―No te corras Mellea hasta que yo te lo ordene.
Él estaba ahí. Como un Dios que quería poseerme.
Tenía en su mano, una fusta de cuero y unas cuerdas con las cuales terminó de atar mi cuerpo.
Él comenzó a rozar mi cuerpo con sus manos. Hasta que llegó a mi cara y le puso algo a mis ojos. Dejándome a penumbra y sin ver que es lo que planeaba esa cabeza suya y su mirada lasciva que se me penetraba en el estómago con la oscuridad que tenía en esos momentos.
Al darme con la fusta por primera vez, sentí un poco de dolor. Con la segunda un poco más de excitación y con el resto noté como me conducía hacia el éxtasis sin pensarlo. Sin embargo, su orden seguí ahí. Repitiéndose en mi cabeza con los recuerdos que se quedaron atrás junto a Oscar.
Tras sentir por última vez la fusta sobre mi cuerpo, noté que algo recorría mi sexo. No pude ver que es lo que estaba pasando, pero por él ritmo y la textura, supe que estaba metiendo dos de sus dedos sobre mi vagina.
Pocos segundos después, comenzó a moverlos más rápido y comencé a notarme más mojada que me había dejado con aquellos fustazos sobre mi cuerpo.
Cuando estuve a punto de alcanzar el orgasmo, él paró de mover sus dedos y en breve, noté sus dedos sobre mis labios.
―Chupa tus fluidos.
Así lo hice y después me quedé un poco ciega cuando me quitó la venda de los ojos.
En breve, sentí un ligero dolor de nuevo sobre mi vagina y cuando abrí los ojos, vi que Adriel estaba encima de mí. Penetrándome y sintiendo junto a mi ese placer que buscábamos el uno con el otro cuando me enseñaba a ser suya de esa manera.
―Así es como te quería ver. Entregándote a mi como lo han hecho otras.
Solté un gemido de placer.
Abrí los ojos de pronto y me percaté que todo aquello solamente había sido una pesadilla.
Cuando miré en el lugar en el que estaba, supe que aquella pesadilla era realidad y que Adriel me había secuestrado. Cosa que no sabía si era para el fin de llevarme a su cama.
Odiaba a ese tipo.
De pronto, sentí algo sobre mis bragas y por unos momentos pensé en el periodo menstrual. Pero cuando recordé el sueño, supe que estaba mojada por la excitación de aquel sueño.
La puerta se abrió de nuevo. Dejándome un poco ciega.
Cuando recuperé la luz, vi que era Adriel con una bandeja en las manos. Algo que me extrañó.
―Buenos días ―dijo―. Te traigo el desayuno.
―No tengo hambre, gracias.
―Pues tendrás que comer si quieres que te desate.
Él terminó de poner la bandeja en uno de sus brazos y cerró la puerta con llave.
―Lo que está haciendo señor Giuliani es estúpido.
―Para mí no es estúpido cuidar de un negocio que me ha fascinado desde que tengo uso de razón. Al menos desde que follé la primera vez.
―Tengo que ir al baño.
―Te soltaré. Pero no me fio de ti ―dijo él.
Adriel se subió encima de la cama y me soltó las manos. Sin embargo, cuando fue hasta los pies, él paró un segundo y me preguntó:
―¿Te has orinado en la cama?
―No.
Entonces subió la falda de mi vestido y se percató de lo que pasaba. Algo que le hizo sonreír.
―Estás mojada por la excitación.
―Suélteme de una vez, señor Giuliani. No quiero burlas suyas.
―No es una burla cuando una mujer que apenas conozco y que va a hacer mi proyecto, se excita por primera vez estando atada y estando completamente abierta para mí y mi placer.
―Será que con las otras mujeres todo le fue fácil.
Tras una breve pausa y respirando profundamente, le volví a decir:
―Suélteme los pies. Tengo que ir al baño.
Fue cuando Adriel me soltó los pies y este me indicó donde estaba el cuarto de baño en la misma habitación.
Al salir al cabo de unos minutos del baño, ya me sentí más aliviada. Sin embargo, quería seguir saliendo de aquel horrible lugar.
―Come algo y después hablaremos del proyecto. Solo espero que de su boca no salga ninguna palabra.
―Entonces, ¿qué quieres que haga? Que me esté callada y que obedezca como su fiel sumisa.
―Mas o menos, sí. Al menos en su estancia en mi casa, señorita Campbell.
―Que será por poco tiempo.
―Bueno, eso lo veremos.
Hicimos una breve pausa y me dirigí a la bandeja para comer algo.
Vi como Adriel se sentaba mientras que me observaba probar bocado. Más me extrañó a mí que me cuidase.
―¿Por qué estabas mojada y excitada? ―me preguntó.
―Ese no es su problema, señor Giuliani.
―Lo es, si ha tenido que ver conmigo y con que le poseía, señorita Campbell.
―¿Cómo diablos?
―Lo intuí al verla mojada señorita Campbell. Ninguna mujer se había negado a mí y tras tenerla como mi invitada y quedarla atada toda la noche, no pensé que una mujer se excitaría al atarla de pies y manos.
―Bueno, antes era porque todas se sometían a usted. Pero yo no pienso hacerlo.
―Ni yo tampoco se lo pido. Lo único que quiero es que vea mi mundo y juzgue por usted misma que es peor. Que un psicópata la secuestre y la mate o que un psicópata la secuestre y le de placer.
―Entonces
―Si lo que piensa es que, si la tengo aquí hasta que se someta a mí, no es así señorita Campbell. Solo quiero que observe como es este mundo y después decida si hace el anuncio o no.
―Y yo creo que usted sabe mi respuesta, señor Giuliani.
―En ese caso, no me quedará más remedio que tener que dejarla aquí hasta que cambie de opinión. Pero también para que no diga nada de esto.
―Le recuerdo señor Giuliani que esto sigue siendo un puto secuestro.
―Y nadie opinará eso cuando usted está de viaje señorita Campbell. Ya se lo he dicho.
Me acerqué a él y mientras que le volvía a bofetear por la rabia, le dije:
―Te odio.
Él me frenó y me llevó de nuevo a la cama. Donde no tardó ningún segundo en ponerme los grilletes de nuevo y también me los puso en los tobillos.
―No vuelvas a tocarme ―me dijo furioso―. La próxima vez te daré esos azotes, señorita Campbell.
―Te odio ―le dije de nuevo.
―Bueno en ese caso, te quedas sin comer.
―Hijo de puta.
Él volvió a coger la bandeja a los pocos segundos y se marchó de allí sin decirme nada. Estaba claro que me haría la vida un infierno si no llegase a aceptar ese maldito proyecto.
Forcejeé para maldecirle. Pero no me escuchó. Por lo que tuve que calmarme si quería sobrevivir a ese encierro.Me quedé dormida sin entender cómo.
Había despertado de golpe porque había sentido un gemido muy profundo desde fuera. Sin embargo, hasta que no me ubiqué no llegué a entender de donde procedía ese gemido.
La puerta de aquella habitación se abrió y vi aparecer de nuevo a Adriel. Sin embargo, traía a alguien con él. Una mujer. La cual tenía puesto un collar y una correa.
Sin embargo, él tenía puesto tan solo unos pantalones que le llegaban hasta la rodilla.
Él le dio a la luz y mirándome con esos ojos castaños tan intensos, me dijo:
―Te voy a dar la primera visión de lo que quiero que hagas.
¡Vaya! Parecía ser que estaba un poco borracho.
Después de eso, miró a aquella mujer y le ordenó:
―Ponte de rodillas, putita.
Y ella obedeció enseguida.
¿Qué es lo que diablos pretendía?
Adriel se sentó en una silla y después de eso, le dio una mirada a aquella mujer y le dijo:
―Ya sabes lo que debes de hacer.
La sumisa se acercó a él de rodillas y él se bajó finalmente los pantalones.
Ella en cuestión de segundos, comenzó a chuparle la polla y eso me ruborizó tanto que bajé la mirada.
―Señorita Campbell mira hacia arriba.
Sin embargo, no le hice caso.
―Es una orden, señorita Campbell. Y si no lo haces, en cuestión de segundos estaré encima de esa puta cama y te penetraré a ti en vez de a ella.
Por temor, levanté la mirada y seguí observando como aquella mujer le chupaba la polla sin parar.
Adriel la retiró de su pene en pocos minutos y en breve, la puso a cuatro patas sobre el sillón.
Fue rápido, cuando él le metió su polla dentro de su cuerpo y comenzó a penetrarla.
Ver las embestidas me producían un cosquilleó en el estómago. Tanto que supe que me estaba excitando de nuevo.
Intenté encoger mis piernas, pero no pude tanto como quería. Como tampoco darme un orgasmo mientras que veía el espectáculo que me estaba excitando. Y solamente quería correrme y alcanzar un orgasmo intenso.
Los gemidos de ella resonaban por toda la habitación y me pregunté si estarían oyéndolos desde fuera.
En breve, vi como él se movía más rápido. Por lo que bajé de nuevo la mirada para que no me excitase más.
Tras unos minutos, volví a levantar la mirada y me percaté que Adriel se había tumbado. Supuse que se había corrido.
Él salió del interior de ella y mientras que ella se giraba, Adriel me miraba a mí.
―Lo más fuerte vendrá cuando este sin ninguna gota de alcohol.
Después miró a la sumisa y le dijo:
―Vete.
―Sí amo.
Ella caminó para marcharse de la habitación y Adriel vino ante mí.
Este se subió encima de la cama e intenté de que no me tocase. Pero no podía hacer nada por que me tenía acorralada.
Adriel comenzó a acariciar mis muslos de las piernas y en segundos, comenzó a ir hasta arriba.
Cuando llegó a mi sexo, descaradamente lo tocó y me observó nuevamente húmeda.
―Veo que lo que has visto te ha excitado.
Sentí como me masajeaba el clítoris y no pude pegarle otra bofetada. Sin embargo, aunque yo no pidiera que se me tocase, mi cuerpo ansiaba ese orgasmo.
Gemí por unos instantes y Adriel paró de tocarme.
―Eres mi invitada y no puedo tocarte ―me dijo―. Si me haces la publicidad le dire a algunos de mis socios que te de ese orgasmo que ansias tener.
―No quiero ningún orgasmo. Te odio, Adriel Giuliani.
Aunque más que odiarle en esos instantes, lo deseaba.
Adriel bajó de la cama y se puso sus pantalones.
En breve, se marchó de la habitación y me volvió a dejar allí sola. Como también excitada.
Moví mis manos para volver a maldecirle. Pero no me sirvió de nada.
Tras dejar de pensar en cómo escapar de ahí, dejé que todo fluyera su curso.
Ver la oscuridad todo el tiempo, me hizo cerrar los ojos y volví a quedarme dormida. Y lo hice con ese orgasmo que se quedó sin terminar.
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Enséñame a Ser Tuya (Pasos De Acero #1)
RomanceMellea Campbell es una mujer que lleva su día a día trabajando en la empresa de publicidad de su padre. Una chica trabajadora que salió de una relación en la que ya no había amor. Tras dejar su relación, continuó con su vida fuera de estas. Solo tra...