tenía nada en el estómago.

— ¿Pasó algo inusual?

— Vomitó sangre —recuerda—, se durmió y al despertar decía ya se encontraba bien... Luego actuaba extraño hasta de día y despierto.

— Joven... —titubeó acercándose al cuerpo de Jeongin y llevó dos dedos a su cuello.

— ¿Q-qué ocurre? —preguntó con temor.

— Me temo que, como usted irrumpió los deseos del demonio mientras pensaba que era sonámbulo, optó por hacer enfermar gravemente a su hermano.

— No lo comprendo —o mejor dicho; no quiero comprender.

— Jeongin falleció con esa enfermedad, lo que dio paso a ese demonio para apoderarse de su cuerpo.

Changbin retrocedió. Todo este tiempo pensó que Jeongin seguía ahí, aunque sea encerrado. Pero estaba muerto, Jeongin ya no estaba, y Changbin sentía que lo había matado él. Que todo era su culpa.

— Ahora mismo en esta habitación solo estamos tú, ese demonio y yo —dijo el sacerdote—. No te preocupes, desterraré a este demonio y tu hermano podrá abrazar la luz del señor.

Lo que pasó después fue algo demasiado irreal y rápido. El sacerdote salió disparado hasta una de las paredes, rompiendo una de las ventanas y cayendo al exterior desde el segundo piso.

Jeongin, o lo que quedaba de él, se deshizo de las cuerdas que le ataban. Esos ojos azules se fijaron en los de Changbin y de algún modo supo que esa noche solo uno de los dos podría salir de aquella casa.

El menor se abalanzó hacia su persona, aunque intentó huir pero fue en vano. Arañó su rostro e intentó llevar las manos a su cuello. Changbin le golpeó a pesar de que le dolía porque, al fin y al cabo, seguía siendo el cuerpo de su hermano.

Corrió escaleras abajo y buscó entre los cajones de la cocina un encendedor. Su madre conservó esa casa generación tras generación, inclusive los muebles, por lo que eran todos de madera y fácilmente inflamables.

Después se aproximó a la entrada del hogar y, al girarse, Jeongin estaba detrás de él a unos metros.

— ¡Jeongin! Por favor, si sigues ahí, lucha. Lucha contra esa cosa, te lo ruego.

Esa sonrisa que apareció en el rostro del más joven le dio todas las respuestas que necesitaba.

— Jeongin no está.

Changbin sabía que debía hacer algo. Jeongin ya no estaba, se había ido y no iba a volver. Se acabó. Pero tampoco iba a dejar que esa cosa que se apoderó de la vida de su hermano se saliera con la suya.

Le prendió fuego al sofá más cercano a Jeongin, quien no se esperaba ese acto. Aprovechando el despiste, lo empujó hacia el mueble en llamas. Rápidamente las ropas de Jeongin empezaron a arder y después su piel.

Changbin salió de la casa sin mirar atrás, sin ver como su hermano estaba envuelto en llamas por su culpa. Sin embargo, no fue suficiente, porque ese ente seguiría entre ellos hiciera lo que hiciera.






Queda un último capítulo AAAAA
Que creen que pase?

𝐁𝐑𝐄𝐀𝐓𝐇𝐄 ━━ 𝐇𝐇𝐉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora