capítulo once

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Con la cabeza un poco más clara me bajo del auto

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Con la cabeza un poco más clara me bajo del auto. El humor y aroma a carne asada me abre el apetito de inmediato, incluso después fe haber comido una hamburgesa por la carretera.

Estaba profundamente agradecida con Dex por haberme echo creer aunque fuesen solo un par de horas que el mundo y su caos no existen.

Una hermosa mesa decorada y porcelanas lujosas aguardan en la mesa. Cubiertos y ensaladas, copas y botellas de vino. La noche abría de manera perfecta la despedida de solteros de ambos.

—Llegan a tiempo —Sofía nos dice— ¿Dónde estaban? —pregunta cayendo en cuenta de nuestro aspecto por primera vez.

—Aquí y allá —sonrío.

—Dimos un paseo —responde Dex.

—¿Por Atlantis? —pregunta Valerie— ¡Están mojados!

—Ella intentó ahogarme en el mar —Dex se encoje de hombros.

—Porque tú hiciste trampa —le recuerdo.

Una breve guerra de miradas inicia y no estoy dispuesta dejarlo ganar. Me saca la lengua en el momento en el que Carla le aparata el rostro del mío.

—Son unos niños —se rié de nosotros.

—Tensión... —canturrea la prima de Sofia senrada en la mesa.

—Vayan por una ducha y ropa seca —la mamá de Sofia se acerca, peinando ni cabello húmedo—, después de la cena...Hija ¿A dónde van?

—Al hotel del padrino Tito ¿O no? —pregunta ella, dejando de revolver una salsa para poder contestar.

—Ah, si claro —ella vuelve hacia mí—. Cada uno se va por su lado. Liv, cuídala...

—No se preocupe, no beberá mucho —le aseguro.

A la que deben cuidar es a mí...

La cena se me hace un borrón en la cabeza, tengo vagos recuerdos de chistes y las voces unidas en una sola pared de sonido, de fondo. Aún sentía la brisa del mar tapando mis oídos y el rugir de las olas. De alguna forma, una parte de mí se había quedando vagando en la orilla de la playa.

Y Dex.

Mierda... Dex.

No escapaba de él ni dentro de mi cabeza, ni fuera de ella. Me sonríe desde el otro extremo de la mesa, boca cerrada, sonrisa secreta. Aparto la mirada, pasando a mirar mis manos sobre mi regazo, regalándole mi confesión.

Me pone nerviosa.

Tras culminar la cena, el grupo se partió en dos. Las mujeres salimos antes que los demás. El hotel había mandado una van por nosotras. Sofía, con su banda y velo, sujetando una paleta de helado con forma de miembro, todo apuntaba que la noche iba a ser larga.

En cuanto los edificios, las luces y el tráfico de la ciudad viva comenzó a tragarnos, me di cuenta de que era la última noche de Sofía. Mañana desaparecería, entre últimos toques un beso de buenas noches, esta era, en efecto, su última noche de soltera.

El Novio de mi Mejor AmigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora