Llegada la mañana que, tan oportuna como siempre, trae consigo el sonido del despertador de la habitación contigua, donde duermen sus padres; Edward, que poco ha dormido, despierta con la voz difusa de su padre, que se pierde entre el pasillo y la escalera mientras se oyen pasos rápidos que indican que se encuentra atrasado para llegar a su trabajo.
Adormilado, piensa de inmediato en la criatura, pues cada minuto que permaneció despierto antes de sucumbir al sueño, temió que aquello descendiera y se hiciera de él.
Aún escondido bajo las mantas, sabe que su madre vendrá por él en unos minutos para prepararlo en su rutina antes de la escuela. Pero, temiendo que aquel ser aun se encuentre allí, no quiere poner un solo pie fuera de la cama.
El sonido es inconfundible. Oye como la puerta se abre y, con ello, llega la seguridad de levantarse.
Poco dura la sensación de libertad y seguridad, pues observa cómo, junto a la puerta, una criatura largucha y muy alta se encorva al topar con el techo de su habitación: es aquel ente que, además de haberle esperado con paciencia toda la noche, observando inmóvil junto a la puerta, ahora la ha abierto para engañar al niño y hacerlo salir de la seguridad en la que se hallaba.
Antes de que su corazón se paralice, el rostro de su madre irrumpe en la habitación.
- ¿Edward? .- Pregunta Rachel al ver cómo el niño se encuentra pálido y sentado a los pies de la cama.
Extrañada, pues su hijo no acostumbra despertar por su cuenta si no se debe a algún malestar, se acerca hacia la cama y se sienta junto al niño que, con ojos llorosos, mira fijamente hacia la puerta.
- ¿Hijo, qué sucede? .- Vuelve a preguntar mientras da un leve vistazo hacia atrás solo para ver que no hay más que la soledad del pasillo.
Al ver que Edward se encuentra con la mirada perdida y no reacciona, coloca la palma de su mano sobre la frente del niño y con la otra presiona con suavidad su cuello con la intención de advertir algún síntoma de malestar que explique su silencio y nula reacción.
A pesar de aquello que pudiera pensarse, eso que puede ser tan obvio para cualquiera que observe a una joven madre con su pequeño; la paciencia de Rachel con su hijo, que por lo demás permanece inmóvil mientras ahora le viste con prisa, no es algo que pudiera durar mucho: pasados unos minutos, la mujer sólo tiene interés en llevar a su pequeño a la escuela.
*
En la escuela nada sale de la tan acostumbrada normalidad. La hora pasa entre los pasillos y la sala de clases, pero, a diferencia de los otros días, su mirada no se aparta de los rincones, temiendo ver en algún lugar la siniestra figura de anoche.
Su semblante también ha cambiado; una constante expresión de angustia acompaña al silencio que le ha embargado, muy contrario a tan afable e inquieta curiosidad que, esperable y natural a su edad, mostraba en cada jornada escolar.
Pasadas unas horas y un par de clases, su permanente distracción y la constante mirada perdida en el patio de la escuela, que se deja ver por la ventana, rápidamente despiertan la intriga de su maestra.
Son ya casi las dos de la tarde, en el último descanso, cuando golpean a la puerta.
- ¿Quién es?.
La respuesta llega tímida mientras se oye el chirrido de la puerta.
- Soy yo, señor Harrys.- Contesta Margareth, la profesora de Edward.- ¿Puedo pasar?.
- ¡Claro! Adelante, señorita.- Contestó el hombre mientras dejaba su taza vacía a un costado.- ¿Qué desea?.
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Kharus (pausada)
ParanormalEdward es un pequeño niño atormentado por un demonio que actúa de manera muy similar al trastorno de esquizofrenia. Nadie le cree respecto a lo que ve, oye y sucede a su alrededor y con él, menos aún sus negligentes padres que, tras unos años de viv...