VII

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Los alimentos esperaban en la charola metálica, ni una mínima porción había tocado. La desesperación en Rayen era notoria, esperando escuchar sus razones pese a que Hady le había repetido hasta el cansancio que no necesitaba estar presente hasta verla dar un sorbo del vaso de agua, agotada de ser vigilada extremos lapsos de tiempo.

—Las píldoras que has consumido te afectarán con el tiempo.

—No encuentro otra manera de descansar.

—Al menos deberías aceptar que ella te visite. Estuvo conmocionada por la noticia, pero nada le importó más que saber de ti.

—¿Qué le has dicho?

—Nada. He perdido la cuenta de las veces que me muestra su decepción porque no respondo sus preguntas, no le doy nuevas novedades sobre ti y no le permito visitarte.

—¿El emperador ha dicho algo?

Rayen niega.

—Las noticias de tu compromiso son como el aire que respiran, supongo que es un punto positivo para él. Así nadie hará preguntas sobre los altos impuestos que se les exige a los plebeyos... Si supieras cuanto sufren por tu ausencia.

Pero Hady no se había presentado, ni había aceptado visitas o había puesto un pie fuera de la cama por lo que sucedió. Es verdad que fue traumático, le produce náuseas recordarlo, no sabe como sobrellevarlo y el tema le produce un shock a la hora de dar explicaciones. El asunto es que no ha sangrado como debería y, tras un tiempo de aislarse, aparecieron síntomas extraños del que teme hablar. Ha prohibido que la vistan, lo hace por sí misma, no permite que exploren su cuerpo por temor a detectar alguna anomalía, come lo que puede antes de devolver los alimentos y sus voluptuosos vestidos han comenzado a sentirse más ajustados.

El otoño tocó su puerta. Las hojas de color naranja entre la mezcla del marrón le hicieron ver que lleva largo tiempo postrada en aquella cama, lamentando la situación mientras su vientre crece y nadie lo sabe. Su idea principal era tomar tiempo, dejar de alimentar los rumores sobre la noche que eligió "escaparse" junto al rey y, en su reemplazo, sanarse de un doloroso recuerdo. Poco después alteró sus planes y no se dejó ver a causa de las molestias en su cuerpo. Esta vez estaba segura de que era hora de enfrentarse a la realidad, hacer estallar la burbuja que le cerró los ojos haciéndola creer que nadie podía volver a lastimarla entre sus paredes. Al final de cuentas, había un tema por abordar y una principal persona a quien debía comunicar.

—Ordena a Yale que venga, y evita traerme alimentos olorosos, es desagradable.

Aquel pedido final fue al que Rayen tomó por sorpresa. Únicamente tres personas tenían autorización para visitarla por lo que no hizo gesto alguno al escuchar el nombre de Yale.

—Tú amas comer...

—Ya no lo hago. Necesito un tiempo a solas, te veré mañana.

Rayen toma la charola en sus manos, encaminando a la salida. El joven que se ha dado la responsabilidad de vigilarla entra al instante y saluda en silencio, Hady mantiene su mirada puesta en el cuadro que Aitana le mandó hace días, el árbol de cerezos. El árbol que le encantaría visitar junto a ella.

—¿Sabes mi deseo?

—No, alteza.

—Es conocer el tipo de amor que plasman en los libros. Comienzo una nueva lectura y no dejo de mirar esa pintura, ilumina más que el resto de mis decoraciones. Quiero seguir viéndola pintar y quiero enfrentarme de una vez por todas, quiero tomar el trono ahora.

—Cass decidió anular su regreso a casa, es mejor que también anule su matrimonio y permanezca en calma dentro del palacio.

—Ella no tiene porqué echarse para atrás, lo que pasó no es motivo para renunciar a nuestra libertad. Si ella quiere, que viva aquí toda su vida, ¿pero qué hay de los plebeyos y el sufrimiento? El emperador es solo un hombre con título, yo seré quien tenga el poder y tú tendrás que prestarme tu fuerza... Yale, quiero sentir la satisfacción de la venganza.


La reina doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora