Capítulo Tres

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A la mañana siguiente, amanecí con algunas ojeras de haber llorado durante un buen rato toda la noche.
Aun me perseguía los buenos recuerdos que viví con Oscar y me atormentaba tener que tratarle como si fuera un desconocido.
Me levanté y me di una ducha rápida. Y mientras que me daba esa ducha, pensé en las palabras de Adriel Giuliani antes de que se marchase de la casa de mis padres: Y ya te digo que cualquier mujer que ve el mundo sado acaba sucumbiendo a él. Excitándose hasta que su amo le priva de su orgasmo.
Por alguna cuestión, ese hombre se había fijado en mí y no tenía ganas de averiguarlo. Pues desde que Oscar me había sido infiel con mi mejor amiga, todo había cambiado en mi parecer. El amor en mi interior se había acabado de alguna manera que desconocía. Nadie podría curar mi corazón malherido y con esa coraza puesta. Sigo sin entender lo que es este sentimiento de hoy en día y me gustaría vivir el mismo amor que han tenido mis padres y mis abuelos en sus años de vida.
Salí de la ducha y fui a mi armario en pocos segundos.
De ahí saqué un vestido de color rosa fucsia que me llegaba por encima de la rodilla. Era el primer vestido que me compre para mi primer día de trabajo y aun se conservaba sin ningún daño en la tela.
Después cogí los mismos tacones de la noche anterior y un bolso en color negro y me dispuse a bajar para desayunar con mis padres. Aunque estaba insegura de ir a la empresa tras pensar en lo que podía pasar.
En el salón un poco más tarde, vi a mi padre con el periódico y mi madre aún no había bajado. Supuse que quería dormir hasta un poco más tarde por que estaba cansada de la visita que tuvieron el día anterior.
―Buenos días papá ―le dije y después le di un beso en la mejilla.
―Buenos días hija ―me respondió él―. ¿Como has dormido en tu cama después de mucho tiempo sin dormir ahí?
―He dormido un poco regular. Estuve pensando toda la noche.
―Me imagino que en el proyecto con el señor Giuliani.
―No.
―Entonces, ¿en qué cosa?
Bajé la mirada y no quise decirle a mi padre que en realidad había estado llorando toda la noche por que estuve pensando en Oscar. Aun así, tampoco quería darle disgusto alguno.
―Ya veo. ¿Por qué no hablas las cosas con Oscar?
―No pienso hablar con Oscar de algo que murió hace dos semanas papá. O quizás desde hace mucho tiempo.
―Es tu decisión y la respetaré.
Matilde comenzó a servirme una tostada de pan integral y un té. Le agradecía eso a esta mujer que ha mirado por mi desde que está en la casa.
Sin embargo, no tan solo estaba así por Oscar, si no, por este tipo que ha interrumpido mi vida para Dios sabe qué. Esperaba que no me volviese a acechar más que ya lo está haciendo.
Cuando terminé de desayunar, cogí mis cosas y me marché hasta la oficina para terminar el informe que me dio mi padre hace dos días. Aunque sabía que tenía tiempo para terminar de hacerlo.
Al llegar a la oficina unos minutos más tarde de salir de la casa de mis padres, vi que Rafael estaba allí con cara de pánico.
Me acerqué a él y mi mejor amigo no supo que decirme cuando me vio ante él. Solo se puso más nervioso de lo que ya estaba.
―¿Que ocurre Rafa? ―le pregunté.
―No he podido frenarle, nena ―me dijo.
―¿A qué te refieres?
―El señor Giuliani vino desde muy temprano y entró en tu despacho sin permiso. Te está esperando. Pero no pude frenarle.
―Este tipo no me va a dejar en paz de una vez.
―¿Y qué es lo que quiere?
―Eso es asunto de trabajo.
―Vale nena.
―Ahora voy a echar a este tipo de aquí.
Fui hasta mi despacho y cuando alcé la mirada, él estaba sentado en mi escritorio.
―¿Qué coño hace usted aquí? Le dije que no quería saber nada de su proyecto.
―Baja tu tono de voz, señorita Campbell. Al menos que quieras que te de esos azotes.
―Lo único que quiero es que me deje en paz. Usted no me conoce a mí y yo a usted tampoco. Así que váyase por favor.
―No pienso moverme de aquí. Si usted ha estado acostumbrada a tenerlo todo señorita Campbell, yo soy un hombre que no accede a las reglas de una mujer. Son ellas las que captan las mías.
―Pues yo no seré una de esas mujeres que ha pasado por su vida.
Ambos nos miramos a los ojos y por una vez miré a un hombre con odio.
Adriel se levantó de la silla de mi escritorio y comenzó a caminar hacía a mí.
Me eché un poco hacia el lado, pero el tipo me cogió enseguida y me arrastró hasta su torso. Donde nos miramos y me sentí un poco incómoda.
―Si hay algo que me guste, es domar a mujeres que son como tú. Caprichosas y niñas de mamá y papá.
―Yo no soy una niña de mamá y papá.
―Pues no lo parece.
Después se acercó a mis oídos y me susurró:
―Te recuerdo que me sigue picando la palma de la mano para darte unos azotes.
Forcejeé con él para evitar que me tocase y le pegué una bofetada que le vio obligado a soltarme y yo a alejarme de él.
Él me miró con cara de enfado e intentó de acercarse a mí. Pero en segundos, tocaron a mi puerta y eso me salvó.
―Mellea tienes una reunión en diez minutos ―dijo Rafael.
―De acuerdo ―le respondí―. El señor Giuliani ya se iba.
―Vale. Te llevo las carpetas a la sala de reuniones.
―Gracias Rafa.
Después se marchó de mi despacho y Adriel me miró nuevamente.
―Te aseguro que esta bofetada no se queda así señorita Campbell.
―La próxima vez que me acose, le denunciaré. Ya le he dicho que no tenemos nada de qué hablar.
―Eso lo veremos. Aun no me conoce señorita Campbell.
Adriel se marchó de mi despacho y me senté aliviada en la silla de mi escritorio poco después.
Rafael entró de nuevo en mi despacho y le miré un poco exhausta diciéndole:
―Ahora voy a la reunión, Rafa.
―No hay ninguna reunión nena ―me dijo―. Me lo inventé para que ese tipo se marchase de aquí.
―Gracias amigo. Siempre has sido mi salvación.
―Y la seré mientras que trabaje para ti.
En breve, Rafael volvió a marchase de mi despacho y me quedé pensando en lo que acababa de suceder con Adriel.

Enséñame a Ser Tuya (Pasos De Acero #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora