Capítulo Doce

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El olor a cera seguía siendo insoportable. Pero a la vez sentía ese dolor exquisito que Adriel me provocaba cuando me poseía.
Sentía sus manos rozar mi clítoris con mucha intensidad y rapidez. Como si le urgiese un orgasmo mío.
Abrió los ojos y ante ellos no estaba Adriel. Para mi sorpresa, tenía ante mis ojos a la persona a la que menos quería ver.
Axel apareció como un virus y lo único que me producía era asco y miedo.
Él me rozó y en breve, me pellizcó mis pezones con mucha fuerza. Algo que me produjo una sensación diferente a la que cuando estaba con Adriel. Y sabía que era algo más que el miedo por lo que había pasado.
En segundos, vi cómo iba a violarme y no pude hacer nada para impedirlo. Ya que las cuerdas me hacían prisionera.
Abrí rápidamente los ojos y me percaté que había sido una pesadilla.
―¿Estás bien? ―escuché mientras que la puerta de mi habitación se abría.
Al mirar hacia a ella, vi a Adriel ante ella.
―¿Qué demonios haces tu aquí? ―le pregunté.
―He venido a prepararte el desayuno y a saber que hacia ese policía en tu casa.
―Oscar es un amigo y mi segunda relación. Vino a traerme lo que habíamos ganado juntos en nuestra convivencia.
Él se acercó a mí y le volví a decir:
―No debería de estar aquí, señor Giuliani.
―Te recuerdo que estoy aquí porque me sigues interesando, Mellea. Además, tendrás un castigo por entrar a ese tipo aquí sin mi permiso.
―Tú no eres el dueño de mi departamento.
―Lo sé. Pero sí que soy el tuyo.
―¡Está loco!
Él llegó ante mí y me levantó muy rápidamente. Donde me puso en sus rodillas.
―¿Qué hace?
―Darte tu castigo ―me respondió.
Adriel levantó la falda de mi pijama de seda y noté enseguida un azote.
Levanté mi cabeza por ello, mientras que él me decía:
―Me picaba la mano desde hace días. Ya era hora que me dejara de picar.
Él volvió a darme otros azotes que ni siquiera conté. Y cuando paró, me puso a cuatro encima de la cama y noté como sus pantalones se bajaban.
Adriel metió su polla en mi ano y eso me hizo gemir demasiado fuerte.
―Hunde tu cara en la almohada. No quiero que nadie te escuché gemir ―me dijo.
Le hice caso. No quería que mis vecinos me escucharan dar gritos como loca por el placer.
Él comenzó a moverse aún más rápido y eso me estaba haciendo sentir nuevamente viva.
Embistió aún más rápido y eso me hizo levantar mi cara de la almohada. Donde paró por unos segundos y me agarró por el pelo.
Gemí y eso parecía que le motivaba más a penetrarme.
―Voy a correrme ―dijo.
Embistió aún más rápido hasta que sacudió dos veces contra mí.
Después paró de embestirme muy despacio. Sin embargo, me giró rápidamente y metió dos de sus dedos en mi vagina. Donde los sacó y metió rápidamente.
―Dame tu orgasmo, Mellea.
Dejó sus dedos metidos y los movió en mi interior. Acariciándome el punto G.
―Dámelo ―dijo de nuevo.
Mis gemidos se volvían más intensos y estaba a punto de alcanzar el clímax.
Adriel movió nuevamente más rápido sus dedos, mientras que me decía:
―Me gusta que te entregues a mí.
Movió aún más rápido sus dedos y bajé mis piernas. Ya que había conseguido el orgasmo.
Adriel sacó sus dedos de mi interior y los llevó hasta a mí.
―Chúpalos.
Así lo hice. Los chupé y luego me dijo:
―Buena chica.
Caí rendida sobre la cama y Adriel se puso a mi lado, diciéndome:
―Ya ves que si eres mia. Que ningún hombre se te acerque o se arrime a ti. Porque sufrirá las consecuencias.
―Es absurdo señor Giuliani ―terminé de respirar―. Tengo amigos varones.
―Me da igual que ese tal Rafael se acerque a ti. Pero que nadie más lo haga.
―Ya sabes lo que pienso de tus reglas.
―Me da igual Mellea ―me dijo―. Y a partir de ahora me vas a llamar por tu nombre. Como yo por el tuyo. Solo seré señor ante la gente o en la mazmorra.
Hicimos una breve pausa.
Seguía dándole vueltas a mi cabeza y no lograba entender cómo es que me había dejado envolver por este juego. Un juego placentero.
―Por cierto, quiero que esta noche sea la segunda lección.
―Está noche es imposible ―le dije―. He quedado con Rafael.
―¿Pues cancela esa cita?
―Es imposible, señor Giuliani. Son cosas de trabajo que tengo que resolver.
―Vale. En ese caso, espero que no tengas que hacer nada a partir de mañana. Quiero disfrutarte y enseñarte todo el fin de semana.
Olvidaba que era jueves y mañana era mi fin de semana lejos del trabajo. Uno que disfrutaba junto a mis padres.
―¿Qué ocurre Mellea? ―me preguntó.
―Que los fines de semana disfruto con mis padres en su casa.
―Pues este fin de semana disfrutarás conmigo. Mañana por la noche, te quiero ver en mi casa después de que termines de trabajar. Y desnuda.
Pero no le dije nada.
Después me levanté de la cama y me fui hasta la cocina mientras que Adriel me miraba con esos ojos de deseos.
Al entrar en la cocina, ya vi el desayuno puesto encima de la mesa. Por lo que miré hacia la puerta y vi que Adriel estaba sonriendo.
―Te dije que un amo siempre recompensa ―me dijo.
Sin embargo, cogí una tostada y le di un bocado. Donde él no tardó en acompañarme.
Tras terminar de desayunar, me di una ducha y en breve, me puse un vestido algo adecuado.
En pocos minutos, me monté en mi coche con Adriel para ir a trabajar. Donde este le dio una orden a Tobías de que fuera a buscarle a la empresa.
La música comenzó a sonar en mi coche y sonaba Running Up That Hill de Kate Bush. Algo que me puso un poco nerviosa ante la persona que tenía delante. Qué momento más inoportuno para esta canción que sonaba en la radio casi siempre a primera hora de la mañana.
And if I only could I'd make a deal with God And I'd get him to swap our places Be running up that road Be running up that Hill Be running up that building Say, if I only could...
Sin embargo, continue conduciendo mientras que notaba el nerviosismo de Adriel un poco sobre los pies. Eso me hizo sonreír un poco.
Continué mi trayecto hasta la oficina mientras que escuchaba la canción y algunas más.
Y cuando llegamos a la oficina, entré rápidamente para evitar que sucediese algo de lo que me pudiera arrepentir después.

Tras una jornada dura de trabajo durante la mañana y la tarde, Rafael y yo nos marchamos a mi departamento. Pues había hablado con él para que cenase conmigo lo que quedaba de aquella noche.
Llegamos a la casa y lo primero que Rafa hizo, fue buscar dos copas de vino y una botella. Pues por lo que le dije en la oficina, sabía que tenía que desahogarme con alguien.
Comencé a preparar algo ligero para cenar, mientras que mi mejor amigo comenzaba a poner algo de música en el reproductor.
Lo que más me sorprendió de Rafa, es que nunca ponía música triste. Solo música alegré.
Comenzó a sonar Niña de la Escuela de Lola Índigo con Tini y Belinda. Era una canción que nos gustaba a los dos.
"Soy aquella niña de la escuela. La que no te gustaba, ¿me recuerdas? Ahora que estoy buena, paso y dices ¡Oh, nena, oh, nena! ―Comenzamos a cantar los dos.
Cuando los dos estábamos juntos, siempre estábamos alegres. Y sabía que Rafael era más que un amigo para mí. Era el hermano que no tuve.
―Me encanta quedar contigo a cenar y hacer un poco el payaso ―me dijo.
―Y a mí ―le dije.
―¿Qué es lo que tenías que contarme Mellie?
―Es sobre Óscar.
―¿Y qué quiere esa garrapata ahora?
―Nada. Solo ha venido a hablar conmigo de lo que pasó y a entregarme el cheque de lo que hemos ganado.
―Eso es raro de él.
―A mí también. Dice que se ha dado cuenta de todo a raíz de la muerte de su madre.
―No se nena. No me fio de ese.
―Lo sé. Pero Rafa, había algo más en él. Me preguntó si sabía algo de Axel. Algo me dice que pasaba algo con él.
―A Axel no le ha pasado nada. Es un hijo de puta que estuvo contigo y ahora está pagando lo que te hizo. Así que olvídate de esa otra garrapata y de Oscar.
Asentí.
Bebi de mi copa de vino y después me puse a cocinar.
No quise decirle a Rafa que había mantenido relaciones con Adriel porque tenía miedo a su reacción. Se lo contaría cuando estuviera un poco más segura de ello. Además, no podía contarle que había mantenido relaciones sexuales con un amo. Le daría un infarto.
Continuamos hablando mientras que la cena se hacía con tranquilidad.
Cenamos y en la conversación salió que tenía que conseguir un orgasmo antes de que se le cayeran los primeros pelos de la cabeza. Eso me hizo reír y pensar que se moriría si supiera que yo tuve uno aquella misma mañana. Ja. Bendita mi suerte.
Al terminar de cenar, Rafa se marchó para su casa y yo me quedé hasta tan tarde para recoger los platos.
Cuando llegué a mi habitación casi a las doce de la noche, me cambié al pijama de seda y en segundos, me tumbé encima de la cama.
Antes de cerrar los ojos, pensé en lo que podía suceder durante el fin de semana. Pero también como reaccionarían mis padres cuando les dijera que no iba a pasarlo con ellos.
En breve, cerré finalmente mis ojos y me dejé llevar por el sueño que tenia de aquel día.
Sin embargo, no dejé de pensar por unos momentos en lo que Oscar tendría que decirme de Axel. Espero que ese hombre siga recibiendo su castigo por lo que me hizo en el pasado.

Enséñame a Ser Tuya (Pasos De Acero #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora