Capítulo Cinco

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Los gemidos eran intensos. Tanto que podía notar como mi cuerpo se iba con el orgasmo y volvía a conseguir el clímax de nuevo.
Sus roces comenzaron a hacerme sentir viva. Sin embargo, en mi cabeza estaba la última vez que mantuve relaciones sexuales con Oscar antes de dejarlo con él. Recuerdo que eso fue un mes antes de acabar con nuestra relación porque ya no nos entendíamos en la cama y en la vida personal.
Sus azotes me hicieron entender que era suya. ¿Qué es lo que me estaba pasando? ¿Por qué diablos me estaba entregando a ese extraño placer que no quería para mi vida?
Tras comenzar a penetrarme tuve una nueva sensación en el estómago.
Volví a despertar y me percaté que estaba sola en aquella habitación. Me pregunté si todavía no había amanecido o anocheció. Estaba tan perdida que en lo único que pensé fue, en que debía de hacer algo para escapar y que este tipo no me hiciera daño.
Intenté incorporarme un poco, pero los grilletes me hicieron daño. Había olvidado que había dormido otra vez con ellos puestos.
En aquellos momentos preferí que no hubiera sabido nada de la infidelidad de Oscar. Al menos, no estaría en esos apuros por primera vez.
La puerta de la habitación se abrió y la luz me cegó de nuevo. Escondiendo mi cara sobre mi brazo.
―Buenos días, señorita Campbell ―escuché mientras que intentaba ubicarme con la luz―. Le voy a desatar e iremos a la otra ala de la casa. Quiero que se duche y desayunemos.
Mi respuesta fue el silencio.
Cuando le miré en pocos segundos, todavía se le notaba que tenía resaca del día anterior.
Adriel se subió encima de la cama y comencé a notar como quitaba los grilletes de mis tobillos.
―Ya puedes respirar tranquilamente ―volvió a decirme.
―Señor Giuliani déjeme marchar por favor. Pensaré en su proyecto.
―Creo que sabe mi respuesta señorita Campbell. Ahora de momento está usted de vacaciones en Londres y hasta que no pase dos semanas no la dejaré marchar. El tiempo suficiente para enseñarle este mundo.
―¡Pero ya le he dicho que lo pensaré!
―Y yo le he dado mi respuesta.
Puse cara de pocos amigos. Sin embargo, me valía un carajo lo que este hombre decía. Intentaría escapar de él y le denunciaría por lo que está haciendo conmigo en estos momentos.
Adriel quitó finalmente las esposas de mis muñecas en pocos segundos.
Me levanté demasiado rápido de la cama y me caí al suelo.
Me noté un poco mareada y todo era por haber estado demasiado tiempo tumbada.
Noté enseguida como él me ayudaba a levantarme del suelo.
―Siéntese un momento en la cama señorita Campbell. Así su cabeza volverá a ubicarse a donde estamos ―me dijo.
Él me ayudó a ponerme encima de la cama y me senté con un poco de lentitud.
―Voy a tener que acomodarla en mi habitación hasta que
―No pienso dormir con usted ―le dije de pronto.
―Bueno, pues tendrá que dormir en esta habitación. Si otro amo la encuentra aquí, sabrá que es una sumisa y no podrá hacer nada para que él la toqué.
―Hace todo esto porque quiere acostarse conmigo.
―Ya le he dicho algunas veces que no es así señorita Campbell.
―Pues déjeme marchar y prometo que pensaré en su proyecto.
―De momento no. Tiene dos semanas hasta que regrese de su viaje. Dos semanas de las que me encargaré que usted vea más sobre mi mundo.
Comenzaba a odiar a este tipo. No tenía nada que hacer allí y sin embargo me estaba obligando a quedarme a su lado para ver esas depravaciones que hacía con mujeres.
―¿Se encuentra mejor? ―me preguntó.
―Sí.
―Pues venga conmigo ―volvió a decirme―. Quiero que se de esa ducha y se ponga algo cómodo para desayunar.
―Usted sabe que no tengo nada de ropa aquí.
―Tranquila. Lo tengo todo bajo control.
―¿A qué se refiere señor Giuliani?
―A que he traído algo de ropa para usted para los días que este en mi casa.
―Joder ―susurré.
Después hicimos una breve pausa donde me costó respirar un poco y le volví a decir:
―Usted sabe que yo estoy en contra de lo que está haciendo conmigo.
―A mí también me parece injusto que me pegara algunas bofetadas sin conocerme de nada señorita Campbell.
Entonces no supe que decirle. Solo me quedé en silencio.
―Vamos señorita. Le mudaré de este lugar antes de que un amo la tome por una sumisa y ocurra algo que no quiero que haya en mi club.
Él se levantó de mi lado y caminó para marcharse de aquella habitación. Yo tan solo le seguí para no quedarme en aquella mazmorra sexual.
Mientras que caminábamos hacia donde quería llevarme, comencé a pensar en algunas cosas. Que tal vez si no me hubieran pasado no estaría en esta situación.
―Por cierto, esta noche cenaremos en el jardín.
―Esto no es necesario.
―Para mí lo es. Jamás tengo a una invitada atada y sin comer todo el día. Así que, tomaremos ese desayuno, me iré a resolver unos asuntos del club de golf y después vendré para cenar. Tendrás a Tobías a tu disposición.
En unos pocos minutos, llegamos a una zona. Una que ya había visto cuando estuve para entrevistarme con Adriel para su proyecto.
Él me llevó hasta su habitación y me quedé un poco sorprendida al ver que este tipo tenía buen gusto para la decoración. Era un reto que me tendría que poner en ello para su proyecto. Si es que aceptaba después de ver todo lo que se puede hacer en el mundo sadomasoquista.
―En mi armario tienes algo de tu ropa ―me dijo muy convencido―. La mandé a traer para los días que te quedaras aquí en mi casa.
Después continuamos hacia el baño en silencio y sin decir ninguna palabra.
Cuando entramos en pocos minutos ahí, me quedé más sorprendida al ver un baño tan completo. Con un plato de ducha, una tina para baños relajantes, etc.
―Date esa ducha ―volvió a decirme―. Te espero en la cocina. Si te pierdes, Tobías te conducirá a ella.
―Señor Giuliani ―me paré porque no sabía si decirle que necesitaba música para relajarme con una ducha.
―Dígame, señorita Campbell.
―Esto...
―Dígame que necesita.
―Música. Quiero darme una ducha mientras que la melodía me relaja.
―Vale ―dijo.
Él salió un momento del cuarto de baño y cuando regresó en pocos segundos, me entregó un pequeño altavoz. Algo que reconocí al instante.
―Esto es Google. Pídele lo que quieras.
―Se lo que es ese aparató.
―Perfecto.
Después, Adriel se marchó del cuarto de baño y ordené que me pusiera algo de música de Lola Índigo. Ya que sus canciones me daban fuerzas en estas situaciones.
Me quité la ropa y en pocos segundos, me metí en el plato de la ducha.
El agua comenzó a caer sobre mi cuerpo mientras que sonaba la canción de Nada a nadie junto a Mala Rodríguez.
Mientras que la canción sonaba, comencé a pensar en lo que estaba pasando con Adriel. Tanto en la vida real como en los sueños. Seguía sin creer que este tipo saliera en ellos y poseyéndome. Sin embargo, en esos sueños no solía hacer nada para que él no me tocase. Al contrario, disfrutaba del sexo con él como lo había disfrutado con Oscar en su tiempo. Un tiempo atrás.
Y pásame las cuenta' a mí, que yo no quiero deberle nada a nadie. Piensa lo que quiera' de mí. Pero no quiero deberle nada a nadie.
Al terminar de darme aquella ducha en pocos minutos, me llevé el aparató a la habitación y comencé a vestirme.
La canción se cambió de pronto a Maldición y me encantaba escucharla.
Mientras que la música continuaba, comencé a tatarear la canción. Eso me hizo querer bailarla y cantarla al mismo tiempo que lo hacia la artista.
"Mala, yo soy una pecadora, Mala, tú te sigue' enamorándote mala, yo soy una maldición soy mala, muy mala. Bien, bien mala, yo soy una pecadora mala, tú te sigue' enamorándote Mala, yo soy una maldición. Soy mala, muy mala...
―Veo que a pesar de estar en mis manos señorita Campbell, tiene buen humor para cantar.
Me giré y vi a Adriel ante mí. Cosa que me obligó a taparme rápidamente con mis brazos.
―Pensé que estaría en la cocina ―le dije.
―Y así era. Hasta que te escuché cantar y ver el espectáculo de tu baile ha hecho que mi verga se me ponga dura.
―Debería de volver a la cocina, señor Giuliani.
―¿Y por qué debería de hacerlo? Es más, ahora mismo tengo una preciosa vista ante mis ojos.
Observé su sonrisa y eso hizo que se me erizase la piel de una forma grotesca.
Pasé por su lado para irme a otro lugar para vestirme. Pero enseguida, Adriel me agarró por el brazo y me empujó hacia a él de una forma rápida y segura para que no me diera tiempo a reaccionar.
―Ahora mismo te tengo justamente como me gusta ―me dijo―. Desnuda y sin nada de ropa.
Pasó su mano por mis muslos y después me recorrió hasta mi sexo.
―Por favor no me toque ―le dije.
―¡Le estás dando una orden a un amo!
Pero no le dije nada. Pues sabía que, si él encendía mi deseo, acabaría con mi dignidad.
Su mano comenzó a tocar mi sexo y no supe que hacer. Salvo dejar que todo tuviera que pasar. La comenzó a mover tan rápido que mi deseo comenzó a encenderse.
Lo menos que quería era que otro hombre me tocase después de lo que pasó con Oscar.
Adriel dejó de tocarme pocos segundos después y se apartó de mí.
―Vístete. Te espero en la cocina.
Él se marchó dejándome con el deseo encendido y tras ello me maldije.
Cuando terminé de vestirme en pocos segundos, fui hasta la cocina. Donde Adriel estaba sentado frente a la puerta y me miraba como si fuera su presa.
Me senté un poco alejada de él y comí algo del desayuno sin rechistar.
En cuestión de minutos, Adriel terminó de desayunar y se marchó de la cocina. Supongo que a su trabajo habitual del club de golf. O quien sabe si eso era tan solo una excusa para irse a ese prostíbulo que quería montar.
En cambio, yo me quedé pensativa mientras que su hombre de confianza entraba a la cocina para recoger los platos.
Fue cuando le pregunté por la curiosidad si era verdad lo de la reunión en el supuesto campo de golf.
―¿Dónde va el señor Giuliani Tobías?
―Va a una reunión de trabajo en el campo de golf señorita Campbell ―me respondió.
―Ya veo.
Hice una breve pausa.
―¿Desde cuándo lleva al servicio del señor Giuliani, Tobías? ―le pregunté.
―Desde que nació. Estuve primero con sus padres siendo muy joven y ahora le sirvo a él.
―¿Qué edad tiene el señor?
―Treinta y cinco, señorita.
Vaya, pensé que tenía más edad.
Hicimos una breve pausa.
―¿A que vienen tantas preguntas?
―Por nada. Tranquilo. Voy a irme a la habitación hasta que el señor Giuliani venga.
―Vale.
Después me marché de allí y pensé que me pondría para aquella cena. Pero todavía quedaban horas.
Sin embargo, no paraba de pensar en lo que debía de hacer para escaparme de allí antes de que Adriel desatara su deseo en mí. No quería que ese tipo me tocase más. Ni él ni ningún otro.

Las horas pasaron como el agua por su cauce.
Me puse un vestido azul con rayas negras para ir a cenar con Adriel.
Por lo poco que pude ver, Tobías estaba arreglando el jardín para comer allí a solas. Supongo que no habrá querido correr el riesgo de que sepan que estaba secuestrada y Adriel lo ha calculado todo muy bien.
Bajé al jardín cuando dieron las diez de la noche.
Cuando vi a Giuliani ante mis ojos, me percaté que estaba enfadado. Y sabía que era porque había dicho que quería verme a las nueve en el jardín y yo hice a propósito llegar a las diez al jardín.
Me senté en la silla y mientras que nos mirábamos a los ojos, me percaté que tenía la mano muy empuñada. Por lo que supe que quería darme esos azotes o a punto de dármelos.
Sonreí por ello, diciéndole después:
―Espero que esta cena no sea la excusa de una cita, señor Giuliani.
―No lo es ―me respondió―. Aun así, no me tiente. Por qué puedo hacer de esta cena algo tentativo y ahora me pica la mano por tu impuntualidad.
Eso me hizo sonreír de nuevo. Quizás hubiera sido por el mero hecho de que tenía que romper el hielo.
De pronto, vi a una mujer desnuda con un collar puesto sobre su cuello. La cual nos empezó a servir la cena. Sin embargo, eso me ruborizó y me hizo bajar la mirada.
―No tiene por qué bajar la mirada por la desnudez de esta putita señorita Campbell ―me dijo.
―Prefiero no volver a ver el espectáculo del otro día, señor Giuliani.
―¿Cómo pretende hacer una buena publicidad si no observa algo que puede inspirarle?
―Precisamente la desnudez de una mujer desconocida es lo que menos me inspiraría para hacerle su anuncio señor Giuliani.
―Entonces, quiere decir que le gustaría vivirlo en su propia piel.
―No he dicho eso.
Hicimos una breve pausa.
―Retírate putita ―le ordenó.
―Sí amo ―le respondió ella.
Después se marchó del jardín y lo único en que pensé fue en retirarme yo también. Sin embargo, tenía miedo a la reacción del hombre que tenía delante.
Adriel se levantó de la mesa y se dirigió hasta a mí con paso firme y sin pensar en volver hacia atrás.
Él llegó ante mí en pocos segundos y se puso detrás de mi espalda.
Lo sentí en mi nuca y eso me hizo sentir un escalofrío que me recorrió la piel.
―Sigo sin entender como una mujer como tú, testaruda y con los pasos bien firmes no tiene novio ―me susurro.
―No me hace falta ningún hombre señor Giuliani. Solo mi trabajo y mi dignidad. Odio a cada hombre de este planeta.
Ya no sentí más a Adriel detrás de mí y se puso ante mis ojos, diciendo:
―¿Puedo saber el motivo señorita Campbell?
―Eso es asunto mío señor Giuliani. ¿Podemos continuar la cena?
―Sí.
Él regresó a su silla y volvió a mirarme a los ojos.
―Dormirá usted en mi cama.
―Ya le he dicho que no pienso hacer eso.
―Pues lo hará. Es la única cama y habitación que hay en la casa. Así que, ya está advertida.
Le maldije para mi interior y me puse a comer un poco de aquel bocado.
Cuando terminamos de cenar, me marché a la habitación de nuevo.
Ahí, comencé a desnudarme para ponerme el pijama y comencé a pensar en esta mierda de locura que estaba cometiendo. Me iba a acostar con un hombre que desconocía. ¿Qué clase de mujer con orgullo era?
―Ahora mismo te follaría sin pensármelo ―escuché.
Miré hacia atrás y Giuliani estaba detrás de mí.
Me tapé corriendo con las manos y fui hasta el cuarto de baño. Donde sus pasos me siguieron y cerré rápidamente la puerta.
―Señorita Campbell no se puede esconder eternamente en el cuarto de baño porque este desnuda ―escuché.
―Pues váyase y vuelva en cinco minutos ―le dije.
―Ya sabes lo que te dije sobre las órdenes a un amo. Salga y prometo taparme los ojos.
―Lo dice en serio.
―Sí.
Entonces salí del baño y él se echó hacia atrás. Donde no miró mi desnudez.
Me puse corriendo el pijama de seda que vi cuando me duché en un cajón y me quedé más tranquila.
―Ya puede mirar ―dije.
Entonces Adriel se dio la vuelta y me miró de arriba abajo.
―No pienso tocarla, aunque la vea desnuda señorita Campbell. Si lo que teme es que le haga mia, no debe de hacerlo.
Él me indicó la cama y me acosté, mientras que observaba como Adriel se quitaba la camisa.
Me puse mirando hacia a un lado sin que pudiera mirarle a la cara y me relajé para poder dormir.
En pocos segundos, sentí como Adriel se metía encima de la cama y comenzaba a removerse como si fuera un animal buscando su posición. Parecía que le iba bien la vida fastidiándome mientras que dormía.
En pocos segundos, sentí su entre pierna junto a mi trasero y sentí su aliento sobre mi pelo.
―Será usted quien me pida a mí que le posea ―me susurró al oído.
―Ni lo sueñe señor Giuliani.
Después se hizo el silencio y cerré mis ojos para dormir con este tipo en su misma cama.
Adriel me abrazó y después le quité enseguida su mano de mi cadera.
Desconecté enseguida de todo lo que había pasado durante ese largo día. Pues sabía que tenía que aprender a vivir en los próximos días con un hombre que ya detestaba desde que entró en mi vida con tanto descaro.

Enséñame a Ser Tuya (Pasos De Acero #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora