En la noche, después de que el reloj anuncia con aquel característico tañir de campanas que han llegado las nueve, camina con dificultad desde el sofá hasta la mesa del comedor. Si bien, el alcohol dificulta un poco su andar, produciendo un incómodo tambaleo que le lleva a sujetarse en la pared con cada paso; mantiene la suficiente lucidez como para recordar que debe apagar la estufa, pues el silbido de la tetera llama desde el interior de la cocina y le ha despertado unos segundos antes que el reloj. Con cada paso, ante sus ojos se asoma una que otra silueta entre la oscuridad; son los muebles de la sala que se esconden ante la presencia de una luz muy tenue, pues, con el sueño, el día avanzó con prontitud hasta dejar llegar el oscuro manto de la noche.
Así avanza a tanteos, con sórdidos pasos bañados en la peste que emana del vino cuando se deja secar sobre una prenda tras unas horas.
La oscuridad, que se presenta como una fiel amiga de su resaca, le sienta bien, por lo que decide no encender luz alguna para así no sufrir con aquel dolor de cabeza que suele venir después de una ingesta desmedida. Tan solo ilumina la sala la débil presencia de la luz que ingresa desde los faros que se yerguen en la calle, pues, al haber sucumbido al sueño desde muy temprano, no ha cerrado las cortinas. Después de tantos años en soledad, caminar en la penumbra no significa nada nuevo para él.
El día que ya pronto se dispone a acabar presenta una particularidad, y es que, aún con la ausencia de luz, es notorio, para cualquiera que fije su mirada en aquel hombre, el tipo de ropajes que viste mientras se tambalea y presiona ahora su cabeza con ambas manos como queriendo disminuir un poco el dolor que trae consigo el palpitar que nace desde las paredes de su cráneo. El oscuro color de su ropa y el característico adorno blanco en el cuello de su camisa, no hace sino delatar su calidad de clérigo. Con ello, algún desconocido podría, con facilidad, perturbar su propia tranquilidad al preguntarse el motivo que pudo haber arrastrado a un hombre, que por lo demás ha de representar la santidad del espíritu y la rectitud del comportamiento guiado por la moral, a embriagarse de manera semejante y, aún vistiendo aquello que utiliza en su trabajo, lucir de una manera tan desastrosa como luce aquel. Pero nadie se encuentra allí, y él lo sabe, pues la soledad le ha acompañado desde hace ya muchos años tras haber ocurrido, precisamente en un dia con la fecha actual, una tragedia que le persigue desde entonces y carcome sus recuerdos, alma y corazón, arrastrándolo a borrar su dolor, al menos por unas cuantas horas, en el refugio de la embriaguez y la inconsciencia.
Así pasa los minutos, preparando la mesa con una taza de té vacía reposada sobre un pequeño plato y una pequeña cesta que contiene pan laminado.
Ya con la mesa lista y la tetera en sus manos, pronto se dispone a caminar desde la estufa hasta la mesa cuando, rompiendo el pleno silencio que embarga su hogar, unos golpecitos en la puerta llaman su atención, púes no parecen ser al azar, como si el viento que acompaña una lluvia inminente hubiera arrastrado alguna rama que rozase la madera de su puerta, sino que los mismos siguen un distintivo patrón de tres golpes para luego detenerse por unos segundos y volver a comenzar. Entonces, extrañado e inclinando su cabeza, avanza un par de pasos para asomarse hacia la sala y fijar la mirada en la puerta, esperando que el distintivo patrón se repita una y otra vez mientras se mantiene sumido en la oscuridad. Entonces, tentando su suerte, con la intención de conocer el origen de tan peculiar sonido, pronto deja a un lado la tetera, acomodando la misma sobre una pequeña mesita que se encuentra junto a la biblioteca, para caminar con lentos y pesados pasos en dirección a la puerta, como si con ello quisiera evitar emitir algún sonido que pueda advertir su presencia. Así avanza, paso a paso entre la oscuridad, recordando que desde aquel trágico suceso que conmemora esta fecha, el mismo patrón de golpes se repite a esta hora.
Al llegar junto a la puerta, una repentina sensación de escozor recorre su cuerpo al sentir como una fugaz rafaga de frío ingresa por algún lugar perdido entre la madera y el piso, filtrándose y calando en su piel. Es entonces, cuando comprende que se encuentra frente a la fuente de aquellos golpes, que por sus ojos cruza el recuerdo que siempre le atormenta y pretende ahogar con botellas: observa un par de ojos fríos y perdidos que adornan un rostro pálido y sin vida.
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Kharus (pausada)
МистикаEdward es un pequeño niño atormentado por un demonio que actúa de manera muy similar al trastorno de esquizofrenia. Nadie le cree respecto a lo que ve, oye y sucede a su alrededor y con él, menos aún sus negligentes padres que, tras unos años de viv...