V

6 3 0
                                    

Los príncipes compartían conocimientos entre miembros de la nobleza, intercambiaron saludos, sonrisas y bebidas. Hady contaba con la presencia del rey Moore a su lado, quien discutía los platillos del palacio y la importancia de usar bandejas de plata. Debido al incidente que atacó directamente al emperador del reino, la mejor manera de proteger a los invitados era utilizar plata con el fin de que el veneno se desvaneciera como un vampiro al ser acuchillado entre una herramienta con el material similar.

Los ojos de la princesa vagaban por cada rincón, esperanzada en encontrar a una sola persona, la persona por la cual está presente. Desde la distancia, localizó a Rayen, quien venía en compañía de dos hombre y entre ellos, Yale. Su animada conversación le sacó una sonrisa mientras ellos se acercaban y recibió con los brazos abiertos a la joven.

—Alteza, es una noche espectacular. No termino de sorprenderme con lo que nos entrega.

—Me hace feliz que lo disfruten, espero que quienes reciban nuestras cosechas, lo hagan con una sonrisa en su rostro.

—No tenga dudas de que logró convencerlos —exclama enganchando su brazo al de la princesa—. Cambiarán su forma de pensar. Tal vez no será hoy, ni mañana, quizá en unos años. Pero tenga por seguro que sabrán que usted habló con sinceridad, dispuesta a no dejar las promesas en el aire.

—Es bueno contar con ustedes.

Rayen le ofrece una sonrisa e inmediatamente Yale saluda, haciendo una reverencia junto a su acompañante.

—Mi estimada princesa —saluda y deposita un beso en sus nudillos—, que la gloria del reino Lacroix brille ante sus frutos. Me honra ser parte de esta gran celebración, he llegado en compañía del conde Bonett.

El joven mencionado se inclina e imita el saludo de Yale, dejando que sus labios toquen la piel porcelana de Hady.

—Hans Bonett, es un placer conocerla, su alteza.

—Oh, un gusto, Hady de Lacroix. Bienvenido al reino, que la bendición dorada caiga sobre sus hombros. Disfruten su noche.

—Un gusto de nuevo.

Vuelven a inclinarse como despedida y se retiran al lado contrario, Hady los observa hasta perderlos de vista y en el proceso encuentra un destellante vestido verde que se arrastra con suavidad en dirección a la salida.

—Alteza, yo también debo retirarme —susurra Rayen, observando fijamente a un grupo de nobles que charlan con Thea—. Ha sido un placer saludar a nuestra estrella del reino, disfrute su noche.

Pero Hady ha estado más atenta en los movimientos de aquella dama que no percató el instante que Rayen desapareció. De pronto, un cansancio se apoderó de ella y dio una rápida mirada a Roy, quien compartía risas con sus invitados. Ya no era su centro de atención y su excusa valía suficiente. Dio un sorbo de la bebida roja de su copa y encaminó a las puertas entreabiertas situadas al frente.

La brisa hizo elevar el vuelo de su vestido, sus hebras doradas sacudieron sin fuerza y su cuerpo tembló por unos segundos. Entre sus manos tomó las delanteras de su vestimenta, bajando las escaleras a toda prisa y cruzó por el camino hecho de césped, adornado entre rosas y tulipanes. Los arcos del jardín, a los cuales dieron vida con plantas trepadoras y flores se sacuden junto a los arbustos. Hady observa a la luna que ilumina su camino y sonríe. Sus pasos la hacen llegar hasta el centro, donde los soportes blancos y un techo de alambres, sosteniendo los cristales que simulan ser la mitad de un círculo la esperan. Ahí, en el centro de ese piso elaborado con vidrios oscuros que por las noches brillan de mil colores. Ahí, Aitana la esperaba con una sonrisa.

—Princesa, está aquí.

—¿Cuidas de algo en específico?

—No, su majestad está en buenas condiciones. No tengo que ver por alguien más.

La reina doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora