- Es verdad, señor Born, no hay nada normal en este pequeño. Sin duda algo anda mal aquí.
Poco tiempo ha pasado desde que el psiquiatra había visto por primera vez al muchacho. Hoy, sin embargo, recuerda cómo un día, no muy bueno en los albores de las mañanas frías del invierno, oyó cómo una joven madre reclamaba por atención en la puerta del consultorio de la iglesia del pueblo mientras sujetaba con firmeza al pequeño con su mano.
La actitud del niño ha venido siendo motivo de preocupación y extrañeza para todo aquel que le conoce, especialmente para sus padres que, tras ya casi dos años de soportar una serie de problemas derivados de esto, han acudido a la iglesia para que, un par de días a la semana, acojan en el orfanato a Edward con el fin de darle los cuidados que ellos, sin mayor interés, no pueden brindarle. Una conducta errática en su actuar, acompañada por una evidente falta de sueño han hecho estragos también en su salud al punto de apagar esa alegre faz que pudiera haber sido suya no hace mucho, aquella típica conducta y energía que le son propias a las jóvenes vidas.
- Es algo extraño, doctor. - Continúa el padre Thomas con inseguridad en su voz al ver el pálido y asustado rostro del niño.
- Oh, no. No soy doctor ni mucho menos, mi amigo. Para un doctorado no tengo un tiempo del que disponga plenamente y mucho menos se encuentra aún en mis planes realizar uno.
La voz de ambos hombres, que resonaba débilmente en las paredes de madera, apenas lograba ser un molesto zumbido en sus oídos, pues su atención y su mirada se hallaban perdidas en un rincón de la misma habitación, siendo aquel el motivo de la extrañeza sobre la cual nacía la conversación de ambos. Un extraño par de ojos le observaban desde el rincón, como desde hace ya un tiempo le han venido acechando, y le observan fijamente, sin parpadear, aún cuando sabe que aquella singular característica es lo que menos debería importarle.
Sentado en la pequeña silla de madera de la oficina, oye cómo ambos hombres poco se interesan por comprender lo que ve, púes pareciera importarles más aprovechar su continuo silencio para extrañarse de su pasividad a tal punto que apenas parecieran recordar su existencia sino para asombrarse con algo de ironía cuando, ya pasado un rato, pareciera no reaccionar más que para asustarse con lo que pareciera ver en el rincón.
En eso, en que la conversación de los hombres no dio cuenta de un muy repentino cambio en la actitud del niño, si pueden advertir cuando, sin aviso, el muchacho grita mientras actúa de manera errática, como si quisiera evitar que alguien o algo se hiciera de él.
El psiquiatra, que muestra una preocupación mayor que la del padre Thomas por aquello que le afecta al niño, se acerca para calmarle ante la tranquila mirada del otro sujeto que, estoico y desinteresado, permanece con las manos en los bolsillos de su largo abrigo negro.
- ¡Aléjate, imbécil! .- Se oye gritar a Edward hacia el vacío.
En eso, mientras saca una de sus manos del bolsillo, Thomas, quien asiste a Jhon en los asuntos de la escuela cuando el anciano Harrys no puede o se encuentra muy ocupado, saca un delgado y grueso cordón de cuero.
Mientras el psiquiatra intenta contener al muchacho que, dando golpes al aire y queriendo huir de algo que no se encuentra ahí, grita incesantemente que algo quiere atacar a ambos hombres desde el rincón de la habitación; Thomas se acerca con el cordón en su mano y, sin aviso, arroja un par de rápidos golpes con el mismo en contra del niño.
- ¡Ya cálmate, mocoso! Siempre ha sido lo mismo contigo. Grito tras grito, ya has hartado a todo el personal del orfanato. ¡No hay ni un puto demonio que tenga interés en atormentarte!.- Sentencia el hombre a la vez que, ahora, con fuerza lo coge del brazo y lo acomoda nuevamente en la silla ante la mirada de Born que, estupefacto, retrocede unos cuantos pasos.
ESTÁS LEYENDO
Kharus (pausada)
ParanormalEdward es un pequeño niño atormentado por un demonio que actúa de manera muy similar al trastorno de esquizofrenia. Nadie le cree respecto a lo que ve, oye y sucede a su alrededor y con él, menos aún sus negligentes padres que, tras unos años de viv...