Capítulo Trece

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―Me sigues poniendo la polla dura, nena ―escuché, mientras que miraba hacia el suelo y me percataba que estaba dolorida de mi sexo―. Eres una maldita obra de arte cuando te pongo inmovilizada y enseñándome tu sexo.
Quería verme en un espejo para saber cómo Adriel me había atado esta vez. Sin embargo, el dolor y el placer me excitaban como me excitaba mi mano en el pasado.
Noté como las cuerdas de mi sexo se movían sin parar. Fue cuando entendí que quería buscar mi primer orgasmo. Eso me hacía gemir muy fuerte.
Estaba tan excitada que no me importaba cuanto tiempo me tuviera atada, ya que lo único que quería era llegar al orgasmo.
Él se puso delante de mí y a mi sorpresa, ante mis ojos estaba Axel. ¿Cómo diablos era posible?
Tras un breve forcejeó, él me dio unas palmadas en mi trasero. Algo que me dolió más que cuando Adriel me las dio.
Me desperté un poco agitada y vi que estaba entre las cuatro paredes de mi habitación.
Me percaté que era viernes y que había quedado con Adriel para pasar el fin de semana. Algo que me daba mucha pena por mis padres. Ya que estaban acostumbrados a tenerme los fines de semanas para dormir en casa.
Me levanté de la cama y caminé hasta el cuarto de baño mientras que pensaba las palabras de Óscar. Si había sabido algo de Axel, tenía que contarme que pasaba.
Tras una breve ducha, me vestí y fui en pocos minutos a la cocina.
Cogí mi móvil en pocos segundos y marqué el número de Óscar. El tono solo sonó una sola vez.
―Dime Mellie.
―Puedes ir en media hora a la oficina. Tenemos que hablar.
―Pues ahora estoy en un caso. Si lo prefieres voy sobre las doce.
―Tengo una reunión a esa hora.
―Vale. Voy en una hora.
―Perfecto. Gracias Óscar.
―No hay de que.
Colgué el teléfono móvil y me hice el desayuno.
Cuando terminé de hacerlo, me marché para la oficina.

―Mellie, está aquí Óscar. ¿Le hago pasar? ―dijo Rafa por la línea.
―Sí. Le he citado yo.
―Vale.
Respiré profundamente e intenté calmarme para aquella reunión.
Óscar entró con su nuevo uniforme y cerró la puerta de mi despacho.
―¿Qué ocurre Mellie? ―me preguntó mientras que se acercaba a mí.
Después le di un beso en la mejilla y le respondí:
―Se trata de Axel.
―¿Ha hecho algo en tu contra?
―¿Qué quieres decir?
―Mellie, intenté decirte que había salido de la prisión por buena conducta hace poco más de una semana ―me dijo.
―¡Qué!
Comenzó a faltarme la respiración y vi que Óscar se acercaba a mi rápidamente.
―Respira por favor.
Después escuché muy sordamente lo que decía y en pocos segundos, vi entrar a Rafael y a mi padre en la oficina.
Cuando logré respirar, Rafael me dio un poco de agua y bebi con mucha ansia.
―Sea como sea, tenemos que proteger a mi hija ―le escuché decir a mi padre.
―No ―dije―. Sabre enfrentarme a él.
―No voy a permitirlo ―dijo Óscar―. Si te salvé una vez, lo volveré a hacer de nuevo.
―Óscar ya lo hiciste una vez, pero yo sabré hacer las cosas a mi modo.
―Hija, deja tu orgullo a un lado y deja que Óscar te ayude una vez más ―dijo mi padre.
Pero no le dije nada.
―Mellie deja que todos te ayudemos.
Sin embargo, continué sin decirle nada. Ya que sabía que tenía que enfrentarme a mi pasado una vez más.
Vi que Rafael se marchaba del despacho. Y seguido lo hizo mi padre.
Después, volví a quedarme a solas con Óscar y este me dijo:
―Mellie, si te llama tienes que decírmelo. Así sabre como ayudarte. Aunque no estemos juntos, fuiste una parte importante de mí.
―Óscar, no te preocupes.
―Debo de hacerlo. Soy agente de la policía.
―Óscar, vete de aquí por favor.
Y ambos nos miramos a los ojos y después, este se marchó.
Cuando estuve sola durante un rato, pensé en mi pasado de una forma tan brutal que podía ver como mis heridas se volvían a abrir.
El pitido de los mensajes de mi móvil sonó y cuando lo abrí, vi que era un mensaje de Adriel: Que no se te olvide nuestra cita durante el fin de semana. Ya sabes que te castigaré si no obedeces. Adriel.
Dejé el mensaje en visto y me puse a trabajar para olvidar lo que acababa de saber sobre Axel.

Cuando salí del trabajo ya un poco tarde, me marché hasta la casa de Adriel. Aunque seguía pensativa por lo que había ocurrido por la mañana en mi despacho.
Al llegar al cabo de cuarenta y cinco minutos, llegué a la casa de Giuliani.
El portero me abrió la puerta y con el coche fui hasta la entrada.
Ahí en pocos segundos, Tobías fue quien me recibió en la entrada de la casa.
En breve, me llevó ante Adriel.
Me asusté un poco al ver que me llevaba a la mazmorra. Ya que sabía que no le había respondido a su mensaje.
Tobías solo se paró ante la puerta y después entré yo sola a la habitación.
No vi a Adriel por la habitación. A lo mejor quería que le esperase ahí.
En pocos segundos, la luz de mis ojos desapareció. Fue cuando el roce de las manos de Adriel me invadió.
―Elige dos colores. Un color para pedirme que pare y otro para medir el nivel intenso de dolor.
―Rojo para parar y verde para el nivel.
―Perfecto.
Noté como sus manos bajaban mi vestido y después le desabrochaba la cremallera.
Mi vestido cayó al suelo y después noté como su mano bajaba hasta mi sexo. Pero no le tocó. Solo acarició mis caderas.
Él cogió la tira de mis bragas y me las bajó lentamente. Y después solo noté como las rompía.
En pocos segundos, subió lentamente y llegó hasta mis pechos.
Adriel desabrochó mi sujetador y en segundos, noté como me acariciaba mis pechos.
En segundos, él comenzó a pellizcarlos muy fuerte. Los cuales me hizo gemir y echar mi cuerpo hacia atrás.
Después, Adriel acarició mis hombros y bajó por mis brazos. Donde los llevó hacia atrás y me hizo caminar.
Noté algo suave sobre mis muñecas y como después se hacían prisioneras juntas.
En breve, mis brazos estaban colgando.
―Recuerdas como responder.
―Si señor.
―Buena chica.
Después noté como tocaba mi sexo masajeándolo muy despacio. Eso me hizo gemir un poco.
―Tienes un coño muy bonito Mellie. Me va a gustar follarlo.
En breve, ya no le sentí. Eso me hizo asustarme a lo que me iba a hacer.
Después sentí un golpe en mi trasero y luego comenzó a picarme, mientras que gemía.
Volví a sentir otros golpes en diferentes lugares. Donde más lo sentí fue en mi sexo. Pude notar como él quería que me excitase a la misma vez que él lo hacía. Aunque él dolor para mí, era algo que descartaba.
Tras pocos minutos recibiendo azotes, me sentí muy diferente.
En minutos, sentí el ruido de su pantalón. Eso hizo que me excitase más que con la fusta o con lo que fuera que me estuviera dando.
En pocos segundos, noté que me agachaba y después gemí porque había metido su polla en mi ano.
Adriel comenzó a moverse muy despacio, mientras que notaba como me agarraba por la cintura.
Él comenzó a moverse un poco más rápido y comenzaba a sentirme viva.
Gemí y no le repliqué con nada. Solo dejé que me diera el placer que tanto me quería dar.
Él paró de embestirme el ano y después lo noté en mi vagina. Donde me cogió por el pelo y en breve comenzó a embestirme.
En breve, comenzó a moverse más rápido mientras que notaba como Adriel tiraba de mi pelo y me daba palmadas en mi trasero.
Adriel se movió aún más rápido y pude notar como el clímax llegaba a mi tan brutal como esos azotes.
―Córrete Mellea ―me dijo.
Él se movió aún más rápido de lo que ya estaba haciendo para que llegase al orgasmo.
Las embestidas eran más fuertes y yo estaba cada vez más inducida a su placer.
Llegué al orgasmo y saqué de mi interior a la fuerza, el pene de Adriel.
En minutos, lo noté en mi cara.
Volví a notar la luz y cuando me ubiqué, Adriel metió su pene en mi boca.
Él comenzó a moverse y notaba las arcadas.
Adriel quedó su pene hasta atrás y me hizo que le mirase a los ojos.
―Voy a correrme en tu boca y después te tragarás mi leche. ¡Has entendido! ―me dijo.
Asentí.
Continuó embistiendo mi boca y notaba las ganas de Adriel de correrse.
Él se movió aún más rápido y los ruidos de mi boca eran más intensos.
―Voy a correrme ―dijo.
Y cuando fue a hacerlo, noté algo viscoso en mi boca. Supe que era su leche.
―Trágatelo ―me ordenó.
Así lo hice.
Me tragué su leche y después le miré de nuevo a los ojos.
―Buena chica.
Vi que Adriel se movió y me quitó las cuerdas de las muñecas.
En breve, me cogió en brazos y me llevó a la cama, diciéndome:
―La próxima vez que no me contestes a mis mensajes, te pondré de nuevo la bola durante un largo tiempo.
―Lo siento. Tuve problemas en el trabajo y no pude responderte ―le dije.
Un problema llamado Axel.
Adriel me puso encima de la cama y después, ambos nos contemplamos desnudos.
―Ya sabes cual será tu castigo la próxima vez.
―Si señor.
Hicimos una breve pausa.
―¿Por qué te fijaste en mi Adriel?
Él me miró por unos segundos y hubo un breve silencio.
―Ya te lo dije ―dijo finalmente―. Vi tu foto y me pareciste misteriosa.
―Tanto como para hacer un anuncio en lo que apenas tengo experiencia.
―La tendrás. Y te aseguro que pronto. Después harás mi anuncio y a parte me pedirás más.
―¿Y qué te hace pensar en ello?
―Por qué disfrutas tanto como yo cuando te toco. Y también del placer que te doy.
―No es cierto.
Entonces, él se puso de nuevo encima de mí. Bajando lentamente hasta mi sexo.
En segundos, lamió mi clítoris y sentí de nuevo el placer que él me daba. Donde me hizo olvidar lo que había sabido de Axel.

Enséñame a Ser Tuya (Pasos De Acero #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora