IV

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—¿Podemos tomar un descanso? —pregunta la princesa, caminando hacia la orilla de su cama—. He leído la oración incontables veces, solo de ver la hoja me hace enfermar.

—Alteza, vuelva a ponerse de pie. Debe estar preparada lo más pronto posible, sus hermanos pueden mover fichas sin hacerse notar.

—Apuesto que tu sangre es tan oscura como tu corazón, o puede que sea aún más oscura que el negro porque no me dejas tomar un descanso.

—Usted sabe que nosotros no descansamos, debería acostumbrarse a ello y seguirme el ritmo.

—Me rindo, quiero dormir.

Se deja caer sobre las sábanas, escuchado con atención el siguiente párrafo que Aitana lee en voz alta. El festival de la cosecha se acerca en los próximos días, los ayudantes siguen tan ocupados como de costumbre y con ello, Aitana se escapa de sus responsabilidades para ver a Hady. Por las mañanas la deja sola frente a la fuente, con un par de escritos que la princesa debe memorizar, por las tardes se encarga de practicar y estudiar con ella. Para finalizar el día, en las noches cada una va a sus respectivos dormitorios luego de la cena, descansando lo tanto que pueden para seguir la rutina.

A tan solo unas semanas después del ataque al emperador, la vigilancia del palacio se extendió. Reemplazaron a los guardias por otros con más fuerza y prohibieron la entrada a cualquier noble si no permiten que revisen sus pertenencias, así mismo, los sirvientes fueron sometidos a cuestionarios y unos que otros están bajo vigilancia por sospecha.

Yale no mencionó lo que iba a continuación tras inyectar al emperador, tan solo dijo que pronto harían otro movimiento. Por ahora, es importante la participación de Hady en conocer a los plebeyos y ganarse los corazones de cada uno.

—Una reina debe ser versada en la economía de su reino así como la geografía de la misma. Debe ser experta en estrategias de defensa, aunque es preferible la militar.

—¿Qué tanta es la diferencia?

—No mucho, la que conozco es una mezcla de ambas —informa Yale, moviendo su espada alrededor de su cintura—. Usted debe sentir que el enemigo es eso, un enemigo, un villano que de un bocado será capaz de devorar a su reino. No piense en ellos como personas o le será difícil el pensamiento de atacar.

Pega su cuerpo al de la princesa, haciéndole que mueva el suyo como él indica. El blandir de su espada hace ruidos como haber cortado el mismo viento y Yale esboza sonrisas de triunfo, felicitando la fuerza con la que lo realizó. Podría ser que todo esto es un entrenamiento, las circunstancias así lo indican y por ello Hady acepta lo necesario sin hacer muchos comentarios al respecto.

Su horario la lleva de un lado a otro, leyendo tantos libros como le es posible y consumiendo su energía hasta el límite.

—Como reina, debe tener un corazón de altura fuera de nuestro promedio —murmura Aitana—. Colocando a los demás antes que usted.

La capa roja que Hady lleva sobre los hombros ilumina su reflejo un color vibrante y el efecto es contrario en cuanto Aitana lo retira con suma delicadeza. El espejo muestra los movimientos de la joven, que acomoda distintos ganchos sobre la silla de madera y en unos minutos se aproxima con un vestido blanco de tela delgada el cual lo muestra sosteniéndole por encima del pecho de Hady.

—Es esencial que se vista como lo que es, como desea ser llamada. La reina —susurra golpeando su aliento al cuello de la princesa—. Debe causar impacto con cada vestido suyo, deje ver que los demás conozcan sus colores preferidos y que jamás olviden la ocasión por la que lo usó. Porte con orgullo la corona que le corresponde, una insignia de oro tal vez sea más llamativa en los trajes de los príncipes, pero de nada sirve si al portarla no muestran seguridad.

La reina doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora