CAPÍTULO II pte.1 - MIEDO A LA OSCURIDAD

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Era una noche sin luna, una de aquellas que auguran sumidas en el silencio. A mitad de la calle, entre la vieja casa de frente y la suya, observó, apenas visible, una extraña silueta mientras veía pasar a la gente como todos los días a la misma hora. No prestó atención, rápidamente los autos distrajeron su mirada y así fue como pasó el tiempo y su noche, pues, a su joven edad la energía abunda y el tiempo llega muy pronto junto a la hora de dormir.

Ya avanzada la noche, a eso de la madrugada, le despertó un extraño golpeteo en la calle, y es que el particular sonido del metal con el cual está fabricada la tapa del alcantarillado es inconfundible y aún más cuando las calles a esas horas se encuentran desiertas; era un sonido repetitivo, constante, como si la intención de ser escuchado fuera aquello que le originaba. La extrañeza también era latente al no haber viento siquiera, lo cual daba a suponer que aquel extraño sonido era producido por alguien o por algo.

Nada parece extraño, excepto una rara silueta que se asoma poco a poco mientras la tapa comienza a correrse. Impávido, como cualquier menor ante tal suceso, rápidamente se asoma por la ventana de su cuarto para observar mejor: es la misma silueta que más temprano aparecía a mitad de la calle, ahora es más visible, casi tanto como el humo de una hoguera pero apenas distinguible en su forma. En un principio, comienza a elevarse sutil entre los espacios que se abren mientras pareciera abrirse paso sin dificultad al empujar el metal. Pasados unos minutos, ya su avance es cada vez más perceptible mientras hace amagues de querer tomar muchos rumbos a la vez, como si se encontrase desorientada o un viento inexistente le empujara desde muchos frentes.

El silencio de la noche es rutina: su madre duerme en la otra habitación y su padre de seguro duerme con ella o en algún rincón de la mesa del comedor al trabajar hasta tarde, cosa no extraña pero tampoco frecuente, como en cualquier vida que tenga la suerte de serlo, por lo cual no surge en él la intención de despertarles para saciar la curiosidad obvia. Con asombro ve, transcurridos ya unos minutos, como aquella sombra abstracta comienza a parecer algo; se ciñe en la oscuridad mostrando un aspecto largucho y familiar.

Desde ese aparente humo, desde la extraña silueta, comienzan a figurar largos brazos parecidos a ramas sobre tejidas con la piel de algún desafortunado animal o, posiblemente, vestidos con maltrechas mantas mojadas y oscuras como el carbón; para una mente tan joven, algo tan surreal solo puede causar un temor muy profundo.

Sumido en su miedo, pero atónito ante tal espectáculo, en su mente nace la encrucijada respecto a la curiosidad y el temor: no sabe si observar o alertar a sus padres acerca de aquel extraño ser que comienza a erguirse afuera. Decide continuar observando mientras se cubre con la gruesa cortina de su cuarto en silencio, a la vez que en la calle ya puede distinguirse una figura macabra y extraña parecida a un hombre muy delgado, de unos 3 metros de altura y extremidades desproporcionadas y muy largas para su tamaño, como si hubiera arrancado ramas de algún árbol maltrecho y decidido llevarlas en su lugar. Su postura coopera con su grotesco aspecto, pues se yergue aparentemente recto y firme de piernas pero encorvado en la mayor parte de su espalda, como si su propio ser le pesara tanto como no aparenta o su desidia fuera superior a su grotesca existencia; en su parte superior tampoco se halla rectitud al observarse una flacucha y huesuda joroba. Su sola presencia causa tanto asco como terror, pero la inocencia de un pequeño descansa también en una tonta curiosidad.

El asombro y el miedo, naturales en alguien de su edad, le impulsan para asomar cada vez más su cuerpo con la intención de ver por la ventana. Poco a poco va dejando atrás la cortina, apoyando una de sus manos y su nariz en el cristal, como si con eso quisiera poder salir de su habitación sin necesidad de abrir la ventana. Pasados ya unos minutos, el miedo poco a poco va cediendo y, con su cuerpo fuera de la cortina ya casi por completo, se distrae también con el vapor que, al emanar de su boca, empaña el cristal.

Kharus (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora