𝐈𝐈: 𝐚𝐪𝐮𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐧𝐨𝐜𝐡𝐞

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El ver la expresión de Mads me recordó a aquella noche en la qué no pude evitar husmear entre sus cosas y esperarlo en la sala como era de costumbre.

Papá aún no llegaba y yo, interesada y con ansias de volver a hurgar entre sus cosas, me adentré en su habitación, caminé lenta y cuidadosamente casi como si Mads estuviera recostado en su cama. Sin embargo, no había nadie y yo estaba sola, lo cuál se había vuelto una costumbre entre ambos.

Entonces recordé que Mads ya no había llevado a más mujeres a casa y que su cama permanecía intacta. Era obvio que un hombre del calibre de Mikkelsen tuviera fama entre estas y no se les podía reprochar: era un hombre con clase, refinado y de gusto exquisito, un sujeto con bastantes modales que nunca caían en lo absurdo o en lo perturbador.

Me paseé hasta su armario después de desacomodar cautelosamente y una vez más, sus libros que yacían dentro de su habitación. Una vez que llegué a su grande ropero bien organizado, prendí la luz y me adentré en este, observando sus corbatas, relojes, zapatos, pantalones, sombreros y camisas junto a sus sacos costosos.

Reí al imaginármelo arreglarse tan minuciosamente que era posiblemente capaz de tardar minutos en siquiera encontrar simétrica su corbata. Pero eso ya era imposible, Mikkelsen nunca lograba ser lo suficiente ignorante o desinteresado en su apariencia y el mínimo detalle podría causarle una sensación de suciedad o desequilibrio. Últimamente reconocía más sus extrañas manías que parecían irse lentamente disminuyendo con mesura.

Al menos ya no era tan obsesionado con una sola miga o partícula de polvo que podía aparecer en la mesa baja de la sala o en la isla de la cocina. Era más permisible; o eso me hacía creer el mayor.

Tomé la camisa favorita que adoraba como se le veía, era negra y con un bordado dorado a la altura del primer botón, era completamente liza y dentro tenía grabado el nombre de Mads. La marca de ropa se había encargado de dictarle una línea completa únicamente a él, lo cual me pareció impresionante y al mismo tiempo interesante la reacción que papá puso, pero esto no es lo más importante, sino que decidí ponerme aquella prenda.

Me dirigí a donde guardaba sus relojes y agarré inmediatamente el que más me agradaba, percatándome inmediatamente de que Mads lo tenía hasta delante sin importar que este artículo se lo pusiera constantemente. Cerré el cajón y apagué la luz cuando termine de "cambiarme", hacia mucho tiempo que no tomaba de su ropa a pesar de que me había estado insistiendo en que no me sintiera mal por aquella vez en el que ensucié una de sus playeras negras con mezcla para hot cackes.

Aquella vez, papá terminó por envolverme entre sus fuertes brazos y me regresó al asiento para él mismo encargarse de limpiar con una servilleta la suciedad, casi como si volviera a ser sólo una niña. Bajé las escaleras para dirigirme a la primera planta y entrar a la sala, prendí la chimenea y me senté un poco cercana a esta para continuar observando mi celular en lo que esperaba a Mads.

Eran las dos de la mañana cuándo escuché la puerta de la entrada ser abierta, así que me reincorporé y esperé a que entrara. Me sentí feliz de volver a verlo después de largas seis horas lejos.

—Hey, papá —Apoyé mi rostro sobre mis brazos cruzados sobre el respaldo y le observé entre las claras penumbras.

Mads quitó sus guantes y los dejó sobre el mueble de la entrada, sonrió como sólo él podía y se dirigió hacia mi, me levanté del sofá inmediatamente por respeto y no hacerlo esperar, pero Mads se detuvo en seco cuando me vió. Al principio no entendí y no lo hice hasta que el mayor me lo mostró.

—¿Volviste a entrar a mi habitación sin consentimiento, ______? —Su rostro se vuelve severo.

—Sí. Sólo quería tomar estas dos cosas —Le mostré el reloj que me había puesto en la mano izquierda.

El colgante y grande reloj que se posaba sobre mi muñeca.

—Escucha ______, sé que dije que podrías tomar cualquier cosa que quisieras dentro de la casa. Pero ahora las cosas han cambiado e impondremos nuevas reglas —Se acerca, lleva sus grandes manos a los botones y comienza a cerrar lentamente la camisa — Regla uno, prohibido entrar a mi habitación. Este o no. Regla dos, evita andar nuevamente descubierta por la casa — Me observa severo y con una profundidad que me congela la sangre.

—S-sí fue por lo de la otra vez o por que accidentalmente entré mientras estaba aquella mujer, lo siento. Papá, no te molestes conmigo —Rogué.

Mads frunce el ceño, acaricia mi mejilla con suavidad y niega.

—Estás creciendo, ¿qué dirán los demás si se dan cuenta?

—Nunca pareció importarte que estuviera como quisiera dentro de la casa. Sabes que mi piel era sensible de pequeña y —Mads me interrumpió.

—Lo has dicho; cuando eras sólo una niña. Ahora eres una jovencita y tienes que ser más cuidadosa, cualquiera puede verte por las ventanas y podrás provocar alteraciones en el vecindario —Aleja su mano con total tranquilidad — Sabes qué los problemas son innecesarios y no me importará que la gente esté en lo correcto o incorrecto cuando se trata de ti — Se da la media vuelta sin darme oportunidad a hablar.

Fruncí el ceño.

Mads no era así, nunca se comportaba de ese modo conmigo. Tan frío y alejado.

Me encaminé hacia él, sin embargo pase de largo y fui a cerrar la única cortina que estaba abierta dentro de nuestro hogar vacío, las junté y cubrí cualquier tipo de hueco, llevé mis manos a los botones de la camisa y negué molesta, ciertamente caprichosa.

Quizás papá era estricto, pero no completamente cuando se trataba de mi actitud. Siempre me cuidó y protegió como la niña de papá.

—Entonces procuraré cerrar las ventanas cuando despierte o cuando haga uso de tus pertenencias —Destaqué con seguridad e intentando convencerlo, alejar más que nada aquel lado poco cercano a mi.

¿Qué había hecho para hacerlo molestar de ese modo?

—______ —Advierte severo.

Dejé caer la camisa al suelo una vez que terminé de desabotonarla, escuché a Mads acercarse detrás mío y por alguna razón no fui capaz de virarme y encararle.

Entonces sucedió.

Por segunda ocasión, Mads puso mano encima mío. Me tomó con firmeza por la nuca con una de sus grandes manos, atrayéndome a su cuerpo ancho y fornido y obligándome a que alzara un poco el rostro y lo inclinara hacia atrás para evitar quitar presión de su agarre sobre aquella zona de mi piel.

—A-Auch —Tambaleé.

—He sido un buen hombre contigo, lo último que debes hacer es comportarte como una mujercita rebelde y desencaminada —Su voz es neutra, pero no puedo evitar sentir un intenso escalofrío de temor recorrerme por el cuerpo.

Mads siempre había sido tan firme y amenazante sin necesidad del uso de la fuerza.

Temblé como si fuese una niña asustadiza.
Papá lo notó.

Deslizó su áspera y tibia mano sobre mi clavícula, bajando lenta y pacientemente hasta mi mano, recorriendo toda mi extremidad superior izquierda. Alejó su agarré de mi nuca con total tranquilidad y prontamente sentí como se agachaba de forma armoniosa a tomar la camisa.

Permanecí inmóvil.

Cariño —El tono de voz regresa al que siempre me dirigía sin excepción, al menos hasta hace unos momentos atrás — Papá lo siente —Desliza la camisa por mis brazos, poniéndola de nuevo sobre mi cuerpo y volteándome únicamente cuando ya se ha encargado de cubrirme — Ven aquí — Me abraza con firmeza.

Y no supe si fue por temor y sorpresa o por sentirme indefensa e impotente que lloré entre sus brazos. Sintiendo la cálida mano de Mikkelsen deslizarse por mi cabellera azabache.

Y aquella vez fue en la que todo terminó por cambiar para mi y la última en la que Mads dejó de ser más un padre, convirtiéndose en papi.

Aquella noche no pude evitar llorar como una bebé. Evitando a toda costa hacer demasiado ruido para evitar atraer a Mads y tener que darle una explicación de mi estado. Al día siguiente no lo volví a ver del mismo modo y aquello me asustó.

「𝐌𝐲 𝐃𝐚𝐝𝐝𝐲 𝐈𝐬𝐬𝐮𝐞𝐬」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora