Como duele...
Pensé, sobándome el brazo en el que midory me había golpeado múltiples veces, antes de irnos a casa, por haberla noqueado a la hora del almuerzo. La miré de reojo, esperando que no se diera cuenta, pero como que lo que menos quiero que haga es cuando más lo hace.
Volteó a verme con todo el desdén del mundo, tanto así que sentí que todo el odio que pudiera sentir lo hubiese centrado nada más que en mí.
Y es algo que duele, la verdad.
Rápidamente volví mi vista al frente, con una sonrisa más falsa que el mañana te pago de un amigo, y me aclaré la garganta, en un intento por tranquilizarme. — ¿Sigues molesta, verdad? — Le pregunté, aunque la respuesta era obvia.
— Lo que se ve no se pregunta, kris. — me respondió, acelerando el paso y sin dirigirme la mirada, por lo que le agarré la mano, obligándola a detenerse y a mirarme.
Luego me arrepentí de haber hecho eso, ya que sentí como si me hubieran perforado el alma, al cruzar miradas con ella, y eso fue lo más cercano que estuve de desaparecer de la faz de la tierra.
— Yo... — Tragué saliva y agaché la cabeza, evitando verla a los ojos, pero me encontré con algo que me dejó helado: Sus pechos, un tanto grandes para su tamaño.
Desvié la mirada, lo más rápido que pude, antes de que se pudiera dar cuenta, y tratando de ocultar el repentino rubor en mi rostro. — Lo siento, no quise dejarte inconsciente durante toda la clase. No sabía que algo así te haría efecto. — Toma una bocanada de aire y en un movimiento rápido se libera de mi agarre.
— En primer lugar: lo que me molesta es que me hayas comparado con un gato. Y en segundo lugar...— da un paso hacia mí y me mira directamente a los ojos, y aunque sea más pequeña que yo su forma de intimidar le hace parecer un gigante. — Mis ojos están a la altura de la sien, no a la de los pechos, imbécil. — Dio media vuelta y siguió con su camino.
— ¿Pero si me perdonas? — Le pregunté, caminando detrás de ella.
— Usualmente no pasaría por alto algo como eso, pero hare una excepción contigo. — responde por encima de su hombro, su voz tan tranquila, como si nada hubiese pasado, una pequeña sonrisa en el rostro y sus hermosos ojos bicolor sobre mí. — Solo porque me conviene. —Por lo general, estaría ofendido, pero tengo que estar de acuerdo con sus reservas, de todos modos fui yo quien la ofendió primero.
La conversación de anoche cruzar mi mente, tan rápido como un rayo, y las palabras salen antes de que me dé cuenta. — Sobre lo de anoche...
— Te besé por simple curiosidad, si eso quieres saber. — Me interrumpe, cosa que me hace reír.
— No hablaba sobre eso, pero si quieres tratar ese tema, bien. — Voltea a verme, inexpresiva, y luego alza una ceja. — Gracias por decirme que hay algo que no sabes hacer. — le digo de forma burlona, pero ella solo se ríe.
— Y yo te agradezco por haberme enseñado la clave para tu destrucción. —Me dice sin dirigirme la mirada, mientras corre su flequillo hacia un lado, dejando ver solo su ojo derecho (el único ojo que ha dejado que todos vean), tenía una sonrisa llena de malicia y picardía, cosa que me hizo sentir nervioso. — Me has dado la facultad total de destruirte cuando me plazca...
— Bueno, para mí es un honor morir en tus manos. — Con una sonrisa coqueta me acerco a su oreja y le susurro con la misma malicia de ella:
— Por mí, puedes matarme cuando y como quieras. — Y seguí caminando, sin fijarme en su expresión.
Su risa me detiene.
— En ese caso será una muerte lenta y dolorosa, ya se me ocurre como te voy a torturar. — Pasa a mi lado mientras me da un ligero golpe en la mejilla, no sin antes verme y confirmar que no está jugando.
Es entonces cuando el miedo comienza a invadirme.
¿De verdad es capaz de asesinar a alguien?
— Creo que te verías muy bien como una muñeca teru teru, aunque también me gustaría desgastarle el filo a mi katana. — murmura divertida y su mirada brilla con toda la maldad del mundo, enviando un escalofrío a través de todo mi cuerpo.
Entonces ya estamos frente a su casa, dirigiéndonos al porche mientras saca de su bolso dos de sus cuadernos, ambos con un diseño afeminado no muy propio de ella, y me los da.
— Sé que no prestaste atención en lo más mínimo, así como también sé que te pasaste toda la clase garabateando sobre un pedazo de papel. — Me sonríe burlona, sin mirarme. — Preocúpate más por tus estudios, al final eso decidirá quién vas a ser en tu futuro.
Con un asentimiento me obligo a agradecerle y me despido para ir directo a mi casa, dudando de todo lo que me dijo.
(Pov midory)
Esperé a que kris entrara a su casa para ponerme a buscar la llave de repuesto, como había olvidado las mías. Usualmente está dentro de un frasco con una piña pegada a la tapa, enterrada en el jardín, pero no la encontré.
Me detengo por unos segundos a pensar en donde habrán escondido la llave, miro el marco superior de la ventana y ahí está la muy desgraciada.
Por supuesto.
Un lugar accesible solo para Ana y shade, que son los únicos que se les ocurre dejar las llaves dentro de la casa. Y ahora estoy yo.
Me estiro lo más que puedo en un intento por alcanzar la llave, pero mi mano no logra llegar, por varios centímetros. Con un suspiro pesado retrocedo un par de pasos para observar mi objetivo, fuera de mi alcance, debatiendo internamente en si rendirme o persistir.
Miro de reojo la casa de kris, con la sensación de que alguien me estaba observando, pero no había nadie. Negué un par de veces y me senté, apoyando mi espalda contra la pared, inclino la cabeza hacia atrás, con los ojos fijos en la llave.
No quiero humillarme más de lo que ya lo he hecho el día de hoy.
Me quedo viéndola por unos segundos y con un suspiro pesado paro de mi lugar y comienzo a caminar hasta donde se supone que esta la ventana de mi habitación.
Por suerte está abierta, así que solo tengo que subir el árbol que esta junto a la casa y escabullirme por la ventana.
— Es más fácil decirlo que hacerlo. — Pensé.
Solo espero no ser tan pesada y que todo salga bien.