CAPÍTULO I - LUX IN TENEBRIS

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La oscuridad no era plena, aún se podía observar un atisbo de luz filtrándose por unos cuantos agujeros en la gruesa y añosa cortina de la sala.

El miedo, cosa tan humana como la misma muerte o el sudor que poco se deja ver con tan poca luz en el rostro pálido y desganado de los presentes, no es algo que pueda ser disimulado ante tan perturbadora escena; algo les ha atrapado, quieren cazarlos.

Uno entre ellos, la señora Rachel, a sus años ya no teme mucho de aquello que se dice venir, ha conocido ya muchas veces el umbral que está pronta a cruzar. Sea hoy o en algún día venidero, sabe que los momentos en los que pudo haber deseado no ver los profundos huecos que son por ojos de aquella dama, aquella aparición siniestra que es la muerte, están lejos, quizás ya durmientes, junto a su difunto y amado hijo Edward. Una sonrisa permanece en su rostro, como si de burlarse a solas, en silencio, de todos los que se encuentran en la habitación, se tratase aquel fuero interno que le atañe en estos momentos, mientras parece observar fijamente uno de los rayos de luz que se asoma ante los ojos de todos producto del polvo que hay en la habitación. Le han hecho venir hasta aquí por la aparente fe que tiene en su señor, ya que, a sus años, es lo único que le va quedando junto con la antigua relación que tuvo, hace ya décadas, con ésta que fuera la casa de su difunta hermana.

La calma y la quietud de las cosas, como ya es algo acostumbrado por todos los mortales, no dura mucho antes de que un fuerte golpe remezca todo el muro sur de la vieja casa, como si algo les hubiera esperado desde hace mucho y quisiera anunciarles que ya se encuentra presto a su cometido. Previo a tal estruendo, en la sala el temor ya era cosa obvia, muchos no se molestaron en siquiera simular algún atisbo de valentía, ni aún el sacerdote que les acompaña. Ahora, solo con observar sus ojos, que se pierden entre el polvo que vuela producto del golpe, y la poca luz, se puede ver un terror muy humano recorriendo sus vidas, una sensación que promete profanar hasta el último rincón de sus almas antes de que puedan tener algún dejo de criterio y discernir cual es su situación actual.

Observan las paredes, como si en ellas esperasen poder encontrar algo.

Una extraña confusión también se apodera de sus mentes, pues, cuando sus ojos se cierran por un momento, la sensación de que alguien les observa no llega muy tarde desde algún rincón oculto para todos.

Tan solo la certeza de un cuerpo maltrecho, momificado y en evidente estado de descomposición por los años, es lo que tienen para consolar su pérdida conexión con el mundo que ha quedado fuera de éste lugar extraño, tan ajeno a lo conocido como un viento que sopla fuerte en el interior de una casa sin ventanas.

- Somos extraños, no teman por ello. Mejor disfruten de las dulces melodías que suenan en el segundo piso.

Solo ella fue capaz de romper el incómodo silencio. Rachel, que a pesar de ser completamente ciega, pues todo mundo conoce ya su lúgubre historia, parece ser la única persona aquí presente que logra "ver" alguna cosa que le de tranquilidad o, cuando menos, un extraño consuelo.

Cosa obvia es el temor que genera una situación como ésta, pues, mientras todos los demás permanecen de pie e impacientes en medio de la habitación, la anciana pareciera estar en una muy cómoda fiesta de té al sonreírle al vacío y conversar afanosamente con nadie.

- De todas formas, nos veremos en la otra vida, hermana.- Continuó la anciana.- En un lugar donde podamos estar juntas.

Cosa obvia también es qué, además de lo que pueden sentir y ver; no solo el polvo y la luz les acompañan, tampoco el cuerpo maltrecho y momificado es su única compañía, y bien lo sabe Jhon. Una cosa tan extraña como lo que ocurre hoy, una escena tan perturbadora, no es sino obra de algún loco, un desquiciado que no puede controlar aquellas extrañas conductas, o, con el temor que ello le hace esperar; puede ser obra de alguno de aquellos que ha pasado su vida enfrentando desde el seno de la iglesia y revestido para su fuerza tan solo con una fe que tampoco es plena ni inquebrantable.

Kharus (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora