Peter

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No acostumbro a idear palabras para ayudar o aconsejar a mis compañeros o familiares cuando tienen un problema. Pero desde ese momento supe que Lucy no recibía un abrazo hace tiempo, o por lo menos no uno después de lo que le pasó. Inconscientemente la abracé. Sentí la necesidad. Ella se notaba muy perdida, y yo no sabía que más hacer que no sea darle un abrazo. 

Cuando llegué a casa ese día, volví contento. Tenía un sentimiento de satisfacción. Reforcé mi confianza con Lucy y me sentí muy a gusto.

Apoyé mi mochila sobre la mesa, y saqué mi celular de mi bolsillo. Sentí un paquete en él y resulta que me había olvidado de darle el chocolate a Lucy, así que lo guardé para otra ocasión.

—¿Por qué tan tarde en casa? —preguntó la tía May desde el sofá—.

—Perdón por no avisar, estaba con Lucy. Pude hablar con ella —respondí—.

—Me alegro Peter, ¿está todo bien entonces? —cuestionó—.

—Todo está más que bien —sonreí muy sinceramente, creo que el final de esa reunión fue lo que me hizo más feliz—.

(...)

Me desperté rápido como todos los días. Era jueves. Me lavé los dientes y desayuné algo rápido. Tomé el tren a la escuela y en cuanto llegué, saqué mis libros de mi casillero.

Me crucé con Liz. Estaba encantadora, como siempre.

—Peter, ¿ya te anotaste en las olimpiadas de matemática? —me preguntó. Mis neuronas no actúan rápido a las 8 de la mañana, así que tardo unos segundos en responder—.

—Eeeeh si, me anoté. ¿Tú vas? —cuestioné—.

—¡Claro! Hasta ahora tengo a 5 personas, me falta 1. ¿Sabes a quién le podría interesar? —Mis neuronas funcionaron en cuanto dijo eso—.

—Sí, Lucy Stark. Estoy seguro de que va a querer.

—Genial, ¿sabes en qué clase entra ahora? —preguntó—.

—No lo sé —dije cuando ella empezó a caminar para irse—.

—Le diré, pero si la ves antes que yo, avisale por favor —Me sonrió después de esa frase—.

—Lo haré... —respondí un poco tonto—.

(...)

No vi a Lucy hasta la clase de las 11, que nos tocaba juntos. Cuando la vi entrar, me acordé de decirle lo que me pidió Liz.

—Stark, no te vi desde la mañana. ¿Cómo estás? —comencé la conversación—.

—Hola, Peter, lo sé, no nos cruzamos. Estoy bien, algo cansada, ¿tú? —contestó. Me alegró verla—.

—Igual. Escucha, quería avisarte que Liz me pidió que- —antes de terminar de decirlo, me interrumpió—.

—¿Sobre las olimpiadas de matemáticas? Ya me avisó. ¿Cómo sabías que me interesan? —cuestionó—.

—El Señor Stark me contó un poco sobre ti, y me dijo que eres bastante buena con los cálculos. ¿No es así? —argumenté—.

—Sí, menos en polinomios. Odio ese tema y no lo entiendo en lo absoluto —respondió. Justamente es un tema que a mí me encanta. Bueno, me gusta todo de matemáticas.

—Te puedo ayudar con eso —ofrecí—.

—¿Harías eso por mí? Odio tener que decirlo, pero sí, ayudarme sería un gran favor que me haces. Tony se burló de mí por no saberlo.

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