XV

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LA NOCHE DE LAS PLUMAS BLANCAS


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—Los detalles son confusos, pero suficientes para tomar la decisión e ir por él.

—¿Y cuáles son?

Yale acerca una hoja.

—Su alteza, la princesa del reino Castell, asegura seguir bajo efectos de magia y promete colaboración completa en caso de usar nuestro nuevo invento hacia ella.

—¿Sabe que es un veneno ilegal?

—Sabe cada detalle —afirma—. El rey Moore sufrió un desmayo del que ya se ha recuperado, su actitud es grave por lo que debe seguir bajo vigilancia, pero una vez que surta efecto, le aseguro que será liberado del amor enfermizo que obtuvo hacia usted con ayuda del estramonio. Dicho hechizo no ha sido eliminado por completo, al menos será imposible que entre a su cuerpo por segunda vez.

Hady firma los documentos mientras sigue escuchando, Rayen cambia la tinta cuando se ha terminado, Kai espera con la niña en una esquina y Yale apoya otro paquete de hojas encima del escritorio.

—Hay muchos rumores, majestad. Pese a que su señora, Thea, ha servido de forma especial para nobles y plebeyos, continúan hablando mal acerca de su recibimiento a la señorita Cass.

—Eso no me incumbe ahora, podré encargarme de ellos más tarde. ¿Escuchaste algo acerca de Silas?

—En absoluto. Si basamos sus movimientos con ayuda del libro, estaría preparando un secuestro a la princesa, seguido de idealizar un asesinato para usted o hacer llegar un intruso en el que pueda utilizar magia, y ser afectada aún más de lo que sería con el estramonio.

—Tu reino sí que está muy familiarizado con la magia ilegal —aclama con sátira.

—Me disculpo por ello —argumenta tras una inclinación.

Deposita el grupo de hojas a un lado, verificando por última vez que cada una esté sellada. Ajusta su uniforme, totalmente negro y con cinturones marrones que ocultan armas en caso de ser necesarias. Lleva el broche de su cabello, el cual fue diseñado con la pluma entregada por Aitana, ajustado cerca de los botones que decoran el bordado de su pecho. Hay detalles en ella que no reconocería si sus ojos se encontrasen con el pasado, una mujer que conoce su nombre pero no su verdadero infierno.

—Comenzaremos ahora, tráiganla.

La duquesa acata sus órdenes al mismo tiempo que Yale, quien sale junto a ella sin un momento más de atraso. Ambos se dirigen al calabozo, el espacio donde la han dejado quedarse como único requisito de la reina. El oscuro lugar da escalofríos, Aitana no se muestra atemorizada debido a que entró con facilidad cuando supo que era su castigo, actualmente solo espera los resultados de su esfuerzo por deshacer las cadenas que le atan a su progenitor. Depositó cada pizca de su esperanza en cuanto recibió visitas, y fue sorpresivo que la hayan liberado sin explicación.

En otro espacio dentro del palacio, un rey era vigilado por diez guardias de distintas categorías. Por haber sido hechizado y obtener veneno, dos situaciones distintas que él provocó, se mezclaron de tal manera que su cuerpo reaccionó negativamente. Los factores incluyeron pérdida de memoria hacia sus últimas temporadas y desarrollar una nueva actitud, siendo más violenta y silenciosa que la anterior. La habitación ya estaba destruida, cuando unos llantos agudos llegaban a sus oídos, atentaba en contra de cualquier objeto presente y cada hora había más pedazos de su desesperación cayendo.

Los pies de la princesa se arrastran hasta el salón indicado, hay polvo en su vestido y manchas oscuras provocadas por la humedad. Debajo de sus ojos, marcas violetas demuestran su falta de sueño, labios agrietados por contener orgullo y no aceptar alimentos, cuerpo débil y cabello descuidado. La dejan frente al escritorio, la reina ordena despojar las cuerdas que atan sus manos y le concede tomar asiento en los sillones vacíos.

La reina doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora